Paret mitgera, de Mox

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DISCOS

«Destila pasión y luminosidad por partes iguales. En definitiva, un crisol variado y emocionante»

 

Mox
Paret mitgera
BUBOTA MÚSICA, 2025

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

No debimos bajar la guardia ni maldecir tanto al cielo, cuando, hace casi una década, tras la publicación de Tuactes i rebomboris (Mésdemil, 2015), la banda de Puçol pareció esfumarse de la faz de la tierra. No debimos dar nada por sentado, y sí debimos recordar que Xampo, Josep Sebastià, José Antonio Rojas, Juan Vicente Durà, Emilio Durà y Redo, siempre han ido a la suya, ajenos a críticas y alabanzas, a modas e imposiciones.

Aquel año, tras haber facturado un esperanzador y fresco Palifonies (Autoeditato, 2013), repleto de insolentes bofetadas (“Albà anti reivindicativa”, “Garrotins impossibles”), que apuntaba con brío la senda a seguir, Mox acababa de tocar techo en la historia de la música popular valenciana, con un disco magno, soberbio, capaz de fusionar pop y rock con los palos tradicionales de la tierra. La maniobra parecía evidente, sencilla. En otros lugares, tamaña rutina creativa ya se había llevado a cabo. Incluso en el propio territorio valenciano, desde finales de los sesenta del año pasado. No obstante, nadie, nunca, lo había hecho de una manera tan precisa, tan pegadiza y respetuosa a la vez; tan, digamos, contemporánea, culta y próxima. Tuactes i rebomboris devino obra maestra inmortal del legado sonoro valenciano. Perlas como “Alegries de Miliet”, “La nostra guerra” o “Si el poguera partir” (coronada con la connivencia del maestro Pep Gimeno Botifarra), convirtieron aquel disco en una suerte de Omega autóctono. ¿Hasta dónde sería capaz de llegar Mox? Pero, de repente, el silencio. El sexteto bajaba la persiana, casi, sin avisar. Y, la verdad, es que, hasta cierto punto, se entendió. El personal lo concibió con una retirada digna. ¿Superar aquel gigante? Complicado.

Y, ahora, cuando la esencia de los puçolencs permanecía eterna, pero dormida, sin que apenas nadie lo esperara, Xampo, Redo y el resto vuelven a hacer de las suyas, y aliados con Pep Toni Ferrer aceptan, una década después, el reto, y nos brindan Paret mitgera, un trabajo de ocho canciones (el vinilo; la edición digital incluye dos temas extras) que recoge, valiente, el testigo de su predecesor y mantiene la bandera firme y orgullosa, a partir de un vistoso recorrido, de norte a sur, por el territorio, ideando sonatas electrificadas (la mayoría de ellas, originales) en forma de copeos de Ontinyent, alacantines, granaïnes de Montaverner, balls de gegants morellanos o boleros de Guadassuar.

Incluso vuelve a sonar, remozado y extendido, aquel “Cant de batre de la tia Leonor de Genovés” (el cant de batre es un canto de trabajo tradicional hipnótico, con tendencia a lo melismático), bordado diez años antes por Botifarra y, ahora, convertido, ad aeternum, en pieza esencial para entender la raíz primera de Mox, esa en la que guitarra y dolçaina bailan un vals bello y embrujado. Así pues, el resultado final de este Paret mitgera destila pasión y luminosidad por partes iguales. En definitiva, un crisol tan variado y emocionante, para mayor gloria del cant d’estil electrificado y sintetizado, que invita a la danza animada en las elegantes y orgullosas “Quatre cosetes” o “Amargues i carquinyols” (adictivo su estribillo), y se muestra cortesana, coqueta y galante en “De les voltes que te ronde” y la, por momentos lisérgica, “Ball de gegants”.

Eso sí, dos de los momentos más especiales y mágicos los despliega Mox con “Cançó de bressol”, una preciosa canción de cuna mecida en dulce dolçaina, y la que debería convertirse en biblia filosofíca de la formación, “Sóc”, declaración de intenciones y definición vital de ocho minutos, que desemboca en un in crescendo sonoro fundido por un sueño mecido por el viento de Garbí.

Anterior crítica de discos: A year with Club 8, de Club 8.

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