Operación rescate: Luz

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«Es el sexto disco de Luz Casal. Lo publicó hace la friolera de veintiún años. Lo sigo escuchando como si lo hubiera editado hace unos meses porque esas guitarras no envejecen a pesar de la edad»

Luz
«A contraluz»
EMI, 1991

 

Texto: JOSEMI VALLE.

 

En 1991 Luz Casal alcanza la cúspide de su aventura creativa. Tiene 33 años recién cumplidos cuando en noviembre publica «A contraluz». Quizá a muchos no les suene este disco, pero la cosa cambia si añado que es el elepé en el que anida ‘Piensa en mí’. Este megaéxito, hipertrofiado por su participación en la película «Tacones lejanos» de Pedro Almodóvar, eclipsó todo el resto del álbum.

El destino confabuló para que el disco más rockero en el árbol discográfico de Luz Casal se resuma dos décadas después como el trabajo en el que se hospedan los boleros ‘Piensa en mí’ y ‘Un año de amor’, ambas piezas destinadas originalmente a solemnizar la película del director manchego. A pesar de que Luz Casal era ya muy conocida, (venía de entregar una notoria trilogía de singles de su álbum anterior –’Loca’, ‘Te deje marchar’ y ‘No me importa nada’– que la habían elevado a la condición de artista multiplatino), la resonancia mediática de ‘Piensa en mí’ le permitió llegar a un público heterogéneo e introducirse directamente en el imaginario colectivo. Recuerdo haberle leído que el descomunal éxito de esa canción le provocó miedo. Terror a no controlar su calculada relación con los medios consistente en promocionar un disco durante unas semanas y desaparecer del mapa hasta el álbum siguiente, que podía tardar varios años en llamar a la puerta. Pavor a que su privacidad fuera saqueada.

Insisto en que fue tanta la repercusión de ese bolero y la sorpresa de cómo nuestra rockera por antonomasia acogía con maestría un género tan apartado de la ferocidad de las guitarras, que se puede afirmar que aquí se inaugura el escalonado giro copernicano que Luz Casal fue imprimiendo a su carrera. Pero «A contraluz» abrigaba muchas canciones de altísimo nivel inmerecidamente subestimadas por culpa del destello cegador de ‘Piensa en mí’. Temas muy rockeros. Auténticas cargas de dinamita sonora. El título del álbum es «A contraluz», pero estamos delante del disco más luminoso de Luz. Ahí está la palpitante, fantástica y saltimbanqui ‘Un pedazo de cielo’, una continuación estilística de ‘Loca’, con un riff pegajoso y un sonido vitaminado para dar cobijo a una sencilla loa a los amigos, la amistad entendida como la manifestación del cielo aquí en la tierra, el antídoto más eficaz contra el miedo y el sufrimiento. Imposible oír este tema de fuerza impulsora y permanecer impertérrito. Imposible que al alma y a los pies no le salgan alas. Imposible que uno no acepte la petición de Luz y se ponga a gritar junto a ella.

Ese optimismo radiante y ese dinamismo pulsional con el que Luz Casal abre el disco, y que tanto escasea en cualquier manifestación creativa, continúa sublimándose con ‘Se verá’, un medio tiempo de potente calma con el que metafóricamente se ondea un pañuelo blanco para despedir a la tristeza, inteligente adiós al abuso de introspección y a esos pensamientos intrusivos que intoxican la vida y frenan la llegada de la felicidad. El álbum coge velocidad con ‘Todo va bien’, nuevo corte vitaminado que anima a incubar sana ambición, valor y voluntad para ampliar las propias posibilidades, con una guitarra juguetona y serpenteante que se cuela por los tímpanos para insuflarnos exultación por todo el cuerpo. Sin tiempo para tomar resuello, suena a continuación una de las piezas más rockeras de toda la discografía de Luz Casal, la pletórica ‘A mil kilómetros’. Una guitarra despiadada y áspera acompañada de una batería hormigonada conducen una canción que habla del hombre ideal, la persona que encarna la seguridad y la carnalidad, pero que ahora está provisionalmente lejos y obliga a la protagonista, que lo rememora orgullosamente, a pertrecharse de paciencia hasta que vuelvan a encontrarse. Un cañonazo.

