OPERACIÓN RESCATE
«Desde este primer elepé demostraron que tenían algo que a muchos de los grupos del momento les faltaba: sonido, actitud, ideas claras y canciones, enormes y contundentes canciones»
Ilegales
«Ilegales»
1982, SFA
Texto: JUAN PUCHADES.
Tras una impactante fotografía con el color clásico de Ouka Lele en los primeros ochenta, se amaga todo un torpedo sonoro: el debut de Ilegales, la banda liderada por Jorge Martínez (en la actualidad más conocido como Jorge Ilegal). Un proyecto nacido tras experiencias anteriores bajo los nombres de Madson y Los Metálicos. Aunque Martínez había debutado años antes en las típicas orquestas con las que recorría Asturias. Pero lo suyo era el rock y, hacia 1977, el punk y la new wave le dieron la clave, y la oportunidad, para desarrollar musicalmente su propio sonido: marcado por su dúctil pero identificativa guitarra eléctrica (suave, espesa o brutal, según la necesidad de cada tema, siempre sonando a él) y su peculiar y rasgada voz.
Con frecuencia, Martínez ha asegurado que lo de Ilegales no tenía nada que ver con La Movida, que ellos sabían tocar y que todo aquel movimiento le daba bastante asco. Sea como fuere, Ilegales surgieron en ese periodo e históricamente a él pertenecen, aunque bien es cierto que desde este primer elepé demostraron que tenían algo que a muchos de los grupos del momento les faltaba: sonido, actitud, ideas claras y canciones, enormes y contundentes canciones. Como la que da el pistoletazo de salida del álbum, la perfecta ‘Tiempos nuevos, tiempos salvajes’, que si hace tres décadas, cuando Thatcher y Reagan campaban a sus anchas asfaltando el planeta de conservadurismo, era un himno de combate (¡combat rock!), en estos días tan siniestros y fascistoides que padecemos, lo sigue siendo: «Tiempos nuevos, tiempos salvajes. / Toma un arma, eso te salvará. / Levántate y lucha, esta es tu pelea, / levántate y lucha, nadie va a luchar por ti». ¿Versos premonitorios? No creo, solo que la historia (o lo peor de ella) se repite incansable: tras unos años noventa de amansamiento y desideologización de las clases trabajadoras (¡¿cuándo se había visto a obreros votando a la derecha?! ¡¿Quién era tan cretino de considerar al PP el partido de los trabajadores?!) al calor de una supuesta paz social y el acceso al (también supuesto) estado del bienestar adquirido en cómodos plazos mensuales, escuchar ahora (cuando el capitalismo muestra su faz más desencajada sin la menor vergüenza) cosas como «Toma tu parte, nadie regala nada. / No hay nada sin lucha, ni aire que respirar. / No eres un juguete, levántate y lucha ya», es no solo refrescante, sino un muy saludable bofetón histórico. Para que el viaje espacio-temporal sea completo, con la última remasterización del elepé (incluida en la imprescindible caja integral dedicada al grupo de 2009), la canción tiene un sonido estupendo, como grabada ahora mismo y no en los ochenta, ya que Ilegales (afortunadamente) se mantuvieron a salvo de los modos ochenteros. Aquí no hay máquinas, solo tres tipos tocando bajo, guitarra y batería. Rock and roll, para entendernos. Rock and roll pero con unas buenas dosis de pop y reggae en el tronco central y, desde luego, lo que parece gran facilidad de Jorge Martínez para dar con melodías perfectas y adherentes.
Similares intenciones presenta la inquietante ‘Yo soy quien espía los juegos de los niños’, crónica apocalíptica de los tiempos que se vivían: «Diez mil obreros en paro esperan / en la plataforma de suicidio colectivo […] Los estudiantes se suicidan / disparando contra la policía. / Los maestros se quejan por los cristales rotos; / en todas partes hay gente idiota. / Madame Claude se abanica con sus acciones / devaluadas al cuarenta por cien». Repitamos: esto se grabó hace justo treinta años… Acojona un poco, ¿eh? Es como que no hemos avanzado nada, como que el tiempo se ha escurrido entre los dedos mientras vivíamos felices y anestesiados, entrampados con hipotecas y mensualidades de El Corte Inglés, Halcón Viajes y concesionarios automovilísticos. Escuchar estos temas de Ilegales es como despertar de un sueño y ver que estamos exactamente en el mismo lugar y tiempo, en 1982, igual de pringados pero más viejos, bien jodidos y con los bolsillos vacíos (menos mal que Felipe González está al servicio de Gas Natural y no anda por aquí dispuesto a engañarnos una vez más. Eso que nos ahorramos).
No hay duda de que el rock de La Movida no escribía estas letras, y aunque Ilegales podían ser divertidos, incluso en sus canciones más jocosas (inspiradas por el punk) hay mordiente, nada que ver con el nihilismo de contemporáneos como Siniestro Total. Esos otros temas son los que completan este explosivo y variado disco: la historia penitenciaria de ‘Delincuente habitual’; el rock and roll de ‘Hombre solitario’ (donde se advierte de lo que te puede pasar si no te atienes a las normas; también, más o menos, como ahora) y ‘Me sueltan mañana’; las gamberras ‘Problema sexual’ y ‘Heil Hitler’ (una burrada de salvaje humorismo heredero del punk); el retrato a ritmo de ska de un «dealer» en ‘¡Hola mamoncete!’; la pop y casi psicodélica ‘No me acaricies el pelo’, con una letra muy borde («La verdad es violenta; tu cama es fría, / tus pechos tristes ocultan terrores. / Si dejo de respirar no será por ti») que se remata con humor en el estribillo («No me acaricies el pelo; tengo poco y ninguno de tonto»); o las nocturnidades etílicas de ‘Caramelos podridos’ (¿qué le pasa a uno por la cabeza para escribir «Es un sábado lleno de chicas pegajosas como caramelos podridos»?).
Gran disco, en el que se hallan huellas del rock and roll clásico, del punk, de la new wave, del reggae, de la urgencia de los primeros Costello y Graham Parker, pero también de la hondura de Police (hoy quizá puedan parecer unos moñas, pero sus dos primeros discos fueron cosa muy seria y completamente innovadores) y, por supuesto, la fiereza y profundidad ideológica de los Clash. Influencias que Jorge Ilegal supo integrar e interpretar en lo que en este debut ya son unas maneras plenamente reconocibles, con guitarras por doquier, pero es que el tiempo nos confirmaría que Jorge es un guitarrista de excepción. Y sí, también un gran compositor. Un explorador e investigador del rock, aunque ahora le haya dado por rebuscar con erudición en la era previa al rock and roll.
–