«Una obra con la que Berlanga y su fiel escudero Nacho Canut lograron dar forma a la música de baile que bullía en sus cabezas con la ayuda de la exquisita producción que diseñó el británico Nick Patrick»
Alaska y Dinarama
«Deseo Carnal»
HISPAVOX, 1984
Texto: JUAN PUCHADES.
«Deseo carnal» fue el segundo disco de Dinarama, el primero firmado como Alaska y Dinarama (en el debut fueron Dinarama + Alaska), una obra con la que Berlanga y su fiel escudero Nacho Canut lograron dar forma a la música de baile que bullía en sus cabezas con la ayuda de la exquisita producción que diseñó el británico Nick Patrick, que logró un sonido apabullante que en nada tenía que envidiar a las grabaciones internacionales del momento y con el que el grupo declaraba su pasión por la música negra (de Motown a la disco music pasando por las corrientes en boga en los primeros años ochenta) en una apuesta atrevida que incluso echaba mano del bolero y se engrandecía con el elaborado tratamiento de las cuerdas. Aunque es cierto que también dejaron salir su lado oscuro en temas como ‘Isis’, ‘La decisión’ o ‘Carne huesos y tú’, pero fue en los cortes más románticos donde el disco alcanzó sus mayores logros, demostrando cómo el trío era capaz de jugar en las grandes ligas del pop aunque, en realidad, solo estuvieran, precisamente, jugando.
Desde su inicio, con ‘Cómo pudiste esto a mí’, «Deseo carnal» muestra por dónde va a ir el argumentario principal, con sus aires de sonido Filadelfia envolviendo un relato de celos y pasiones llevadas al extremo, e interpretado a dúo entre Carlos Berlanga y Alaska: ella sacando su registro más grave y él cantando con esa tranquilidad tan suya. Primer aldabonazo de un elepé que guarda maravillas como ‘Ni tú ni nadie’ (que cuenta con uno de las grandes estribillos del disco: «¿Dónde está nuestro error sin solución, / fuiste tú el culpable o lo fui yo?/ Ni tú ni nadie puede cambiarme. / Mil campanas suenan en mi corazón, / qué difícil es pedir perdón. / Ni tú ni nadie puede cambiarme»), la densa ‘Solo por hoy’ (cantada por Berlanga), ‘Falsas costumbres’ (con una letra ambigua en la que parece que se cuenten cosas importantes alrededor de la redención, y no exactamente, o sí), ‘Un hombre de verdad’ (maravillosa letra y gran homenaje a los grupos de chicas de los sesenta), la sublime ‘Deseo carnal’ (aquí es donde brotaba el bolero antes mencionado, con una letra magistral) y ‘Víctima de un error’ (magnífico Berlanga en la voz de este corte bailable y excelentes versos finales: «Me consta que la fatalidad / se cebo en mí y nadie me lo puede negar. / Es cierto que lo que yo vi resultó ser / el fin de la civilización»).
El disco fue un éxito comercial incuestionable que situó al grupo en pleno epicentro del terremoto de modernidad que vivía el pop español. Pero lo realmente destacable es que resultó la gran obra de Dinarama, y eso es lo que queda.
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