«En ‘Confidencial’, los hasta ahora adolescentes (pero no niños, que nunca lo fueron y sus letras tenían mordiente) están en pleno paso a la edad adulta y de ello trata prácticamente la mitad de los temas»
Tequila
«Confidencial»
ZAFIRO, 1981
Texto: JUAN PUCHADES.
1981. Por cuarto año consecutivo el quinteto Tequila publica nuevo elepé. En esta ocasión el que, a la postre, sería el último: la vida disipada de la mayoría de sus componentes y las disensiones entre Alejo Stivel y Ariel Rot, los dos compositores principales, alrededor de la línea programática que debía definir en el futuro al grupo, forzaron la ruptura. Problemas, esencialmente, de crecimiento. Lo más paradójico es que, escuchado treinta y un años después, el tremendo «Confidencial» giraba en gran medida alrededor de, precisamente, el crecimiento…
Retrocedamos un poco: Tequila, surgido en 1977, fue un grupo que sin proponérselo cubrió una vacante en el rock español, la del rock adolescente, divertido y colorista, algo así como unos Rolling Stones (de los que bebían musicalmente) imberbes y de acento porteño. Poco importa que Ariel y Alejo acarrearan a sus espaldas la tradición del rock argentino: aquella poesía tan propia no se dejaba traslucir en sus letras (si acaso en alguna del primer elepé, como ‘Abre el día’, escrita por Rot), lo suyo era la inmediatez de los textos clásicos del rock, los de chicas, chicos y sus cosas, los de urgencias sexuales y correrías callejeras. Sin más complicaciones. Canciones juveniles para pasar el rato, no para responder a elevadas cuestiones filosóficas. Justo lo que hacía falta en aquel tiempo en el que el rock urbano de Asfalto, Topo o Leño se desarrollaba para el oyente más adulto y dado a perderse en pasajes progresivos, y la desfachatez de Burning o Ramoncín andaba destinada a veinteañeros que ya sabían de la vida. Pero para los más jóvenes Tequila cubrió un espacio necesario: el de mostrar el camino del buen rock and roll. Porque lo que practicaba el grupo siempre tuvo calidad a raudales y lo suyo era una generosa puerta abierta a descubrir otros sonidos (que luego se consiguiera, silenciado el mensaje por los gritos de fans entregadas, ya es otra historia).
«Rock n’ roll» (1979), el segundo larga duración, es merecidamente fijo en las típicas listas de lo mejor de la historia del pop local. Pero Tequila no debe quedar reducido a ese único álbum: el primero, el deslavazado «Matrícula de honor» (1978), es un gran tratado de rock fogoso apuntando hacia muchos sitios mientras se buscaba la propia identidad, y el tercero, «Viva! Tequila!» (1980), tras haber sentado las bases de su sonido en el segundo, es un magnífico heredero de aquel, con solidas canciones y vigorosa producción. El cuarto, «Confidencial», es un trabajo de evolución y cambio que parece apuntar al futuro.
En «Confidencial» los hasta ahora adolescentes (pero no niños, que nunca lo fueron y sus letras tenían mordiente) están en pleno paso a la edad adulta, y de ello trata prácticamente la mitad de los temas: ‘Me voy de casa’ deja claro desde el título sus intenciones emancipatorias («Era inevitable, tenía que ocurrir, / ahora soy yo mismo quien decide por mí, / cogeré mis cosas y me largo ya / hogar, dulce hogar, no me lo creo más»); ‘Ya soy mayor’, es una hermosísima balada sobre el crecimiento («Cuando pienso en el tiempo que pasó, /desde que era un niño hasta hoy, / tenía otro cuerpo y otra voz / y sonreía en la ventana bajo el sol»); en ‘Dónde está mi brújula’, tras un trasfondo de gran cogorza nocturna, gravita la desorientación propia del tiempo de cambio («estoy queriendo volver a mi casa otra vez, / pero el camino de vuelta perdí. / ¡Me perdí!»); ‘Estoy en la Luna’ gira alrededor de ese saber que el tiempo ha pasado pero te niegas a reconocerlo, aunque todos te lo recuerdan, novias, amigos y padres («Mis amigos preguntan qué va a ser de mí, / no tengo futuro ni porvenir / ya se han cansado y toda su ilusión es un buen sueldo / y una profesión»).
En lo musical, el camino de «Confidencial» también parecía llevar al grupo hacia adelante, complicándose la vida en arreglos más elaborados, introduciendo vientos y cuerdas (espléndidas en ‘Ya soy mayor’), dándole importancia a los teclados (contando para ello con Mike Gallagher, ¡el teclista de los Clash!, en dos temas: ‘Salta!!’ y ‘Número uno’) y facturando una producción compacta (de ellos mismos y Peter McNamee, que ya había colaborado en «Viva! Tequila!») que resaltaba la brillantez y pericia instrumental de una banda con los pies bien asentados en el rock, como demostraban en la intensa triada con la que arranca el álbum: ‘Me voy de casa’, ‘Nena’ (canción tequilera al cien por cien, con modélico riff de guitarra rockero y la suma de sección de vientos) y ‘No me dejes solo’, a la que se añade en la segunda cara del elepé la floja ‘Esta chica no es para mí’ (el peor tema del disco, con una letra bastante sonrojante).
En «Confidencial» también hay, cómo no, pop efervescente, representado por ‘Número uno’, canción en la que Alejo Stivel, sacando tonos graves en la recta final, demuestra que es un vocalista versátil e intenso al que nunca hemos reconocido suficientemente sus méritos. Entre las otras novedades rítmicas que aportaba este elepé estaban esos ecos de la impronta de los Clash que se filtran en la torrencial ‘Qué pasa conmigo’ y el ska de ‘Salta!!’ (aunque en discos anteriores ya se habían aproximado al reggae, en ‘El barco’ y ‘No llores’). Incluso por vez primera los elementos latinos (de una ranchera, concretamente) tienen cabida en una canción de Tequila, es en ‘Estoy en la Luna’, la única a la que Ariel puso voz solista en toda la discografía del grupo.
Para la historia queda un disco intenso que parecía mirar a un futuro esperanzador, en el que Tequila podía seguir contando, aportando y desarrollándose. Pero no hubo futuro, «Confidencial» fue el canto del cisne: dos años después el grupo se desvanecía en silencio. Hubo que esperar a 1999 para que unas pocas canciones inéditas, registradas en una maqueta de lo que iba a ser el quinto disco, vieran la luz.
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