OPERACIÓN RESCATE
«No se escuchan cañones ni se ilumina el cielo con fuegos de artificio. No, solo son unos tipos prodigiosos grabando un disco, como si tal cosa. Nada más. ¡Y nada menos!»
Carl Perkins, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison, Johnny Cash
«Class of ’55. Memphis rock & roll homecoming»
AMERICA RECORDS, 1986
Texto: JUAN PUCHADES.
En 1985 los clásicos del rock and roll eran unos muertos vivientes que se mantenían en activo como buenamente podían, casi todos arrimados al calor del siempre agradecido circuito del country o rodando por Europa en giras nostálgicas. Sin embargo, alguien tuvo la feliz idea de reunir a los tres supervivientes de la conocida como sesión del millón del dólares y llevarlos de nuevo al estudio de Sun Records, en Memphis. De hecho, la grabación resultante tendría mucho de celebración del significado de la ciudad en el nacimiento del rock and roll, treinta años atrás. Pero lo que en su día fue una jam improvisada, ahora se transformaría en un disco pensado como tal, con Carl Perkins (53 años para entonces), Jerry Lee Lewis (50) y Johnny Cash (53) grabando juntos. Para completar el cuarteto (y sustituir al difunto Elvis Presley), se convocó a otro ilustre olvidado: Roy Orbison (el más joven, de 49), que, como ellos, había iniciado su carrera dirigiendo sus pasos hacia Memphis para grabar rock and roll en el sello de Sam Phillips, y que por entonces también era otro rostro congelado en una fotografía de tono sepia («Pretty woman», la película que desempolvaría su emblemática canción iluminando su grandeza, no llegaría hasta 1990).
En un tiempo en el que cualquier cachorrillo del rock que se preciara se pasaba meses encerrado grabando sus discos, las sesiones de este se resolvieron en solo cuatro días (¡cuatro!) de septiembre de aquel año (dos en Sun y dos en los American Studios), bajo la producción de un ilustre del sonido de Memphis: Chips Moman, con un currículo que apabulla pero que, por abreviar, se puede resumir citando que fue el productor del incandescente «From Elvis in Memphis», el disco que en 1969 rehabilitaría musicalmente a Presley. Además, contaron con instrumentistas de tanto nivel como Jack Clement, Marty Stuart, Bob Moore o los Memphis Strings.
El elepé se abre con ‘Birth of rock and roll’, compuesta por Carl Perkins y cantada por él mismo es una canción de celebración del rock and roll, con un gato llamado Elvis aullando en Memphis y con Perkins asegurando que él estuvo ahí y vio a Memphis dar a luz al rock and roll. Perkins, incluso, asume la revolución que supuso la aparición de los Beatles y los Stones. Musicalmente, arranca en blues y evoluciona hacia el clásico sonido del creador de ‘Blue suede shoes’, siempre con un pie en el rockabilly y el otro en el country. Piano, guitarra y bajo rockean con intención y la sección de metales acompaña constantemente, como avisándonos de que los cobres van a estar bien presentes a lo largo de todo el disco.
Sigue Jerry Lee Lewis atacando ‘Sixteen candles’, un tema grabado originalmente en 1958 por el grupo de doo wop los Crests (se puede escuchar en la banda sonora de «American graffiti»), aquí transformado en una arrastrada balada de blues del sur tan propia del «Killer», con piano y voz en primer plano. Regresa Perkins para hacerse cargo de ‘Class of 55’, un medio tiempo de ascendencia country escrito por Chips Moman alrededor de los viejos tiempos, de la clase del 55 y los amores nunca olvidados: «¿Qué harías si supieras que nunca abandonaste mi corazón?».
[En la foto, de izquierda a derecha, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins, el guitarrista Marty Stuart, Johnny Cash y Roy Orbison durante la grabación del disco, en la puerta de Sun Records.]
