“Es un disco que se mueve entre una palabra poética acompañada de leves fondos musicales y la influencia del cabaret berlinés, como se entendía entonces, con aires de circo y de fanfarria, mensajes existencialistas bajo una explosión festiva”
César Prieto nos acompaña hasta 1972 para descubrirnos un disco que despertó extrañeza entre el público eurovisivo de la cantante, un disco que produjo José Manuel Caballero Bonald, que vivió una censura temporal y que pasó algo desapercibido en su momento.
Massiel
“Baladas y canciones de Bertolt Brecht”
ARIOLA, 1972
Texto: CÉSAR PRIETO.
Es 1972 y una Massiel que venía de ganar Eurovisión, de cantar rancheras y versionar a los Beatles y de un par de películas, edita un disco atípico –Ramalama en 2006 lo vuelve a poner en circulación– en un panorama hispano en el que aún ni habían cuajado los musicales y las adaptaciones de poetas tendían a reivindicar la palabra arraigada a la tierra, a los idiomas peninsulares, en el intento de elaborar un canon de escritores alternativo o prohibido. Incomprensible, sobre todo para una artista de papel cuché. O no tanto, puesto que quizás quisiera volver a su antiguo público, aquel que la encumbró cuando empezó interpretando canciones de Aute.
Fue también su única referencia para Ariola, que había desembarcado por esas fechas en España desde su Alemania natal. Ramón Segura, el director artístico, que venía de Pauta, se las tuvo que arreglar para construir un catálogo si no desde cero, sí a nivel de primera división. Así que recogió a alguno de sus primeros pupilos, como Peret, apostó por nuevas voces con previsiones de futuro, como Camilo Sesto, o probó suerte en el mercado del público comprometido, con Aguaviva o la Massiel combativa. Por algún lado sonaría la flauta.
La historia es uno de los hitos culturales del siglo XX, el poeta alemán y el músico Kurt Weill escribieron en los años veinte una serie de óperas con aire de cabaret como respuesta popular al nazismo. En 1970, el director teatral Antonio Díaz Merat, que provenía del equipo de José Tamayo, se estrenó con “A los hombres futuros, yo, Bertolt Bretch”, que incluía la traslación de las canciones en versión del dramaturgo Lauro Olmo y la presencia escénica de Fernando Fernán-Gómez y Massiel. La representación estuvo de gira por toda España y, a su conclusión, la cantante grabó un disco con las canciones del espectáculo. Fue Massiel una elección consciente, y Díaz Merat afirmaba –en las páginas de ABC– ese mismo año que “si hubiera tenido que seleccionar un cantante masculino el problema sería grave. Hay muchos cantantes de calidad. Pero entre las mujeres apenas hay posibilidad de elección, y Massiel se presta, por su manera de ser, por su vitalidad, a lo que Bertolt Bretch quiere para sus poemas y canciones”.
Es un disco que se mueve entre una palabra poética acompañada de leves fondos musicales y la influencia del cabaret berlinés, como se entendía entonces, con aires de circo y de fanfarria, mensajes existencialistas bajo una explosión festiva. En ambas direcciones, Massiel parece encontrarse cómoda, son temas perfectamente rodados en las tablas a los que ha tomado la medida perfecta.
La ‘Balada de Maria Sanders’ y la ‘Balada de la comodidad’ apuntan en estas dos direcciones respectivamente, aunque el verdadero regalo del disco es ‘Canción de la mujer del soldado’, con su eufórico paralelismo, sus trazas infantiles y su instrumentación chispeante, que se resuelven sin sentirlo en la trágica letanía final.
La portada del disco fue diseñada por el director Carlos Saura y los arreglos corrieron a cargo de Agustín Serrano, colaborador de Trabucchelli y artífice de discos de Gonzalo, José Luis Perales y Raphael, pero también piano en el “Heliotropo” de Vainica Doble y arreglista de Amancio Prada y de Joaquín Sabina en “Inventario”, disco del que no quiere ni oír hablar el jienense, por otra parte.
El disco –quizás con la excepción de ‘La balada de María Sanders’, que apareció como single– pasó bastante desapercibido, su público natural la tenía desde Eurovisión por una cantante del régimen y a los que podían sentirse cómodos con la marca Massiel, les descolocaban unas letras tan raras de un alemán cuanto menos sospechoso. Lo cierto es que Bertolt Bretch ya había sido atrapado por versiones normalmente censuradas. El alicantino Adolfo Celdrán edita un single en 1969 con “General” –basada en ‘General, tu tanque es poderoso’ y ‘Otra vez se oye hablar de grandeza’–, que es considerada “no radiable”. En su primer elepé, “Silencio”, de 1970, con ilustraciones de Juan Genovés, sí pudo incluir ‘La cruzada de los niños’ y ‘El sastre de Ulms’.
También sufrió problemas Massiel con el single, aunque se le levantó la prohibición casi de inmediato, excepto en la ‘Balada de la esclavitud sexual’, que aparecía en el espectáculo pero que no fue autorizada para su edición en disco. También faltan del espectáculo ‘Todos o ninguno’ y ‘Mackie-Navaja’, que ha pasado en todo caso al acervo de la música popular.
–
Anterior entrega de Operación rescate: “Rock’n’roll”, de The Cynics.