Moris
“Treinta minutos de vida”
MANDIOCA, 1970
Texto: JUAN PUCHADES.
En 1966 Moris Birabent había registrado con su grupo Los Beatniks la que se considera primera grabación del rock argentino (tal y como lo conoceríamos, como género con entidad propia), ‘Rebelde’. Un año más tarde, ‘La balsa’ –el single incluía en la cara B un tema de Moris, ‘Ayer nomás’–, de Los Gatos, cambia radicalmente los esquemas de la música joven argentina y abre la puerta a todo un movimiento.
Así, cuando aparece el primer LP en solitario de Moris, este «Treinta minutos de vida» nunca editado en España, el rock argentino ya es una realidad: Los Gatos tienen varios LPs y están separándose, el propio Litto Nebbia, el líder de éstos, ha grabado en solitario, Almendra, Manal y Vox Dei también han lanzado sus primeras obras. Pero Moris se toma las cosas con calma –esa será una de sus señas de identidad, su ritmo pausado: en 45 años de actividad profesional solo ha publicado once LPs– y graba su debut entre 1967 y 1970. Lo edita, cómo no, Mandioca, el sello independiente que aglutina a casi todo el nuevo rock.
Los tres años de grabación sirven para dar forma a un álbum marcadamente hippie, de conciencia humanista y pacifista en el que sorprenden los textos: Poesía social y urbana que mira ensoñadora al mundo rural. En el aspecto musical, Moris consigue que todo suene muy natural, con guitarras acústicas en primer plano, incorporación de aires jazzísticos o de bolero, ecos brasileños y formalismo netamente rock. Birabent no solo estaba cimentando las bases de lo que un par de décadas después conoceríamos como rock latino, estaba escribiendo, con coherencia en aquellos años de convulsa Latinoamérica, canción comprometida, con su poso de rabia y su bastante de ingenuidad (vista desde la distancia temporal).
También se investiga en el estudio buscando soluciones originales: para ‘El piano de Olivos’ se doblan dos pianos, pero en la mezcla última se desincronizan; en ‘Pato trabaja en una carnicería’ se rasga un cepillo sobre un papel, las voces solistas se incorporan muy en primer plano, algo por lo que Moris será criticado, las segundas voces se introducen con originalidad, tienen peso musical propio.
‘El oso’, el corte que abre el LP, se escribió de tirón con la idea de que fuera una canción infantil, sin embargo resulta un claro manifiesto ecologista (que llegó a vender 30.000 copias en su lanzamiento como single). ‘Pato trabaja en una carnicería’, es un fiel retrato del aburguesamiento: El fin de las ideologías antes de que se hablara del asunto. ‘De nada sirve’ es una enloquecida improvisación de casi ocho minutos sobre una base blues. ‘Ayer nomás’, solo con guitarras, refleja desde la bohemia el pesimismo de la generación del 68. ‘Esto va para atrás’ podría ser un estándar pero la letra jamás la cantaría un melódico al uso. Por último, ‘Escúchame entre el ruido’ es un bello canto antimachista.
Son solo ocho temas (en la reedición en CD se añadieron otros tres), pero no hacía falta mucho más: Con ellos Moris se confirmó como un compositor rotundamente original, a su aire, alejado de los patrones convencionales. El escritor de canciones que, con el tiempo, sería uno de los más sensibles y certeros escritores de rock en castellano de todos los tiempos, alguien que, como Litto Nebbia, supo entender en el momento preciso que las fronteras del rock son imposiciones que coartan la creatividad, que la letra de una canción era algo más que un mero estribillo fácil de recordar y tararear.
Nunca hay que olvidar a Moris y conviene regresar a él periódicamente: Ayuda a poner los pies en el suelo y a refrescar ideas y conceptos.
[Este texto es una versión revisada del publicado en EFE EME 62, de octubre de 2004]
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