‘Es por ti’ adapta al castellano el tema ‘Boig per tu’ (‘Loco por ti’) del grupo catalán Sau, incluido en su vinilo del 90 «Quina nit». Luz lo rockeriza baladísticamente con una guitarra vigorosa y mejora el molde original. Su voz se ahorma a la perfección a este tipo de cadencia sonora que empieza a ser marca de la casa. Al año siguiente se subirá al escenario con los padres de la criatura para inmortalizarla en el doble álbum en directo «Concert de Mitjanit». La narrativa de la pieza es esa conducta de riesgo en toda relación sentimental que se resume en que «no puedo vivir sin ti». Mal asunto deducir algo semejante en vez de «contigo vivo mucho mejor». El siguiente corte, ‘Tal para cual’, vuelve a mostrar a una Luz rockera y con ganas de pelea en un didáctico texto firmado por Carmen Santoja. La Vainica Doble nos relata la sequedad pasional y el desgaste súbito que les ha provocado a dos personas arrogantes y proclives a la irascibilidad habitar el costumbrista hogar tras legalizar su amor. Canción pedagógica para los que confunden amor y convivencia.

‘Qué día es hoy’ es una balada de melodía difícil y crepuscular, que se aleja del estándar rockero y te trasporta a sensaciones encontradas. Desorientación vital que se soluciona con dejarse llevar, inercia solo validada por lo que momentáneamente decidan los sentimientos. Y llegamos al surco de la balada tremenda, ‘Es mejor que te vayas’, firmada por el líder de Hombres G, David Summers, que dos años después repite colaboración con Luz. El esquematismo de la letra sugiere un amor de montaña rusa cuyos vaivenes de plenitud y bajón te inducen a dejarlo y a exigirte la vana promesa de no volverte a enamorar para no correr estos riesgos ciclotímicos. Trece años después, su autor, en otro tema cedido a Luz para «Sencilla alegría», insistirá en estos dolores de cabeza, solo que ahora en la dirección contraria. En 2004 firma ‘No te vayas’, cerrando así una triada obsesivamente monotemática ideal para volverte majara: ‘Te deje marchar’, ‘Es mejor que te vayas’ y ‘No te vayas’.

Y alcanzamos los minutos cenitales del álbum, el instante en que Luz Casal se presenta como una tormenta eléctrica de verano para gritar basta ya, se acabó esto de transigir siempre, vete con tu orgullo allí donde te lo aguanten. Hablo de la poderosa canción ‘Tu orgullo’. La densidad del bajo marca una línea para que el tema adquiera un sonido grunge que te arrastra, electricidad agreste para darle airada puerta a un tipo que nunca da su brazo a torcer, un tipo que sufre la miopía de la soberbia y es incapaz de atribuirse a sí mismo alguna responsabilidad de que las cosas vayan mal. Es un tema sobresaliente, música y letra casan a la perfección, la rabia del relato se incrusta en la obesidad del bajo y en una guitarra beligerante.

Alcanzamos el capítulo final del disco. Se trata del sonido artesanal de los dos boleros citados anteriormente e incluidos en la melodramática «Tacones lejanos», ‘Piensa en mí’ y ‘Un año de amor’. Inicialmente Luz no iba a darles alojamiento en el disco, pero al final accedió a su inclusión para contrarrestar el excesivo aditamento rockero con que había aliñado el álbum. Como curiosidad apuntar que ambos boleros se grabaron en un solo día, un primaveral 12 de abril de 1991. Ahí empieza a sonar esa inconfundible guitarra española para tender una alfombra roja a ‘Piensa en mí’, el tema de Agustín Lara popularizado por Chavela Vargas. Ramalazo confesional y tremendismo sentimental en el que el amante sugiere a su interlocutor que, entre otras cosas y si lo desea, le quite la vida, puesto que «no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti». Es la demostración de que la versátil voz de Luz Casal puede pasar con probada eficacia del puñetazo a la caricia amartelada.

‘Un año de amor’ pone el definitivo punto final. El bolero, que alcanzó notoriedad en los sesenta en la voz de Mina, lo elige y lo adapta ahora Almodóvar para una secuencia célebre de su película. El personaje travestido protagonizado por Miguel Bosé y enmascarado en una peluca rubia lo canta con la voz prestada de Luz. Anticipación del arrepentimiento que inevitablemente llegará en la soledad de la noche por haber cortado una relación, y que pronostica la parte despechada con cierto regusto vengativo de amor de folletín. Con ese vaticinio concluye «A contraluz». Es el sexto disco de Luz Casal. Lo publicó hace la friolera de veintiún años. Lo sigo escuchando como si lo hubiera editado hace unos meses porque esas guitarras no envejecen a pesar de la edad. Creo que es su mejor trabajo de los doce que a día de hoy se apilan en su discografía.

Anterior entrega de Operación rescate: Zombies.

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