Operación rescate: “Generation terrorists”, de Manic Street Preachers

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“Lo que sí lograron con ‘Generation terrorists’ es dar vida a uno de los discos con más conciencia e intención de las últimas décadas del siglo pasado”

 

Sara Morales se retrotrae a 1992 para encontrarse con el debut de la banda de Gales –por entonces cuarteto–, que se presentó en el mercado con toda una declaración de intenciones musicales, políticas y estéticas.

 

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Manic Street Preachers
“Generation terrorists”
COLUMBIA RECORDS, 1992

 

Texto: SARA MORALES.

 

Cuando en 1991 los miembros de Manic Street Preachers comenzaron a anunciar la llegada de su álbum debut, el mundo estaba a su favor. En aquel mismo año, unas cuantas canciones en forma de EP habían servido para su presentación en sociedad; la crítica y los medios habían quedado rendidos a sus pies y la expectación creada para su puesta de largo no podía ser más propicia.

Su rock teñido de los últimos coletazos del punk melódico con guitarras estimulantes y seductoras, unido a unas letras de gran trascendencia política, había dado en el centro de la diana. Eso era lo que su público reclamaba de ellos y ellos supieron entregarle a la generación de los 90 lo que necesitaba. De esta manera, y tal y como se esperaba, llegó el aclamado disco: «Generation terrorists» (Columbia Records, 1992).

Más de setenta minutos de escucha repartidos en dieciocho canciones, producidas por Steve Brown y grabadas en los Black Barn Studios (Inglaterra), daban sentido a un álbum que en un principio iba a llamarse «Culture, alienation, boredom and despair». Un mensaje demasiado directo que prefirieron ocultar tras la «ambigüedad» de «Generation terrorists», dirigida tanto a la corrupta clase política de la época, como a la forma en que esta misma tenía de denominar a la juventud que se revolvía contra ellos. Los constantes ataques hacia el capitalismo, y la forma en que el propio pueblo asumía y se iba encaminando hacia esa forma de vida, fueron las bases del contenido crítico de la banda de Gales que nunca tuvo reparo en declararse abiertamente socialista. Canciones como la imperecedera ‘Motorcycle emptiness’, que describe la cara más superficial de este sistema, o ‘Nat west – Barclays – Midlands – Lloyds’ que suena a una especie de vaticinio de la situación económica de hoy, son dos claros ejemplos.

Unas letras vehementes y concienzudas que también exigían justicia para el tercer mundo (‘Slash’n burn’) y que, con ayuda de Nicky Wire (bajista y actual letrista), fueron escritas por Richey James Edwards. El crisol de Manic Street Preachers. Alma de su prosa y responsable, por su imagen pseudoandrógina, de la etiqueta glam que les fue adjudicada durante años. Un carácter enigmático y angustiado, con problemas adictivos y alimenticios, que dejó tras de sí un legado de cientos de textos y un pelotón de fans cuando desapareció sin dejar rastro el 1 de Febrero de 1995.

Desde entonces y hasta hoy, su presencia en la banda fue tan imprescindible como lo es su ausencia. Y a él le debemos la intensidad de pasajes en este disco como ‘Born to end’, ‘You love us’ y ‘Stay beautiful’. Otro poeta del rock con sombra de ojos y final trágico, que también le dedicó canciones a la drogas (‘So dead’, ‘Spectator of suicide’ y ‘Methadone pretty’) y que incluso se atrevió a insinuar que el SIDA no era más que una conspiración del gobierno (‘Little baby nothing’).

Sus palabras suenan en boca de James Dean Bradfield, perenne frontman y voz rasgada de los Manic, que entre desgarro y ensoñación les regala un carácter todavía más sugestivo. Del mismo modo suena la batería de Sean Moore que, junto a Bradfield compuso las melodías de todas las canciones del álbum, y recrea el pulcro equilibrio entre la urgencia y el estoicismo. Por eso, con los años terminaron liderando los albores del rock alternativo mundial, disminuyendo y acrecentando pulsaciones a su antojo y a lo largo de los once discos que vendrían después.

Finalmente, este no ha resultado ser el mejor álbum de rock del mundo, tal y como auguraban con descaro ellos mismos meses antes de su publicación. Puede que, en realidad, ni siquiera supere a su mítico «The holy bible» de 1994. Pero lo que sí lograron con «Generation terrorists» es dar vida a uno de los discos con más conciencia e intención de las últimas décadas del siglo pasado.

Anterior entrega de Operación rescate: “Copper blue”, de Sugar.

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