«Más de cuarenta años después de su muerte, sigue siendo el cantante negro más reverenciado por los suyos y el único que suscita la práctica unanimidad de la comunidad rock. Siempre fue así»
La edición del recopilatorio “The deepest soul of Otis Redding” (Universal), vuelve a poner de actualidad al gran genio del soul, Otis Redding, cuya trayectoria rememora Luis Lapuente.
Texto: LUIS LAPUENTE.
Todo el mundo quiere a Otis Redding. Más de cuarenta años después de su muerte, sigue siendo el cantante negro más reverenciado por los suyos y el único que suscita la práctica unanimidad de la comunidad rock. Siempre fue así. En solo tres años de vida artística se metió en el bolsillo a la crítica especializada, a los ejecutivos discográficos, a sus compañeros de Stax y Atlantic, a los que amaban a Sam Cooke y abominaban de la psicodelia rock y a quienes babeaban con Jefferson Airplane y no podían soportar un solo acorde de ‘Papa’s got a brand new bag’. Los blancos le invitaron al festival de Monterrey, donde fue un islote soul entre decenas de grupos y solistas de rock, y el Movimiento por los Derechos Civiles adoptó una de sus composiciones (‘Respect’) como himno y bandera de los ideales de la igualdad racial.
Así lo recuerda quien fue uno de sus amigos y colaboradores más íntimos, el exvicepresidente de Stax –luego alto directivo de Motown–, Al Bell: “La auténtica esencia del soul estaba en Otis Redding. Él fue uno de los seres humanos más grandes que pasaron por mi vida. Yo había trabajado codo con codo con el Dr. Martin Luther King y después he conocido a muchos líderes sociales, pero considero que Otis Redding está por encima de todos ellos”. Un juicio que parecen compartir quienes lo trataron de cerca. Así opina el fundador y expresidente de Stax, Jim Stewart: «El Otis Redding que yo conocí era una persona muy tierna, comprensiva, sincera y cálida. El mejor camino para llegar hasta el fondo de su alma es escuchar su interpretación de ‘Try a little tenderness»’; y el que fuera su manager, Alan Walden: “Otis tenía la habilidad de ganarse el cariño de todo el mundo, desde los militantes musulmanes hasta los miembros del Ku-Klux-Klan. Recuerdo que en cierta ocasión le presenté a un amigo de mi padre que era segregacionista convencido, de los de la vieja escuela; después de un rato de conversación, el tipo estaba absolutamente fascinado por Otis y aún hoy tiene un retrato suyo colgado en una pared de su casa. Dice que Otis es una de las personas más grandes que ha conocido”; y Jerry Wexler, uno de los cerebros de Atlantic, que leyó estas emocionadas palabras en su funeral: “Otis fue un príncipe natural. Cuando estabas con él, te comunicaba amor y una gran fe en las posibilidades del género humano, la certeza de que se avecinaban grandes cambios que mejorarían el mundo… Aparte de su carácter y su dedicación, compró ese magnífico rancho en Macon para convertirlo en su hogar y en el núcleo de sus proyectos empresariales, cuando podía haber elegido cualquier otro lugar para establecerse. Y es que él pensaba que su obligación era permanecer en su tierra, descubrir nuevos talentos y favorecer la educación de sus hermanos de raza, empujarles a construirse un porvenir digno en el sur, ofrecerles una puerta abierta al futuro. Respeto por sus raíces: ésa fue otra de las cualidades del hombre cuya composición ‘Respect’ se convirtió en un formidable himno de esperanza para el mundo entero”.
LOS ORÍGENES
Otis Redding nació en Dawson, Georgia, el 9 de septiembre de 1941. Fue el primero de seis hijos de un pastor baptista que trabajaba como empleado en una base de las fuerzas aéreas. Creció en la cercana localidad de Macon, patria de Little Richard, ciudad de adopción de James Brown y una de las encrucijadas de la música popular negra de nuestro siglo, en un suburbio llamado Belleview (Buenavista) que sus habitantes denominaban Hellview (vista infernal). A los 15 años, tras enfermar su padre de tuberculosis, Otis tuvo que dejar la escuela para trabajar en la construcción. Al mismo tiempo, fascinado por las canciones de Little Richard, comenzó a probar fortuna como vocalista en diversos concursos locales para noveles. En 1959 se enroló en una de las bandas más importantes de la historia de Macon, los fabulosos Johnny Jenkins & The Pinetoppers, con quienes hizo de todo, desde tocar la batería hasta conducir la camioneta y ejercer eventualmente el papel de cantante. Entretanto, grabó con otra banda local, The Shooters, el tema ‘She’s alright’, pero no consiguió el apoyo de ninguna editora local y decidió emigrar a Los Ángeles, donde se ganó los garbanzos una temporada lavando coches. A los seis meses, como las perspectivas en la Costa Oeste no mejoraban, regresó a Macon y lo intentó de nuevo como vocalista, esta vez con The Pinetoppers, en el sello Confederate, subsidiario de King. Pero el mercado no parecía necesitar a ningún replicante de Little Richard, y Reddilng volvió a estrellarse con sus dos primeros singles, ‘Shout bamalama’ y ‘Gettiln’ hip’, este último en colaboración con Little Joe para la etiqueta Alshire Records.
