Tom Petty and The Heartbreakers
She’s the one
1996, WARNER BROS
Texto: JUANJO ORDÁS.
El pecado de un trabajo como She’s the one fue nacer entre dos obras maestras, lo cual le condenó a morir emparedado entre esos titánicos álbumes llamados Wildflowers y Echo. Además, el hecho de presentarse como banda sonora de una mediocre película tampoco ayudó demasiado a que alcanzara la trascendencia que bien habría merecido. Estamos hablando de un autor que se encontraba en una cima artística (que todavía no ha abandonado) y que, por aquel entonces, se había reafirmado como cabeza pensante de su trayectoria, habiendo demostrado a los Heartbreakers que no eran más que su soporte.
Corría 1996 cuando Petty y sus Heartbreakers parieron esta obra maestra, guiados por la sabia mano del productor Rick Rubin (el nuevo productor de Dylan, por cierto). Es importante, fundamental, acercarse a esta colección de canciones sin pensar en ninguna B.S.O., pues su identidad es la de una obra robusta y no la de temas creados para el celuloide. ¿Qué llevo a Petty a editar semejante muestrario de maestría en dicho formato? Ni idea, pero lo que consiguió es sepultar algunos de los mejores momentos de su cancionero. Alguien que no esté iniciado en la obra del rubio autor podría pensar que se trata de un “greatest hits”, por su calidad y variedad. Petty pasa de la calidez dylaniana al rock and roll rítmico con más facilidad que en anteriores entregas, quizá consciente de la libertad que le otorgaba un proyecto menor que crecería hasta madurar en glorioso compendio musical.
Desde la inicial “Walls” (que aparece en dos versiones, a cual mejor) hasta el tema instrumental que cierra el álbum, Petty y sus Heartbreakers ofrecen un sublime catalogo de rock clásico. Baladas perfectas (“Angel dream”), visitas a repertorios antagónicos (“Asshole”, de Beck) o no tanto (“Change the locks”, de Lucinda Williams) o rockabilly agresivo (“Zero from outter space”) se dan la mano con clásicas composiciones propias de su autor como la preciosa “California” o la épica “Grew up fast”. Hay quien podrá contemplar en dicha variedad un surtido deshilachado, pero nada más lejos de la realidad. Precisamente, uno de los puntos fuertes del disco es la sólida cohesión de la que hace gala, alejando su concepto del típico recopilatorio de descartes y similares.
Lo divertido de casos como el que nos ocupa es que el oyente tiene la oportunidad de desenterrar un verdadero tesoro. Un tesoro hundido en una de las discografías más sólidas que se hayan dado jamás en el rock americano, lo cual, en parte, ha facilitado el olvido de este memorable She’s the one.