“El carácter ascético del sonido Cocteau Twins siempre estuvo marcado por la innovación guitarrera de Robin Guthrie, el bajo desconcertante de Simon Raymonde y la letárgica voz de Liz”
Sara Morales rebobina hasta 1990 para encontrarse con el sexto trabajo de la banda escocesa, conformada por Robin Guthrie, Simon Raymonde y Elizabeth Fraser. El disco en el que su hipnosis se volvió más cálida y cercana.
Cocteau Twins
«Heaven or Las Vegas»
4AD, 1990
Texto: SARA MORALES.
Quizás fuera la llegada de los 90 y el amplio abanico experimental que se presentaba ante los músicos de la época, lo que marcara el gran cambio que Cocteau Twins encarnaron con este disco. Puede que incluso la maternidad de su cantante, Elizabeth Fraser, influyera en ese descenso de la banda desde lo etéreo hasta esferas terrenales, a través del que pudimos acercarnos al mensaje que llevaban transmitiendo desde 1979. Ella misma declaró, en los tiempos en que vio la luz este sexto álbum, que ser madre le había llevado a recuperar una confianza y una seguridad en sí misma que hasta la fecha había perdido. Sea como fuere, es el primer disco de los escoceses, por entonces ya reconvertidos en trío, en el que su lírica pasó a ser inteligible y cercana.
El carácter ascético del sonido Cocteau Twins siempre estuvo marcado por la innovación guitarrera de Robin Guthrie, el bajo desconcertante de Simon Raymonde y la letárgica voz de Liz; una fórmula con la que se hicieron con un incontable batallón de devotos y fieles a esa faceta críptica como parte esencial de la magia que envolvía al grupo. Este aura fue la clave de una personalidad sonora que defendieron a lo largo de su trayectoria, y sin distanciarse del todo de ella, en este álbum supieron canalizar su hipnosis innata en un avant garde cálido y democrático, al alcance de todos.
Dicha evolución les llevó a arrimarse victoriosos al candy pop en temas como ‘Iceblink luck’, primer single del álbum, y la homónima ‘Heaven or Las Vegas’. Dos canciones en las que la penumbra del post punk heredado y desarrollado hasta entonces, quedó relegada por las luces de un dream que los llevó de la mano hasta el éxito comercial. Porque en la mayoría de los fragmentos de este disco damos con la base vocal de una Liz más afín a la tesitura de la ópera que al shoegaze y con una cadencia que se aleja de lo espectral para convertirse en tangible. Tanto, que no asombra que ‘Pitch the baby’ se asuma como una dulce canción de cuna.
Por su esencia anclada en la dark wave e insistencia en sus raíces, el disco arranca con una atmósfera instrumental ciertamente tenebrista en ‘Cherry-Coloured funk’, para terminar adhiriéndose a las claves de una melodía sugerente y accesible con destellos ochenteros. Como ‘I wear your ring’, con ese desdoblamiento de las voces principales que magnifica la espiritualidad como fin último a alcanzar en las artes del trío.
La ensoñación y lo onírico siempre fueron piezas fundamentales en su obra, y aunque a veces la expresaran mediante la afabilidad de canciones como ‘Fifty-fifty clown’, también explotaron cósmicos y evasivos con la adhesiva ‘Fotzepolitic’ o la turbadora ‘Wolf in the breast’. Una mística que les venía de serie, pero que en este álbum baila entre neones en lugar de ahondar en la oscuridad, aunque el misterio nunca se apartara de su lado como dejaron reflejado en ‘Road, river and rail’.
Considerado el mejor disco de aquel 1990 por numerosas publicaciones especializadas, este «Heaven or Las Vegas» resuena hoy como un certero documento de las posibilidades sónicas de aquellos años en los que todavía quedaba mucho por explorar y los complejos no ahogaban. Y con él, desde Escocia y cuando parecía que ya habían dado de sí todo lo que podían, Cocteau Twins demostraron el poder de un pop transformista que no solo no perdió identidad, sino que ganó terreno y consistencia.
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Anterior entrega de Operación rescate: “Ti, Galiza” de Miro Casabella.