En agosto de 1961 contrajo matrimonio con Zelma, de quien tendría tres hijos, Dexter, Karla y Otis III, y adoptaría una hija, Demetria. Con estas palabras describe Zelma sus primeros encuentros con Redding y el nacimiento del amor: “Cuando le vi por primera vez, me cayó fatal. Un día nos cruzamos por la calle, yo le conocía de los concursos para noveles en el Douglass, pero nadie nos había presentado. Entonces él se acercó y me dijo: ‘hola, cariño’. Pensé que era un cara dura, así que me hice la ofendida y seguí calle abajo. No me gustaba su manera de dirigirse a los desconocidos. Volví a verle una semana después en el autobús, y pensé: ‘iOh, no, aquí está otra vez ese chico!’. Él tocaba entonces con Johnny Jenkins todos los sábados por la noche en un club para quinceañeros llamado Grand Dukes, y allí fue donde acabamos enamorándonos” .
En febrero de 1962, Johnny Jenkins & The Pinetoppers publicaron el instrumental ‘Lave twist’ en el sello Gerald, de Atlanta. Los estados del sur eran entonces un auténtico hervidero de cazatalentos dispuestos a picotear hasta debajo de las piedras en busca de otro Sam Cooke o de otro Ray Charles. Los más interesados eran los ejecutivos de Atlantic, el sello neoyorquino fundado por los hermanos Ertegun que habían confiado la creación de su impresionante catálogo de blues y rhythm & blues a olfateadores profesionales del calibre de Jerry Wexler y Joe Galkill. Era inevitable que se fijaran en‘Love twist’ y que decidieran apadrinar a The Pinetoppers, proponiéndoles una sesión de prueba en los estudios Stax, en Memphis, base de casi todas las operaciones de Atlantic en los estados de la antigua Confederación, merced al contrato de distribucióm exclusiva que había firmado Ahmet Ertegun con los capos de Stax, Jim Stewart y Estelle Axton.
Dicho y hecho, en octubre de 1962, The Pinetoppers, con Johnny Jenkins a la cabeza y Otis Redding en un discreto segundo plano, se encerraron en los estudios de McLemore Avenue para dar el do de pecho. Pero la audición no convenció a los responsables de Stax y el manager de la banda, Phil Walden –director, años después, del sello Capricorn–, convencido de las posibilidades de Otis Redding y apoyado por el hombre de Atlantic, Joe Galkin, le animó a registrar un par de temas, aprovechando los últimos minutos de la sesión. Así sucedieron los acontecimientos, según recuerda Jim Stewart: “Para ser honesto no puedo atribuirme ningún mérito en el descubrimiento de Otis Redding. Ese honor le pertenece, sobre todo, a Joe Galkin. Él había visto algo en Otis cuando estaba con Johnny Jenkins & The Pinetoppers, así que se las arregló para que también nosotros pudiéramos escucharle. Lo cierto es que no le habíamos prestado ninguna atención, ni siquiera sabíamos que Otis formaba parte del grupo, porque era el conductor de la camioneta y se ocupaba fundamentalmente de cuidar los instrumentos. Era un tipo tímido y tranquilo, muy reservado. Pero cuando no sucedió nada excitante con The Pinetoppers y todos nos disponíamos a volver a casa, Joe insistió en que le diéramos una oportunidad. Algunos músicos ya se habían ido, así que pusimos a Steve Cropper al piano, y créeme que Steve no sabía tocarlo, él era guitarrista. Grabamos ese número, ‘Hey hey baby’, que había escrito Otis, pero no nos llamó demasiado la atención porque sonaba exactamente igual que Little Richard. Pero Joe nos aseguró que Otis también tenía una balada y que la podía cantar. Le dije ‘Muy bien’, y registramos dos tomas de esa balada. Era ‘These arms of mine’ y de verdad sonaba diferente, como si cantara con el alma. Aunque, a decir verdad, tampoco entonces nos dimos cuenta de que teníamos delante de nosotros a una futura estrella”.
