Franco Battiato
Giubbe rosse (edición española)
EMI, 1990
Texto: JOSEMI VALLE.
Giubbe rosse es uno de los discos más desapercibidos de Franco Battiato. Se trata del doble en directo que publicó cuando gozaba de una notoriedad superlativa en España. Es el disco menos conocido de su etapa más celebérrima. He ahí la paradoja. Giubbe rosse se abastecía del repertorio de oro de Battiato, aquellos años ochenta en los que se convirtió en un imprevisible superventas. No sólo en su Italia natal, sino también en el resto de Europa, incluida España. Resultaba inexplicable para la mercadotecnia cómo había sido posible que un tipo de aspecto esmirriado, tirando a feúcho, insulso, esquivo y con escasas cualidades comunicativas, poseído por una anglofobia confesa, con inclinación a cantar canciones excéntricas plagadas de detonaciones intelectuales y metafísicas, y portador de un código ideológico más afín a Oriente que a Occidente, se hubiera convertido en un fenómeno de masas. Más increíble aún era consignar que lo idolatraban los consumidores ocasionales y los correligionarios de la radiofórmula, pero también los esnobs, los iniciados, los rockeros con pedigrí y los intelectuales. El marketing se tiraba de los pelos. No podía entenderlo.
En España Battiato alcanzó enorme resonancia. Aquí había editado dos recopilatorios pensados y cantados para el público español (Ecos de danza sufí de 1985 y Nómadas de 1987). Su popularidad era indiscutible. El público conocía sus canciones («Nómadas», «Centro de gravedad permanente», «Yo quiero verte danzar», «La estación de los amores») y su peculiar y larga nariz era objeto de mofa hasta en los programas de televisión de mayor audiencia. Así están las cosas cuando en 1988 publica el disco Fisiognomica tutelado por el single «Y te vengo a buscar». Se trata del trabajo que coge el testigo de las dos recopilaciones anteriores y que prolonga su celebridad en nuestro país.
La gira de ese año presentando Fisiognomica será la base del álbum que quiero historiar aquí. Los conciertos en el Theatre de la Ville de París, en el Alcalá Palace de Madrid y el Teatro Lírico de Milán ofrecidos en diciembre de 1988 son grabados y rescatados fragmentariamente para alumbrar un doble disco en directo que se bautizará como Giubbe rosse. Traducido al español significa «Casaca roja», sobrenombre de la mítica infantería imperial británica que vestía con casaca de ese color para camuflar las heridas de sangre en el combate. El álbum se publica en el 89, pero no aterrizará en los estantes de las tiendas españolas hasta julio del 90. Habrá una edición italiana y una edición española. La diferencia es que para España se eligen cinco temas cantados en español en el Alcalá Palace y los rótulos explicativos del disco que aparecen en la portada también son en nuestro idioma. Todo lo demás es idéntico. Las mismas canciones, el mismo orden, la misma presentación.
El disco es un inventario de sus distintas etapas sonoras, una cartografía de su propia historia musical. Giusto Pio dirige la Orquesta Internazionale de Italia y las canciones de siempre son arregladas con un sesgo más contemporáneo. Lo culto y lo pop, los sintonizadores y los instrumentos artesanales se juntan en la grabación. Giubbe rosse recoge los grandes éxitos de Battiato ahora presentados de un modo más luminoso y eléctrico, menos poperos y urgentes y más sanguíneos y profundos. Sus hits «La era del jabalí blanco» y «Yo quiero verte danzar» mejoran notablemente su aspecto original. Aloja tres temas nuevos con alto presupuesto creativo que señalan el nuevo camino elegido por el nómada. Ahí figuran en letras de oro «Casaca roja» (con el que se bautiza y arranca el álbum y que expresa la vida de un casi cenobita Battiato hastiado del mundo y las masas), «Alexander Platz» (que escribió para Milva en el 82) y «Carta al Gobernador de Libia» (que en la versión italiana es cantada a dúo con la soprano Giuni Russo y gana reciedumbre). Tres temas nuevos que mantienen intacto su talento compositor.
También repasa su etapa de músico experimental en los setenta con las introspectivas «Sequenze e frequenze», «Aria di rivoluzione» y «No turn». Una ración inteligente de electrónica intimista pero con insujetable capacidad para influir en la melancolía y la perplejidad. Un remanso de paz con una propuesta que divaga entre el minimalismo, la experimentación y la new age. El disco también nos recuerda su recién desprecintado sonido oriental que empieza a mezclar desprejuiciadamente con elementos de la música clásica. Deja para la traca final sus canciones más totémicas, traca que repetirá con alguna ligera variación año tras año hasta nuestros días. De modo sumario se puede decir que es un disco ecléctico que refleja fidedignamente el «zapping» sonoro al que Battiato lleva entregado toda su vida. En esta ocasión en directo y con una mirada panorámica y compilatoria.
Cuando el disco se publica en España pasa inadvertido. Estamos en la mitad de 1990. De repente el omnipresente Battiato ha pasado a pertenecer a lo que el viento se llevó. Se desmantela su popularidad. Su hartazgo de exposición banal en los grandes recipientes mediáticos le ha exhortado a convertirse en un eremita y desaparecer o en casa de su madre en Sicilia o en algún anónimo monasterio perdido en mitad de la nada. Fue tal su inopinada y trabajada invisibilidad que mucha gente a día de hoy ignora la existencia de este álbum y de todos los que vinieron después. Una trayectoria engalanada con sorprendentes mutaciones sonoras, una creatividad que le impide facturar vulgaridades y un metabolismo discográfico que le lleva a seguir publicando prácticamente un disco al año. Así ha sido hasta que en el 2003 dirigió la película Perduto amor y dio el pistoletazo de salida a una filmografía muy particular. El cine ha dispersado su talento como músico, pero a cambio le ha despertado una irrefrenable vocación de director de películas que no ve nadie.
A pesar de que Giubbe rosse es el primer disco oficial en vivo de Battiato, está descatalogado. Yo me compré el doble CD en el 91 y recuerdo que me costó un pastizal. Era la época en que se aducía que los CDs eran carísimos porque aún se vendían muy pocas copias, así que aceptabas que tu bolsillo sufriera una severa hemorragia a cambio de hacerte con el revolucionario soporte digital. Ahora mismo dar con un ejemplar de la edición española es harto imposible. Es inencontrable. Perdón por el patinazo. En la era del doble clic nominar un disco como «inencontrable» es una grave inexactitud. Así que matizaré. Dar con el álbum original es una proeza que puede llevarte años. Bajárselo en Mp3 puede llevarte un minuto. Quizá dos. No más de tres.