«Derivaron el sonido clásico de Deep Purple hacia el soul y el funk, consiguiendo un fabuloso híbrido que produjo este “Stormbringer”»
Deep Purple
“Stormbringer”
EMI, 1974
Texto: JUANJO ORDÁS.
Deep Purple debe de tener uno de los árboles genealógicos más complicados y surrealistas del rock, tanto por su número de formaciones (¡van por la octava!) como por algunos de los músicos que han desfilado por la banda (Joe Lynn Turner pintó poco ahí). Sin embargo, cualquier seguidor convendrá en que fueron sus formaciones segunda, tercera y cuarta las que hicieron brillar el nombre del grupo.
Es ahí donde comienza el debate, ¿cuál es la mejor de todas? No vamos a restar méritos a la formación clásica con Ian Gillan a las voces por mucha vergüenza ajena que este hombre provoque en la actualidad, pero personalmente siempre me decantaré por la tercera de ellas, aquella que contó con la incorporación de David Coverdale como cantante y Glenn Hughes como bajista y también vocalista. Ambos insuflaron nueva vida a Jon Lord, Ian Paice y al enigmáticamente carismático Ritchie Blackmore. También derivaron el sonido clásico de Deep Purple hacia el soul y el funk, consiguiendo un fabuloso híbrido que produjo este “Stormbringer”.
Preciosa portada, fantástica pero extrañamente evocadora que nada tenía que ver con el título del álbum más allá del hard rock de la canción del mismo nombre. Porque lo que “Stormbringer” contiene esa citada mezcolanza de rock, soul y funk, la misma que acabó por saturar a Blackmore, quien tras su gira de presentación decidió abandonar el grupo, harto de sonidos negros, para formar los épicos Rainbow. Quizá por ello sorprende que algunas canciones del disco de debut de la que fue su siguiente agrupación aún tuviera un feeling y un groove que las acercaba a lo que había hecho en esos últimos meses junto a Deep Purple, de los que parecía querer huir. Aunque todavía es más llamativo que el guitarrista se mostrara tan cómodo e inspirado en las canciones de “Stormbringer”: el solo de ‘Hold on’ parece ser tocado por un hombre que está disfrutando, sus riffs son sólidos, muy imaginativos, estampa su firma en el grueso del disco y tampoco estamos hablando de una obra que diera de lado al rock duro setentero, que ahí están las potentísimas ‘Lady double dealer’ (con Coverdale y Hughes creando una de las más hermosas armonías vocales del rock), ‘High ball shooter’ o la propia ‘Stormbringer’. Claro, que como comentamos, incluso en las canciones menos estrictamente rock, hace un trabajo fantástico.
Los demás miembros de los Purple, también están en su salsa, creando ese nuevo sonido que se distanciaba de “Burn”, el disco con el que se habían estrenado ese mismo año de 1974. Así eran los setenta, la creatividad tenía salida discográfica, el público respondía y las bandas tenían un buen sistema de control de calidad (no, no todo lo que graba tu artista favorito debería ver la luz). También habría que hablar de las aperturas de miras de la audiencia: parece inconcebible que un tema como ‘You can’t do it right (With the one you love)’ fuera lanzado en single. Y sigue siendo increíble que a día de hoy se siga sin reivindicar. Funky, negra y rockera, absolutamente cool. Y es solo una de tantas.
Compaginar voces tan distintas como las de David Coverdal y Glenn Hughes aportaba variedad, nuevas dimensiones, emocionando de forma distinta. Coverdale más carnal, Hughes más sensible, ambos sexys. Cuando el bajista entra para cantar su parte en la excelente ‘Love don’t mean a thing’ el álbum alcanza uno de sus puntos culminantes, no solo por su alma, sino porque las partes previas del vocalista principal le empujan. Camaradería auténtica, con Jon Lord disfrutando e Ian Paice llegando a lugares que nunca había visitado gracias a las nuevas influencias y al empuje de Hughes como bajista.
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