Y llega el momento más esperado, a cuatro voces atacan ‘Waymore’s blues’, versión de un tema de Waylon Jennings. Podrían saltar chispas de los bafles al escuchar juntos a Cash, Orbison, Lewis y Perkins, cuatro monstruos de leyenda… pero no, es una canción que les une en la tradición del country y que resuelven con extrema naturalidad, sin alharacas, como diciendo, «tranquilos, chicos, que sí, somos nosotros, pero no vamos a hacer que los edificios se vengan abajo, solo somos cuatro tipos que cantamos. Solo queremos disfrutar. Solo eso». Las cuatro voces empastan con fluidez, como si llevaran toda la vida integrados en este cuarteto imposible. Tanta es la normalidad, que el épico cierre de la primera cara, la canción inmediata, sí que pone los pelos de punta: un inenarrable Johnny Cash entona ‘We remember the king’, un gospel pasado por el filtro del sonido Memphis y con el que no se puede evitar vislumbrar el fantasma de Elvis. En los coros y las segundas voces entran (como los ángeles que no son) Perkins, Orbison y Lewis. Es momento sublime, el mejor de todo el álbum.
La segunda cara se abre con el único tema que Roy Orbison interpreta en solitario (excepto él, todos salen a dos por cabeza): ‘Coming home’, un corte de cosecha propia, que grabó por vez primera para este disco aunque en 1988 lo registraría también para «Mistery girl» (1989), el álbum, ya póstumo, que lo elevaría a los altares. Una preciosidad engalanada con cuerdas (¡que es Orbison y sus canciones necesitan una orquesta detrás!), aunque la versión posterior (producida por Tom Petty) se acercaría más al sonido clásico de Orbison.
Los cuatro vuelven a turnarse con el micro para interpretar ‘Rock and roll (fais-do-do)’, una canción de Michael Smotherman alrededor de los primeros tiempos del rock and roll, de nuevo reivindicado el papel de Memphis y otra vez todo transcurre con pasmosa normalidad: son ellos, juntos y haciendo crujiente rock and roll. Ya está, es lo que saben hacer. Nacieron para esto.
Jerry Lee Lewis canta ‘Keep my motor running’, un rock and roll abrasivo (escrito por Randy Bachman), con su típico piano marcando el ritmo y haciendo escalas con swing: el «asesino» regresa al lugar del crimen. Johnny Cash, que siempre tuvo un corazón rockero, deja ‘I will rock and roll with you’, un medio tiempo de ascendencia rockabilly sobre, una vez más, el rock and roll en Memphis y en el 55, con, de nuevo, el fantasma de Elvis dándose un paseo. Cash canta con esa profundidad tan suya, tan desarmante.
El último corte del disco es ‘Big train from Memphis’, una canción escrita por John Fogerty que había lanzado a comienzos de 1985 en el disco «Centerfield» (el que lo devolvió a los estudios tras casi una década de silencio y pleitos) y que aquí se transforma en canto colectivo en el que a Cash, Orbison, Lewis y Perkins les acompaña un disipado coro con, entre otros, el propio Fogerty, June Carter Cash, Sam Phillips, Rick Nelson y Dave Edmunds. Son más de ocho minutos de jam session jaranera. La elección no pudo ser mejor, pues Fogerty, al frente de Creedence Clearwater Revival y entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta, había reescrito el sonido del rock and roll, asumiendo el espíritu primigenio pero impulsándolo hacia una nueva era. Seguro que se emocionó cuando supo que estas cuatro fieras (sus padres artísticos; en realidad, por edad, hermanos mayores) habían escogido su canción para cerrar con diversión este disco conjunto.
No se puede decir que «Class of 55» sea un álbum imprescindible (sí memorable): le falta algo de garra o quizá es, simplemente, que todo transcurre con demasiada sencillez, que no se escuchan cañones ni se ilumina el cielo con fuegos de artificio. No, solo son unos tipos prodigiosos grabando un disco, como si tal cosa. Nada más. ¡Y nada menos!
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