EL ESTILO DE OTIS
No obstante, Otis Redding firmó como artista de Stax y el single ‘Hey hey baby’/‘These arms of mine’ apareció a principios de 1963, inaugurando el catálogo Volt. En aquellos años, la suerte de un principiante dependía tanto de su propio talento como de los esfuerzos promocionales de su editora y de la ayuda de las emisoras de radio locales, que ejercían de poderosos intermediarios con el público. Muchos de los disc-jockeys de la época se convirtieron en importantes artistas, como el bluesman B. B. King o el cantante Rufus Thomas, uno de los pioneros de Stax. Otros continuaron descubriendo talentos desde el micrófono y, eventualmente, desde la trinchera, como productores y/o ejecutivos de discográficas más o menos influyentes. Este fue el caso de John “John R” Richbourg, auténtico baluarte del soul sureño gracias a su decisivo trabajo en la emisora WLAC de Nashville y en los sellos Rich, Sound Stage Seven y Seventy Seven. Y John Richbourg, que había empujado a Stax a Steve Cropper, también dio el espaldarazo definitivo a Otis Redding al convencer a Jim Stewart de las enormes posibilidades comerciales de la cara B del single, ‘These arms of mine’, y al ocuparse él mismo de pinchar el disco en su programa una y otra vez, hasta encaramarlo al Top 20 nacional de rhythm & blues.
A fines de 1963, tras publicar su segundo single en Stax, Otis debutó en el Teatro Apollo de Harlem, recibiendo su bautismo de fuego en el templo sagrado de la música negra, y a principios del año siguiente adaptó ‘Tuler of my heart’, el clásico de Allen Toussaint popularizado por Irma Thomas, y lo convirtió en uno de sus temas más recordados, ‘Pain in my heart’, que daría título a su primer elepé en sello de McLemore Avenue. En 1964 Otis Redding ya era una de las referencias nacionales de Stax y contaba con el respaldo de la poderosa maquinaria artística de la compañía, los compositores Isaac Hayes y David Porter y el pianista Booket T. Jones, el guitarrista Steve Crooper, el batería Al Jackson Jr. y el bajista Donald “Dusck” Dunn, o, lo que es lo mismo, Booker T & The MGs, los artífices en la sombra del soul pantanoso, afilado y vibrante de la ciudad de Memphis. Redding enfilaba su madurez como compositor y vocalista alentado por quienes serían sus grandes amigos, Phil Walden y Steve Cropper, que firmaron con él varios de sus clásicos, desde ‘Come to me’ (coescrito con Walden y con Johnny Jenkins a la guitarra) hasta ‘Mr. Pitiful’. Al mismo tiempo, cultivaba sus extraordinarias cualidades como baladista, en la estela de otro de sus grandes ídolos juveniles, Sam Cooke, en cuyo repertorio buceó con singular inspiración, como atestiguan sus memorables interpretaciones de ‘You send me’, ‘A change is gonna come’, ‘Chain gang’, ‘Shake’ o ‘Cupid’, entre otras.
Stax consolidaba su prestigio y hegemonía en el soul sureño al ritmo de los éxitos de Otis Redding: el elepé “The great Otis Redding sings soul ballads”, el single ‘I’ve been loving you too long’, una balada emocionante en la que su voz chorrea sentimiento, el ya citado ‘Respect’, que Aretha Franklin llevaría hasta el número uno dos años después, y, por fin, el álbum “Otis blue/Otis Redding sings soul”, aún hoy considerado uno de los hitos del soul de todos los tiempos. Ninguno de estos acontecimientos le hizo perder el control ni alteró su carácter o su manera de trabajar, como recuerda Al Bell, que se incorporó a la vicepresidencia de Stax en 1965: “Otis Redding fue mi corazón. Nuestra asociación comenzó antes de que yo me incorporase a Stax, cuando trabajaba como locutor en la emisora WLOK de Memphis. Él acababa de publicar ‘Pain in my heart’ y yo promocioné algunos de sus conciertos, así que llegamos a establecer una buena amistad. Lo que más me impresionaba era su humildad: su autenticidad y su sinceridad crecían en paralelo a su popularidad como artista”.
