Hilario Camacho
A pesar de todo
CFE/Zafiro, 1973
Texto: LUIS LAPUENTE.
Parece que siempre ha estado ahí, y el caso es que así es, hace más de tres décadas, una eternidad, un milagro para un señor que escribe canciones tan difíciles de encasillar que terminan viviendo en una oscura tierra de nadie. No hace falta recurrir a los cantautores anglosajones, a Tim Buckley, a Fred Neil o a David Ackles, para acuñar términos tan «cool» como maldito o marginal; ya tenemos para eso a Hilario Camacho, quizás el primero entre los más audaces de sus compinches de generación, esos que a duras penas, en medio de una noche negra, aprendieron a escribir hermosas canciones de amor impuro.
Hilario Camacho (Madrid, 1948) ya había desvirgado su guitarra musicando dos poemas del poeta cubano Nicolás Guillén, que vieron la luz en un single (“El son del desahucio” / ”El fusilamiento”) editado en 1968 por la discográfica universitaria Edumsa, cuando se le presentó la oportunidad de trabajar en serio con uno de los grandes del pop español de todos los tiempos, el productor francés Alain Milhaud. Según ha reconocido el propio Hilario en alguna ocasión, al principio no fue demasiado consciente del raro privilegio que suponía grabar un primer disco con un profesional de la talla de Milhaud (“yo era absolutamente inconsciente de con quién estaba hablando, vivía en mi mundo”). Pero el asunto funcionó a las mil maravillas e incluso llegó a establecerse entre ambos una relación muy especial, truncada sólo por el deseo del cantante de experimentar en libertad, sin el tutelaje de un productor de tan marcada personalidad musical. Al hablar de Camacho suele obviarse aquel maravilloso álbum de debut para ensalzar (justamente) los dos siguientes (De paso y La estrella del alba), sin apreciar el formidable nexo de unión que existe entre ellos y su antecesor.
A pesar de todo, el álbum, apunta ya ese gusto por los adornos poco previsibles en un cantautor de guitarra de palo al uso, un músico ilustrado y heterodoxo que sabe enlazar el gusto melódico del pop con atmósferas de jazz/folk acústico y textos (muchos del amigo y colega Moncho Alpuente) de una inocencia libertaria insólita en la España de la época. Éste es el disco de “Los cuatro luceros”, uno de los himnos del cancionero de Hilario, el de “Érase un rey”, “Como todos los días” y “Ven aquí”. El disco, en fin, de “Y de todas las formas”, a un tiempo nihilista y feliz, abierto y desesperanzado: “Y de todas las formas, al fin y al cabo solo, / como al principio. / Y de todas las formas, / con el recuerdo ingrato, / con la nostalgia a cuestas… / Con la triste, / la negra / nostalgia repetida. / Viviendo a latidos / de roca y de nada, / de ahora, / de nunca, / de vale, / de basta…”. Luego, al fin, la luz se hizo.
[Este texto se publicó originalmente en EFE EME 65, de enero de 2005. Recordemos que Hilario Camacho se suicidó en agosto de 2006]