FONDO DE CATÁLOGO
«Una obra de referencia que dejó un puñado de temas a los que merece la pena volver, imperdurables y para no olvidar»
Hace un cuarto de siglo que Los Rodríguez nos golpearon con la “Milonga del marinero y el capitán”, la acalorada “Mucho mejor” y la «sabinera» “Todavía una canción de amor”. Por Sergio Almendros.
Los Rodríguez
Palabras más, palabras menos
DRO EAST WEST, 1995
Texto: SERGIO ALMENDROS.
Este año se han cumplido 25 de la publicación de Palabras más, palabras menos, el tercer y último disco de estudio de Los Rodríguez, una banda con una historia tan fulgurante como envidiable; una formación que se puede calificar sin rubor y con perspectiva suficiente como una de las más importantes del rock hispano de la década de los 90. Y en principio lo tenían todo para ello, aunque sus comienzos no fueron tan evidentes. El primer disco, Buena suerte (Pasión, 1991) ya era un alarde de aptitud y actitud, una ecléctica colección de canciones que daba buena cuenta del talento que atesoraba la formación: los Tequilas Ariel Rot y Julián Infante, el baterista Germán Vilella y la voz y teclados de Andrés Calamaro, por aquel entonces una pronosticable futura estrella de rock. Aquel álbum no tuvo la repercusión que estos casi veteranos y también casi ilustres músicos esperaban, por lo que el todo o nada sería con Sin documentos (GASA, 1993). Poco cabe señalar de la repercusión de ese disco, especialmente de su canción homónima, por lo que la apuesta ya la dieron por ganada. Y en esas se plantaron en su tercer trabajo, en esas y en medio de un barco por el que se empezaba a filtrar el agua. Es posible que ellos mismos supieran que lo que se disponían a cocinar iba a ser su última cena, por lo que no escatimaron en medios para que el menú resultara infinitivamente sabroso y perdurable.
En el lujoso estudio de grabación El Cortijo, en Málaga, se plantó la formación hispanoargentina bajo la producción del ilustre Joey Blaney, habitual entre otros de Charly García (y responsable, poco después, del sonido del Alta suciedad de Calamaro). Pero lo que realmente iba a hacer de este álbum algo memorable eran las brillantes canciones que habían compuesto. La fórmula variaba un ápice, nutriéndose de nuevo de un buen puñado de estilos para aderezarlos de rock, a veces más que presente, otras veces casi solo en forma de actitud. Porque, para los despistados, Los Rodríguez fue un grupo de rock. La extraordinaria fama de rockeros rumberos que alcanzaron con “Sin documentos”, ampliada posteriormente con temas como “Para no olvidar” o “Milonga del marinero y el capitán”, quizás eclipsó en parte su verdadera vena rockista. Fue un peaje a pagar.
Canción a canción
Nos centramos en Palabras más, palabras menos, para recordar y para no olvidar ninguna de sus trece canciones. La tanda se abría irresistiblemente con “Milonga del marinero y el capitán”, que podría ser, aunque no lo era, la respuesta de Ariel Rot al “Sin documentos” de Calamaro. De nuevos los ritmos latinos dieron a la banda un nuevo hit, con aires portuarios y taberneros, con la guitarra de Rot sonando personal y maestra, bien nutrida de percusiones y con el Hammond de Calamaro otorgando atmósfera. A continuación irrumpía como un torrente el tema que daba título al disco, un rock frenético y descarado, una muestra de Calamaro de genialidad en la simpleza. “Aquí no podemos hacerlo” era un canto de amor a las sustancias prohibidas, a esas que llevarían al cantante argentino ante los tribunales por solicitar «un porrito» al público en medio de un concierto. No era ningún secreto que Los Rodríguez, en su corta vida, dieron buena cuenta de todos los elementos del rock and roll lifestyle, y ello se plasmaría en algunas de sus composiciones, como en este celebrado reggae en el que se lucían la batería de German Vilella y el bajo de Daniel Zamora (el quinto Rodríguez).
