The Bardots
«V-Neck»
CHE/GREEN UFOS, 1995
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Intensos, melodramáticos, apasionados. Y elegantes. Así eran The Bardots, una banda que posiblemente no les suene en nada al grueso de lectores asiduos de esta publicación, pero que al mismo tiempo sirve para ejemplificar, una vez más, los estragos que la caprichosa prensa musical británica es capaz de hollar en carreras que merecerían mejor suerte. Muchas cosas al respecto podría decir también Luke Haines (The Auteurs), quien sabe como pocos lo que es verse elevado a los altares para, en el plazo de un par de años, caer en la más absurda opacidad mediática, pero esa es otra historia… El caso es que esta estupenda banda de Norwich, capitaneada por Simon Dunford, fue otro más de los juguetes rotos de los semanarios musicales de su país. Su álbum de debut, «Eye-Baby», publicado en 1992, les situó como firmes aspirantes a «next big thing», adalides como eran de una propuesta delicada, corpórea y con anclajes en la tradición más reciente de la independencia británica (Echo & The Bunnymen, The Smiths, Felt, Lloyd Cole & The Commotions), en un panorama que se recuperaba de la resaca del sonido Manchester y de la manifiesta incapacidad de algunos aspirantes (caso de los estimulantes pero irregulares The Sundays) a ocupar con garantías el trono que Morrissey y compañía habían detentado en el pasado.
Lo curioso es que cuando «V-Neck», su segundo y último disco, vio la luz tres años más tarde, casi nadie se acordaba ya de ellos. Y eso que superaba con creces a su predecesor, por cuanto suponía una versión corregida y aumentada de todo lo apuntado hasta entonces. La hipnotizante ‘English Lovers’, la acerelada ‘Carrion’, la oceánica ‘Skin-Diving’, la contagiosa ‘Bad Feeling’, la grácil ‘Feeling Juvenile’ o la torturada ‘Violent Love’ (grandísima canción, otra vez con la sombra de Morrissey y Marr presente) eran sólo algunos de los argumentos de peso para trascender muy por encima del secundario plano que ocuparon. Y son también motivos más que de sobra para redescubrirlos, sobre todo si tenemos en cuenta que bandas como Doves, British Sea Power o The Butterflies of Love, por poner sólo tres ejemplos, han podido gozar de un predicamento algo mayor (nada del otro mundo, cierto, quizá en la era de saturación informativa cibernética que vivimos también la suerte de The Bardots hubiera sido algo mejor) con mimbres muy similares.
La huella del grupo apenas pudo seguirse en temporadas sucesivas en Polak (la banda surgida de las cenizas de Adorable, quienes contaban con su guitarrista, Krzysztof Fijalkowski, en sus filas) y más tarde en alguna iniciativa nostálgica, como el concierto de reunión que ofrecieron en enero del 2009 para celebrar los 20 años de su primera noche sobre un escenario en la misma sala en la que debutaron, el Wilde Club de Norwich. Sin ser merecedores de la eternidad, sí se puede decir de ellos sin rubor que darían sopas con honda a muchas de las bandas británicas que en la última década han hecho correr ríos de tinta.
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