OPERACIÓN RESCATE
“Ni la diáfana producción que diseñaron él mismo y Ariel Rot logra ocultar que estamos ante el disco ‘dark’ de Sergio Makaroff”
Sergio Makaroff
«La buena vida»
PDI, 1987
Texto: JUAN PUCHADES.
Sergio Makaroff grabó su primer single en 1979, al poco de haber aterrizado en España, y al año siguiente lanzó su elepé de debut, el memorable “Tengo una idea”. Dos años después fichó por Ariola, pero el contrato se saldó de malas maneras: con un único pero muy prometedor single y con nuestro particular héroe saliendo (jugosamente indemnizado, eso sí) por la puerta de atrás de la discográfica. Tuvieron que pasar cinco años para que viera la luz su segundo álbum, “La buena vida”, siete años después del primero. Mucho tiempo. Un disco que en ocasiones su autor ha explicado que logró grabarlo gracias al mucho dinero que había obtenido el sello barcelonés PDI con las ventas de El Último de la Fila (ironías del destino: Manolo García había sido batería de su primer grupo español). En realidad, PDI, a pesar de su bonanza, le proporcionó los fondos para registrar únicamente un maxisingle, pero con ese presupuesto consiguió grabar todo el álbum: el grupo tocando en vivo en una habitación de paredes desnudas y un estudio móvil de exteriores (El Camión) aparcado en la puerta. Lo importante es que lo puso en circulación, aunque en su momento casi nadie se enterara de ello y, además, fuera muy difícil de adquirir: más que un disco parecía una leyenda urbana.
“La buena vida”, si se compara con “Tengo una idea”, formalmente queda muy lejos, como si nos hubiéramos perdido algo (discos, probablemente). Pero si recordamos ese single bailable en Ariola (con ‘Loco por ti’ y ‘El nombre del juego’), las piezas encajan: Makaroff, en algún momento de su periplo musical, había abrazado la religión del funk, pero si en 1982, en aquellas dos canciones, se mostraba divertido y juguetón, en 1987 solo el ritmo parecía establecer un punto de unión, pues aquí iba a dejar sus letras más oscuras y duras. Y ni la diáfana producción que diseñaron él mismo y Ariel Rot (encargado también de las guitarras) logra ocultar que estamos ante el disco “dark” de un Sergio Makaroff inmerso en su periodo de adicción a las drogas.
Y loando las bondades del alcohol es como se abre “La buena vida”, con un ‘No estoy borracho’, al que podríamos aplicarle aquello de al revés te lo digo para que me entiendas. Una de esas canciones en las que Sergio hace gala de su proverbial sentido del humor: “Oye, ponme un carajillo, / pero que no esté muy cargado, / ya conoces mis costumbres, / soy un hombre moderado. / Bebo vino en las comidas / y cerveza por las tardes, / tragos largos por las noches / y champán al levantarme”. De paso, dejaba también un poco de filosofía etílica: “Me pregunto muchas veces, / ¿qué es lo bueno de beber? / Es que cuando bebes eres / como más te gusta ser”. Ahí queda eso. No sabemos qué pensará de tales versos el hoy completo abstemio y convencido de la vida sana Makaroff. Por cierto, que este tema, años después, Los Rodríguez lo incorporaron a su repertorio. A su vez, Sergio había incluído aquí una cadenciosa versión tirando a reggae de ‘Mil horas’: la primera conexión musical que desde España establecimos con la obra de Andrés Calamaro (quien en su “Por mirarte” grabó el ‘Loco por ti’ de Makaroff).
Letras esquivas son las que deja Sergio en ‘La bola azul’, en la que rapea con soltura alrededor de lo que tal vez sea un viaje tóxico, y en ‘Ellos’, con música muy rock de Ariel Rot, en la que habla de visitas interplanetarias. Mientras que en la ácida ‘Otro mundo’, abriendo la segunda cara y sacando su voz más huracanada, nos habla de “otro mundo / dentro de este mundo”. Pero hay más textos sugerentes, abiertos a las dobles interpretaciones, como en ‘Pies de tigre’, una sensacional creación a ritmo de swing que rompe completamente con la estética del disco. Con ella, su autor ya iba dejando claro que no estaba dispuesto a ceñirse a lo que puede esperarse de alguien afianzado en el pop rock, como se vería en sus siguientes trabajos, en los que, sin complejos, se ha ido dejando llevar por muy diferentes brebajes musicales.
Quizá la canción con el texto más evidente sea ‘Dosis de amor’, también a ritmo de reggae, en la que la heroína pasa por ser una enamorada: “Tengo temblores, frío y calor, / necesito una dosis, una dosis de amor, / ¿quién me la dará? / Busco una farmacia, busco una farmacia, / necesito un doctor, / si es que existe un remedio para el mal de amor, / para el mal de amor”. Una pieza grandiosa y perfecta (todavía habitual en sus directos), aunque pueda provocar algún escalofrío.
El corte más sorprendente de “La buena vida” es el crudo ‘Buscando empleo’ (también con música de Rot): otra muestra de funky, aquí para retratar una de las lacras de la España de aquel tiempo, ¡y de este!, el desempleo. Vamos, una canción de plena actualidad: “Buscando empleo, /es más fácil encontrar una aguja en un pajar”…
“La buena vida” nunca se ha reeditado, pero Sergio Makaroff lo regala desde su web. Así que solo hay que ir a este enlace para descargarse esta maravilla. No lo dudes.
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Anterior entrega de Operación rescate: “Conversaciones conmigo mismo”, de Juan Pardo.