En 1966 Stax publicó otros dos álbumes excitantes, “The soul album” y “Complete & unbelievable… The Otis Redding dictionary of soul”, pero aún no había llegado la época de los discos conceptuales y los cantantes de soul edificaban su carrera a golpe de single, una asignatura en la que Otis siempre rozaba el sobresaliente. ¿Quién no recuerda su particular revisión de ‘Satisfaction’, el grito de rebeldía de The Rolling Stones, cuya autoría incluso llegó a atribuirse al propio Otis, o la inolvidable ‘Fa-Fa-Fa-Fa-Fa (Sad song)’, compuesta por Steve Cropper, pura energía country-soul, o su rendida interpretación del viejo rompecorazones ‘Try a little tenderness’? Detrás de cada una de ellas había una historia divertida, una muestra de los que Steve Cropper llamaba “el estilo de Otis”: “se me ocurrió pensar en que podíamos grabar una buena versión de ‘Satisfaction’. Estábamos en el estudio y salí un momento a la tienda que había en la fachada de la compañía (Satellite Records Shop) para comprar una copia del disco de The Rolling Stones. Mientras la banda y Otis lo escuchaban, fui transcribiendo los textos para que Otis, que no conocía la canción, la pudiera cantar, y finalmente la grabamos. Date cuenta que Otis no dice ‘Satisfaction’, sino ‘Satisfashion’ (juego de palabras entre ‘Satisfaction’, satisfacción, y ‘Fashion’, moda). No me preguntes por qué lo cambió, simplemente es el estilo de Otis, su diccionario del soul. ‘I can’t get no Satisfashion…’, me encanta, Otis era único”.
El genio de Otis radicaba en la aparente comodidad con que siempre encaró las tareas más complicadas: para un negro del sur era casi imposible atravesar las feroces barreras de intolerancia racista impuestas por la sociedad blanca; la independencia económica y profesional eran retos poco menos que titánicos, que tan solo habían afrontado con éxito antes que él figuras de la talla de Sam Cooke, Ray Charles y James Brown. Pero Otis restaba importancia a sus pasos de gigante y prepara los proyectos más ambiciosos escondido detrás de su fachada de tímido y bonachón chico de provincias. Así lo recuerda Phil Spector: “Cuando hablé por primera vez con Otis Redding me dijo:
–Hey, Phil, ¿cuánto tiempo hace que conoces a Omelet?
Yo sencillamente me eché a reír porque le había llamado “Omelet” (tortilla) cuando sé que su nombre es Ahmet y no Omelet.
–Unos siete años. Omelet sencillamente es demasiado, es demasiado.
–Sí, vaya si lo es.
Después de haber mantenido esta conversación con Otis, fui a ver a Ahmet Ertegun y le dije:
–Oye, Ahmet, ¿cuánto tiempo hace que conoces a Otis?
–Oh, hace unos tres años.
–¿Entonces sabes que te llama Omelet?
–Eso es, chico. Ya sabes, me llama Omelet y nadie quiere herir sus sentimientos diciéndole que mi verdadero nombre es Ahmet. Otis no era un estúpido tipo de color. Como sabes, era un tipo listo que sabía de lo que iba. Si se hubiese enterado de que su verdadero nombre era Ahmet y no Omelet, seguro que se habría sentido muy mal…
El pobre muchacho le siguió llamando Omelet el resto de su vida”. Y no, desde luego que Otis no era “un estúpido tío de color”. Según cuentan Phil Walden y Steve Cropper, le divertía referirse a Ahmet Ertegun como Omelet (y seguro que le habría divertido aún más saber que un personaje tan engreído y extraño como Spector no se atrevía a corregirle la pronunciación).
EL FINAL
En 1967, consagrado como uno de los epítomes del soul, grabó con Carla Thomas un álbum de duetos, “King & queen”, participó en el festival pop de Monterrey junto a figuras del rock como The Who, Janis Joplin o Jimi Hendrix, y registró un par de directos, “Live at Whiskey A-Go-Go” y “Live in europe”. Y aún tuvo tiempo para dedicarse a su propio sello, Jotis Records, que había inaugurado a fines del año anterior con una producción de su protegido Arthur Conley, el single ‘Sweet soul music’, basado en el viejo tema de Sam Cooke ‘Yeah man’.
