Parade & Nacho Casado, de Parade & Nacho Casado

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DISCOS

«No solo es uno de los mejores discos del año, es un disco de los que entra y ya no sale»

 

Parade & Nacho Casado
Parade & Nacho Casado

JABALINA MÚSICA, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Visto el disco que han facturado juntos, Antonio Galvañ, Parade, y Nacho Casado estaban condenados a entenderse musicalmente. Parade ya es institución en este país, desde su primer elepé, que sorprendió por su temática tan lírica y tan llena de fantasía científica pop, como si Ray Bradbury hiciese canciones, y Nacho Casado, miembro de los excelentes La Familia del Árbol y actualmente con una carrera exitosa en solitario, ha demostrado su solvencia con sus discos en solitario. Cada uno de ellos aporta cinco canciones y ambos se implican en los diez cortes creando un universo compacto que bebe de lo mejor de ambos mundos.

Es pop de hoy, moderno, aunque el cimiento sean las canciones que han conseguido llevar a la música popular hasta ese disco. Canciones como “El lindo amor”, en que Parade deja de lado las cuestiones de ciencia ficción para equiparse de arreos sentimentales —de la serenidad del amor, del buen amor, como el del Arcipreste, al que cita— análogos a los de esa música italiana por la que tiene querencia. En “El primero”, Parade recoge su fraseo característico —tembloroso, sorprendido—, para solicitar con aire tropical ser el que está en cabeza de los favores de su amada.

Sus temas habituales emergen en “Clon rezagado”, que en lo sonoro bebe de Dylan y sus recreaciones en los setenta en clave de rock. Un clon que es separado de sus hermanos sirve para hacer despuntar un tema que envuelve muchas de las canciones de Parade: la soledad, motivo que también emerge, en parte, en “Perdonen, pero tengo un trastorno”, un canto de amor a la música con piano y coros en una especie de Trastorno Obsesivo Musical, que pasa por estados de ánimo de una grisura desconsoladora y un dolor real. En la parte de Parade se incluye la única versión del disco, el “Tomorrow morning”, de The Blue Nile, una serena historia de amor en la que la dulzura de la letra y de los violines hace flotar a la melodía. Galvañ se reinventado, pero ha compuesto como siempre: con una inteligencia sonora que utiliza en su provecho.

La sección de Nacho Casado sigue este planteamiento orgánico con guitarras, vientos, y el teclado en un segundo plano. “Siete noches a la semana” —noches de Copacabana, seguro—, se convierte en una sofisticada pieza de jazz, ambiente especial que vestiría de gala un salón elegante. “Verano”, por el contrario, tiene una mayor presencia del piano y, al contrario que otras canciones, contempla el principio del estío como el momento de separación de los amantes. Todo un canto al pop sofisticado de los sesenta que aborda el tópico moderno de la comunicación con aparatos electrónicos. “Cousteau”, con estos mismos parámetros, habla de despedidas amorosas Sus arreglos de cuerda son muy precisos, como en esas canciones de los ochenta tan refinadas, a lo Style Council o The Pale Fountains, al que añade cierto toque carioca.

Pero si hay alguna canción que destaque sobre el resto es “Nueva York, Tokio y Brasil”, que se inicia como una rumba abolerada, pero es mucho más. Es recoger toda la canción tradicional, sus letras, sus sentimientos, su poco de Brasil y sus toques del jazz figurativo de las producciones de Sinatra. Es un canto a la vida y al amor que, si hubiera que escoger una canción que representase lo que sonó en el siglo XX, sería esta.

Parade y Nacho han vuelto a hacer un disco maravilloso, pero esta vez juntos, y el conjunto —apoyándose el uno en el otro— supera la suma de sus partes. Distintos, pero complementándose a la perfección, han moldeado unas canciones de amor sereno, de amplitud elegante, llenas de sonidos que si no son de terciopelo es porque en los arreglos han optado por la sencillez más que por la desmesura. No solo es uno de los mejores discos del año, es un disco de los que entra y ya no sale.

Anterior crítica de discos: Million voices whisper, de Warren Haynes.

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