La amistad de Los Rodríguez con Joaquín Sabina llegó a provocar que la banda, ya virtualmente disuelta, hiciera una última gira para acompañar al de Úbeda con la que llenaron los polideportivos de media España en el verano del 96. Antes, cuenta la leyenda que Calamaro le pidió a Sabina una letra para una canción durante una comida, y que este se fue a otra mesa y en diez minutos llegó con los versos de “Todavía una canción de amor”. Esta emergencia no conllevó ningún tipo de pero, ya que los versos eran hermosísimos, y unos Rodríguez inspirados le dieron la musicalización que merecía para rubricar uno de los momentos más destacados del disco. El legendario arranque de Palabras más, palabras menos se cerraba con la rumba al desamor que era “Para no olvidar”, una joya que líricamente aportaba unas estrofas arrebatadoras y que musicalmente contó con la colaboración a la guitarra española de Raimundo Amador. No tiemblo al escribir que casi cualquier grupo a lo largo de su carrera sueña con poder firmar algo cercano a cualquiera de estas cinco canciones, un quinteto de apertura que muy pocos discos de la historia del rock patrio puede atesorar. El nivel a partir de entonces puede que bajara en algunos momentos, ya no habrá más éxitos (obviamente, menos uno), pero sí que quedan motivos para asegurar que Los Rodríguez eran una auténtico grupazo más allá de modas o golpes de tino.
Así, Ariel Rot firmaba “El tiempo lo dirá”, composición que se movía galopando entre sus punteos y el cante arrastrado de Calamaro. “En un hotel de mil estrellas”, una bella balada de Andrés, era un canto a los sintecho apoyado musicalmente en el piano y en una armónica final para enmarcar. Y quedaba la última bala. Al parecer, cuando en 1995 la banda entregó el disco a su sello, alguien apuntó que “Mucho mejor” sería la canción del verano de 1996. La apuesta no era arriesgada, ya que desde la primera escucha se comprende que esta canción iba a triunfar popularmente con un mínimo empujón que se le diera. Quizás por eso Calamaro se mostró contrario a que entrara en el álbum, quizás la sentía demasiado evidente. Sea como fuera, el tema de Rot sería, un año después de lanzarse el disco, un superéxito masivo, evidentemente. Un apunte: fue la primera y única vez que las voces de Calamaro y Rot se repartían las estrofas, dejando además un par de ellas a Coque Malla.
“La puerta de al lado” poseía una inspirada letra de Sergio Makaroff, otro argentino afincado en España y hermano de la banda, y en ella resplandecían las acústicas y el juego de voces, con Ariel doblando la de Andrés durante buena parte del desarrollo. “Una forma de vida” retomaba los sonidos más puramente rockeros, con una batería machacona y guitarras afiladas. A continuación, Julián Infante tenía su parcela de gloria en “Extraño”. Hasta entonces, el guitarrista únicamente había firmado en solitario “Sol y sombra”, en el primer disco, y en esta ocasión no cabe duda de que la oportunidad la aprovechó bastante mejor, firmando una balada bellísima, interpretada con la guitarra y cantada por él mismo. Y la parte final de la tanda era para “Diez años después”, una inmensa composición de Calamaro de aires stonianos (sus amados Stones, tan presentes siempre en Los Rodríguez) que fue una de las favoritas de los seguidores más incondicionales del grupo, y “Algunos hombres buenos”, un tema netamente calamariense (del Calamaro que llegaría después), emocionante, atrevido y grandioso.
El éxito de Palabras más, palabras menos llegó a superar al de Sin documentos, siendo sobrepasado en ventas a su vez muy poco después por Hasta luego, el recopilatorio con el que definitivamente daban por cerrada la aventura. Pero ese fue otro cantar. Este Palabras más, palabras menos fue posiblemente y durante mucho tiempo el disco en castellano favorito de muchísima gente, una obra de referencia que dejó como legado un puñado de temas a los que de vez en cuando merece la pena volver, imperdurables y para no olvidar.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Hittin’ the note, de Allman Brothers Band.