“Los tres hijos del maestro salen por separado y cantan un par de temas empapados de pureza, respeto y sentimiento, arropados por los músicos que solían girar con Enrique”
Estrella, José Enrique y Soleá Morente se unen a Lagartija Nick para celebrar en vivo los veinte años de “Omega”. En el concierto de Madrid estuvo David Pérez.
“Omega” 20 aniversario
La Riviera, Madrid
2 de diciembre de 2016
Texto y fotos: DAVID PÉREZ.
“Omega” (1996) es posiblemente el disco más libre y rompedor de la historia de la música española. Tan rompedor que hoy en día, veinte años después, no ha perdido ni un ápice de su frescura transgresora, esa incomprensión palpitante, de magnetismo y rechazo, que provoca remover lo establecido abriendo nuevos caminos.
Enrique Morente supo ver y transmitir como ninguno la refundación del lenguaje de Lorca, esa modificación del significado de las palabras a medida que se incorporaban al poema y hacerla música, pasión, carne. Si el arte, la cultura y una sociedad en sí avanza a pasos agigantados cuando la intuición imaginativa muerde los cánones establecidos, “Omega” fue una dentellada que provocó esa bendita herida de la que aún brota un universo inabarcable. Pocos son los que se atreven a desafiar el pensamiento lógico, a invalidarlo o ponerlo en entredicho, y más aún, cuando se viene de un mundo tan cerrado como el flamenco, en el que la atmósfera reinante era la de mantener a toda costa la pureza de la tradición. Morente fue uno de esos valientes y locos visionarios que se dieron cuenta de que, la mejor manera de conservar las raíces era abriéndolas en canal y compartiéndolas con todos.
La Riviera está abarrotada y expectante para celebrar no solo que han pasado ya dos décadas del feliz encuentro entre tres genios como Lorca, Cohen y Morente, sino que la historia continua y continuará. Hoy gracias a dos piezas fundamentales de ese proyecto: Lagartija Nick y la familia del “ronco del Albaicín”. Con la energía transmitida del insondable amor por el legado, empieza la función: los tres hijos del maestro salen por separado y cantan un par de temas empapados de pureza, respeto y sentimiento, arropados por los músicos que solían girar con Enrique.
“Kiki transmite una actitud y atracción tan poderosa que la noche lo terminará reivindicando como el vástago más cualificado para intentar surcar los mares que desbordó su padre”.
Jose Enrique, “Kiki”, se arranca por tientos y hace la primera incursión en el “Omega” más flamenco, enlazando con ‘El pastor bobo’, demostrando un quejío y un timbre genuino que comienza a arañar por dentro. Sí, hay gente que no debería morir nunca. Enrique Morente es irrepetible y lo echamos en falta desde el primer segundo, ya lo dijo Estrella antes de que comenzara el aniversario, “nos falta el jefe”. Pero Kiki no solo sale airoso, sino que transmite una actitud y atracción tan poderosa sobre las tablas, que la noche lo terminará reivindicando como el vástago más cualificado para intentar surcar los mares que desbordó su padre. Finaliza enlazando tangos, de ‘Los Saeteros’ de Lorca al ‘Sacerdotes’ de Cohen.
Es la hora de la hermana mayor, la voz que más brilla y la que más se acerca al arte natural del progenitor. Estrella abre por caña (toda una declaración de intenciones), quizás el palo flamenco más importante y primitivo. Le corre por las venas la tradición y posee el pellizco de las más grandes, demostrándolo en cantes antiguos o en un ‘Volver’ que nos deja heridos desde la primera estrofa.
“A Estrella le corre por las venas la tradición y posee el pellizco de las más grandes, demostrándolo en cantes antiguos o en un ‘Volver’ que nos deja heridos desde la primera estrofa”
Antes de destapar la Caja de Pandora del “Omega”, sale a escena Soleá, el eslabón más rockero, que nos sorprende con su lado más flamenco, vaciándose sobre el escenario con aquellos tangos que abrían el genial “Sacromonte” (1982) de su padre, y el ‘Dormidos’ que grabó junto a Los Evangelistas.
Con la emoción a flor de piel, sin tiempo para parpadear, se unen Lagartijas Nick a los flamencos, con Antonio Arias al mando, y electrifican el ‘Poema para los muertos’ con la misma fuerza que lo hicieron la primera vez. