OPERACIÓN RESCATE
«Un disco que contiene ‘El titiritero’, ‘Poco antes de que den la diez’, ‘En nuestra casa’, ‘Manuel’, ‘Tu nombre me sabe a yerba’, ‘Poema de amor’ y ‘Balada de otoño’ nunca podrá ser un disco menor»
Joan Manuel Serrat
«Joan Manuel Serrat (La paloma)»
NOVOLA/ZAFIRO, 1969
Texto: JUAN PUCHADES.
Dices Serrat y piensas «Mediterráneo». Es inevitable. Ese disco no es que marcara un tiempo y a un país (incluso a dos continentes), que lo hizo, sino que ha salpicado a oyentes de generaciones posteriores, fascinados por la perfección alcanzada en una obra atemporal, de aquellas imprescindibles en cualquier canon de música popular española que se precie. Sin embargo, resulta injusto limitar la vasta obra serratiana a un único álbum, pues en todos sus periodos se pueden repescar discos redondos (además, por supuesto, de ese sinfín de canciones desperdigadas a lo largo de toda su discografía, pues hasta en sus trabajos más irregulares se descubren tesoros en los que brota el genio). Entre ellos, y en su primera época, destaca el conocido como “La paloma” (a falta de título, la canción que lo abría terminó ejerciendo de tal), su primer LP en castellano (antes llevaba tres deslumbrantes en catalán), publicado solo unos meses antes que el soberbio “Dedicado a Antonio Machado, poeta”; el primero, por tanto, de composiciones propias en este idioma.
Editado en 1969, las canciones que incluye «La paloma» debemos deducir que Joan Manuel Serrat las compuso a los 25 años, o menos, dato a tener en cuenta pues lo primero que sorprende de ellas es su extraordinaria calidad literaria, definida por un completo dominio del lenguaje (no hablemos de poesía, aunque podríamos, sino de esmeradas letras de canciones, de una altura inédita), pero particularmente por esa mirada madura, y de una lucidez escalofriante, que las recorre, llamativa en alguien de aquella edad (esto es una barbaridad, cierto, pero pensemos en canciones escritas hoy por jóvenes de 25 años, incluso de 35; sí, por comparación, es para echarse a llorar).
Serrat, además hace gala de un universo temático complejo y variado, y lo mismo aborda con ingenio el horario de regreso a casa de las chicas de la época en la memorable y juvenil ‘Poco antes de que den las diez’ (y su historia de amor siempre interrumpida por el reloj, tan brillantemente narrada desde los tiernos versos iniciales: «Te levantarás despacio / poco antes de que den las diez / y te alisarás el pelo / que con mis dedos deshilé, / y te abrocharás la falda, / y acariciarás mi espalda / como un ‘Hasta mañana'»), que describe con serena emoción contenida el final de una relación en ‘En nuestra casa’, poniéndose en el alma del que ha vivido el dolor y el abandono. Pero también aflora el escritor comprometido en la sobria ‘Manuel’, certero lienzo de posguerra rural que enlaza con el fresco social encuadrado en ‘En cualquier lugar’, relato de emigración, tan constante en la España de la década de los 60. Del mismo modo, Serrat, el joven Serrat, podía construir un canto de amor primaveral como el de la gozosa ‘Tu nombre me sabe a yerba’ (aquí hay que decirlo, ¡y ya es decir!, que la versión que grabó Marisol superó a la del autor, pero es que Marisol en vena, era mucha Marisol. Una de esas canciones que, en la voz de cualquiera de los dos, logra que las penas se olviden y las borrascas interiores se disipen), para pasar a describir la estación más triste del año con mano maestra en la fascinante ‘Balada de otoño’ (no, no conviene escucharla inmediatamente después de ‘Tu nombre me sabe a yerba’, o el bienestar alcanzado se irá al garete y la melancolía atrapará irremediablemente al oyente). También, como si tal cosa, podía enhebrar una filigrana tan bella como la de ese entregado ‘Poema de amor’.
En todo caso, no descuidemos destacar las melodías de estas canciones, meticulosas, inspiradas y perfectas compañeras de las letras, describiendo y subrayando impecablemente cada línea argumental. Tampoco conviene echarlo todo al haber del Serrat compositor, que el intérprete no estaba mudo y andaba evolucionando desde las primeras modulaciones de influencia francesa hacia una naturalidad propia de ascendencia pop que acabaría por eclosionar, sí, en «Mediterráneo» y que definirían escuela.
Los arreglistas de «La paloma» (en una grabación realizada en los estudios Fonit-Cetra, de Milán, como tantas de aquel tiempo del sello Zafiro), fueron, ni más ni menos, que un joven Ricard Miralles y un Juan Carlos Calderón que comenzaba a abandonar el jazz para foguearse en la música popular. Ambos diseñaron unos arreglos orquestales sobrios, todavía emparentados con la chanson y con esa cosa seria que se le suponía a la canción de autor, pero alentados por el pop y ambientando con tiento las diferentes temáticas abordadas por el cantautor.
Un disco que contiene ‘El titiritero’, ‘Poco antes de que den la diez’, ‘En nuestra casa’, ‘Manuel’, ‘Tu nombre me sabe a yerba’, ‘Poema de amor’ y ‘Balada de otoño’ nunca podrá ser un disco menor, de ninguna manera… Incluso la única versión ajena, precisamente ‘La paloma’, canción del argentino Carlos Guastavino sobre un poema de Alberti, es un buen preludio de lo que nos depara la escucha. Para rematar, la edición en CD de 2000 incorporó entre otras rarezas (versiones alternativas de ‘Manuel’ y ‘Poco antes de que den las diez’) el single que contenía ‘Tiempo de lluvia’ (compañera argumental de ‘Balada de otoño’) y la hermosa pero tristísima ‘Penélope’, inigualable y emotiva pieza mayor (musicada por Augusto Algueró) en la que Serrat enseña cómo construir canciones narrativas sobre personajes, de esas de presentación, nudo y desenlace.
Definitivamente ya no se hacen discos así. Escucharlo de nuevo es una invitación a revisar (ejercicio tan necesario en su caso) los viejos álbumes de Serrat, esos que son como un bálsamo contra tanta mediocridad actual y un nutritivo alimento espiritual y sentimental. Cualquier día traemos a esta sección alguna otra de sus obras, seguro.
–