TREINTA ANIVERSARIO
«Es cierto que la crítica adora a los de Thom Yorke a partir de 1997 y que se tiende a minusvalorar su versión más bisoña, pero, treinta años después, me parece un acto de justicia poner en su sitio un elepé sencillamente soberbio»
Fernando Ballesteros reivindica la importancia del álbum con el que debutaron unos jovencísimos Radiohead, hace ya treinta años. Un disco que cedió su protagonismo a la canción convertida en hit, “Creep”, pero que contiene un repertorio digno de hacer parada en él. Un elepé que cambió la historia del grupo de Oxford y también la del mundo entero. A continuación, unas cuantas razones.
Radiohead
Pablo Honey
EMI/PARLOPHONE/CAPITOL, 1993
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
Recuerdo, allá por 1993, leer una entrevista con Inspiral Carpets en la que el titular era un contundente «Radiohead son la repuesta inglesa a Nirvana». Kurt no había editado el que se convertiría en su último disco y todo estaba mediatizado por su irrupción un par de años antes. En ese contexto, un titular como aquel no era tan extraño como parece hoy, a la luz del paso del tiempo. Pero han transcurrido treinta años y Pablo honey, el debut de la banda de Oxford, era mucho más.
Eso por no hablar de Radiohead y su trayectoria. Uno escucha las canciones de su puesta de largo, y las compara con todo lo que sucedió a partir de 1997, y tiene la sensación de que estamos hablando de dos grupos diferentes. Hay una vida antes y después de OK computer, eso es un hecho; pero si solo hubiesen existido los Radiohead de su debut, si esa hubiese sido la línea hasta hoy, si la evolución no hubiese devenido en rupturismo, seguiríamos hablando de un grupo extraordinario. Es cierto que la crítica adora a los de Thom Yorke a partir de 1997 y que se tiende a minusvalorar su versión más bisoña, pero, treinta años después, me parece un acto de justicia poner en su sitio un elepé sencillamente soberbio. Diré más: en 1993 no parecían llamados a poner patas arriba la música, pero, aún así, si me tengo que quedar con un disco de Radiohead, sigo eligiendo Pablo honey. Y esa elección no responde a criterios puramente musicales, ni va acompañada de sesudos argumentos. Todo es mucho más básico.
Hay momentos mágicos, de esos que se recuerdan para siempre. Por ejemplo, poner la radio un sábado a las cuatro de la tarde, sintonizar Radio 3 y escuchar a Paco Pérez Bryan decir: «Atención a esta canción y el guitarrazo». Y sí, la canción del guitarrazo se iba a convertir en un himno, en una de esas canciones que trascienden y que cobran tanta importancia que hasta el propio grupo termina, si no renegando de ella, sí arrinconándola. Por supuesto, aquel tema era “Creep” y el guitarrazo, ese momento especial, nos acompañó otros cuantos fines de semana. Y se quedó para siempre. Salió del repertorio del grupo, pero se quedó con nosotros. Todo lo que significó aquella melodía, la letra y el mensaje opacó en cierto modo el resto del álbum. Y esa puede ser otra de las razones que ha hecho que el paso del tiempo no le haya dado a Pablo honey toda la importancia que merecía.
Una canción que lo cambió todo para el grupo
Cuando estos cinco chavales se metieron en el estudio no tenían en su cabeza revolucionar la música de guitarras. Por eso, es muy difícil comparar su primera obra con lo que vendría después. Son dos mundos totalmente diferentes. Pero vayamos a “Creep”. Sucede, en muchas ocasiones, que el momento crucial en una historia surge de una forma casi accidental. Estamos en 1992 y Radiohead, que se rebautizaron de esta forma desde el inicial On a friday, a finales de 1991, se encontraban trabajando en el estudio con Paul Kolderie y Sean Slade. Yorke está tocando una canción que, en principio, no pensaban incluir en el disco que estaban gestando. Se trataba de “Creep” y, convencidos de su potencial, los productores convencieron a los chicos para que la grabaran. Allí había magia, pero los magos aún no eran conscientes de ello. La historia del guitarrazo da buena fe de ello. Jonny Greenwood lo metió porque no le gustaba la canción, por eso golpea la guitarra con rabia. Su compañero en las seis cuerdas, Ed O´Brien, era tajante tiempo después: «Es el sonido de Jonny intentando joder la canción». Pero no lo hizo.