Agotado por tan intensa actividad, el mes de julio de 1967 Otis tuvo que operase de nódulos laríngeos y guardar reposo durante un par de meses. Aprovechó este tiempo para madurar la vieja idea que había compartido con James Brown y Solomon Burke: construir unos estudios de grabación a imagen y semejanza de Stax, y con The Bar-Kays como banda de la casa, en su propio rancho The Big O, de Macon, y crear una fundación para mejorar las condiciones de trabajo y los seguros sanitarios de los cantantes y músicos negros. También preparó algunos cambios en su carrera, influido por el golpe de timón de Bob Dylan hacia el folk eléctrico; el 7 de diciembre grabó seis tomas de una balada extraordinaria que había compuesto al alimón con Steve Cropper, ‘(Sittin’ on) The dock of the bay’, en un estilo que a él le gustaba denominar soul-folk. Tres días después subió con todos The Bar-Kays, excepto el bajista James Alexander, al aeroplano que debía trasladarles al Medio Oeste para ofrecer un concierto. Los motores fallaron a mitad de camino, y el aparato cayó a las heladas aguas del lago Monoma, cerca de Madison, Wisconsin. Tan solo sobrevivió el trompetista de la banda, Ben Cauley.
El funeral de Otis Redding, como el de Sam Cooke tres años atrás, congregó a las estrellas más rutilantes del universo soul de la época: Joe Tex, Joe Simon –a quien todos señalaban como su sucesor–, Johnnie Taylor, Solomon Burke, Percy Sledge, Don Covay y Sam Moore, de Sam & Dave, se turnaron para transportar a hombros su féretro. En marzo de 1968 se publicó el single ‘(Sittin’ on) The dock of the bay’, su primer número uno en las listas norteamericanas.
Unos días después, Martin Luther King caía asesinado en el motel Lorraine de Memphis, muy cerca de los estudios de Stax. El sueño de la integración y la hermandad raciales se desvanecía por momentos. Y la música soul, huérfana de su principal icono fuera y dentro de la comunidad negra, encaraba la recta final de la década prodigiosa y el fin de sus años gloriosos como primer referente cultural de la comunidad negra estadounidense.
UN MÚSICO SIN IGUAL
Otis Redding nació en el corazón de la América profunda, ese sur rural, racista y conservador que fue la cuna del blues, el jazz y el soul. Sus grandes influencias fueron ilustres paisanos suyos, Little Richard y James Brown, y los dos gigantes que anticiparon la génesis de la soul-music, Ray Charles y, sobre todo, Sam Cooke. También, y por supuesto, el gospel, esos inflamados cantos religiosos que aún hoy conforman la mejor escuela musical de la juventud negra.
Pero la auténtica escuela de Otis Redding fueron Johnny Jenkins & The Pinetoppers, una banda que siempre se cita tangencialmente en las enciclopedias por su relación con el autor de ‘Respect’, y de la que merece la pena recuperar un álbum colosal, “Ton-Ton macoute”, publicado en 1970 en el sello Capricorn, que fundara su viejo manager Phil Walden.
Una vez incorporado a Stax, Redding contó con el apoyo absoluto de los esenciales Booker T & The MGs y, casi al final de su carrera, de The Bar Kays, una excelente banda que había rozado el cielo con un instrumental infeccioso, ‘Soul finger’, y que quedó diezmada tras el accidente aéreo que acabó con la vida de Otis. El bajista James Alexander, que se quedó en tierra por falta de plazas, reorganizó The Bar-Kays y los dirigió hacia las aguas del rock negro y del funk, con álbumes como “Gotta groove” (Stax, 1969) y “Black rock” (Stax, 1970).
Una vez desaparecido Otis Redding, muchos pensaron que su discípulo Arthur Conley recogería el testigo, pero Conley era un vocalista de limitado registro que había tocado techo con ‘Sweet Soul Music’ y que nunca volvió a brillar al mismo nivel, desapareciendo en el circuito de la nostalgia.
También intentaron emularle dos de sus hijos, Dexter y Otis III, que formaron The Reddings junto a su primo Mark Lockett. Pero ni su decepcionante debut en CBS (“The awakening”, 1980) ni su versión deshuesada de ‘(Sittin’ on) The dock of the bay’ (1982) convencieron al ejército de nostálgicos que aún guardaban viva la memoria del único e irreemplazable Otis Redding.