Operación rescate: «La vida mata», de Los Enemigos

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«Si este mundo fuera justo, aunque solo fuera un poco, estas trece canciones deberían considerarse patrimonio de la humanidad y estar protegidas contra desalmados»

 

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Los Enemigos
«La vida mata»
GASA, 1990

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Si este mundo fuera justo, aunque solo fuera un poco, las trece canciones (diez en su edición en vinilo) que integraban «La vida mata» deberían considerarse patrimonio de la humanidad y estar protegidas contra desalmados. Porque no solo se trata de la obra cumbre de una banda tan grande como Los Enemigos, sino que además supone la constatación, a principios de la década de los noventa, de que las canciones insulsas, cargadas de letras infumables y clichés cientos de veces repetidos, que habían dominado la década anterior tenían una respuesta contundente por parte del roquerío patrio.

El tercer disco de la banda liderada por Josele Santiago refleja la obsesión que este tenía entonces por la lectura de la Biblia y temas ocultos, entre los que se encontraba la vida más allá de la muerte o la comunicación con Dios. Más inspirado que nunca en la lírica, la música de la banda se torna hiriente, espinosa, afilada, callejera. Los temas se oscurecen y el grupo, como si de una bendita contradicción se tratara, brilla más que nunca.

Arrancan con ‘El gran calambre final’ y Josele mostrándonos una curiosa visión del apocalipsis, para continuar con ‘El fraile y yo’, una irónica canción basada en la obra de Fray Luis de León, probablemente el fraile más ateo de la historia. Aunque si algo marca «La vida mata» son probablemente las dos canciones que se integran en su parte central. Dos obras maestras indiscutibles que responden al nombre de ‘Desde el jergón’ y ‘Septiembre’. La primera es un auténtico canto a la frustración del perdedor sin consuelo. Terroríficamente cotidiana. Agresivamente real. La segunda, por su parte, basada en un caso real de suicidio que Santiago leyó en el periódico, parte de unos espléndidos riffs de guitarra para desde el sarcasmo mezclado con los sentimientos a flor de piel abordar el trascendentalismo de la vida.

Pero no acaba ahí la cosa. ‘La torre de Babel’, ‘Miedo’ o ‘Yo no quiero ser feliz’, lejos de quedarse atrás acaban dando forma a un álbum prácticamente perfecto. Su único problema es el silencio que deja tras su última canción. Aunque eso tiene fácil solución. Tócala otra vez, Sam.

 

Anterior entrega de Operación rescate: “¿Dónde jugarán las niñas?”, de Molotov.

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