“Creep” se editó como single en 1992 y poco a poco ganó popularidad en varios países, entre ellos España. Cuando llegó a Estados Unidos todo se amplificó y su éxito se convirtió en rutilante. Pero la banda no reaccionó bien. Ellos no creían que se tratase de un buen botón de muestra de su música y, para colmo, a Yorke no le gustaba la letra. No sentía que fuese suya, de hecho, llegó a declarar que cuando la interpretaban se sentía como si estuviesen haciendo una versión. El resto es historia y está muy bien contada. Se ha hablado menos de las otras once canciones, así que pongamos un poco de orden para refrescar la memoria y dejar claro que Pablo honey es mucho más que el disco en el que estaba incluido “Creep”.
Once canciones más para comenzar una historia
Los primeros segundos de una delicada guitarra anteceden a la marea de “You”, pura melancolía; así sonaban los Radiohead de su debut, con la voz de Thom sacando la cabeza por encima del brillante trabajo guitarrero y los momentos de sosiego conviviendo con subidas de intensidad. No inventaban nada, aún no estaban en eso; y sí, sonaban a algunas cosas que ya habíamos escuchado, pero el rock and roll también es así. Después de “Creep” llega “How do you”, poco más de dos minutos de furioso sonido de querencia punk que puede sintetizar muchos de los motivos por los que siento predilección por este disco. En más de una ocasión he leído cómo se tildaba la canción de experimento fallido, como una versión poco creíble de los Radiohead. Bien, a mí me vuelve loco.
Conecto menos con “Stop whispering” en la que, por momentos, tengo la sensación de estar escuchando a Bono a lomos de una épica desbocada. Se agradecen los tonos acústicos de “Thinking about you”, su contención y sencilla belleza; pero me vengo arriba con “Anyone can play guitar”, lo mejor del lote. Pocas muestras más fiables se me ocurren de cómo sonaba el rock en 1993. Que sí, que sonaba de muchas más formas, pero, para entendernos, si viene un extraterrestre y tengo menos de cuatro minutos para explicárselo, le pongo esta canción. Ahora mismo suena una vez más y, hagan la prueba, ese estribillo sigue emocionando como la primera vez.
“Ripcord”, un riff sencillo, una melodía brillante, una voz que transmite emoción, un sonido convincente, no será de lo mejor del disco pero contiene todo lo que eran los jóvenes Radiohead. Igual que “Vegetable”, que juega con los cambios de ritmo con acierto y crece con Thom dejándose la voz. Otra canción notable. A estas alturas, las influencias están muy claras y han sido citadas mil veces. Mejor nos quedamos con lo que les distingue, lo que les diferencia del resto y de lo que ellos mismos iban a ser en el futuro. Obviamente, nunca sonarían con esta inocencia, es lo que tienen las primeras veces y el valor que tiene hacerlo tan bien desde el minuto uno. Dejarte caer por el estribillo de “Prove yourself” como quien no quiere la cosa o redondear una maravilla pop como “I can´t”, otro de los momentos inolvidables del elepé. Y volver a emocionar con “Lurgee” y ese sonido tan hijo de su tiempo, para despedirse con “Blow out” y su ligereza inicial que va ganando peso para darle al disco el cierre con reminiscencias shoegaze que se merece. Porque apenas hemos hablado de referencias, pero sí, aparte de Smiths, Cure y otros pesos pesados, algo de aquella corriente también se filtraba por los surcos de Pablo honey.
El disco fue un éxito. Demasiado para ellos, que se vieron inmersos en esa rueda de la industria, parte de una sociedad y un sistema del que Thom Yorke se ha convertido en constante azote a lo largo de los años. Con ello han tenido que convivir y, análisis musicales y debates sobre su trayectoria aparte, han salido airosos en términos de credibilidad. Eso es muy difícil discutírselo. Tampoco me opondré yo a quien me diga que The bends, su segundo y sobresaliente disco, publicado en 1995, supera a su debut. Y, por supuesto, disfruté muchísimo de Ok computer, pero allí nacía otro grupo. Quizá, el punto de ruptura definitivo llegue con Kid A y, a partir de ese momento, hablemos de otros Radiohead, un grupo mucho más orientado a las texturas, los ambientes, a llevar el rock del nuevo siglo un paso más allá. Se ha escrito hasta la saciedad de todo lo que han representado estos chicos para la música de los últimos veinticinco años y son, por méritos propios, uno de los nombres que van a ocupar más espacio en las enciclopedias del futuro. ¿Saben una cosa? todo eso se me escapa. Otros lo pueden contar mejor. Este fan de los Ramones se queda con los Radiohead que —solamente— hacían canciones como soles.
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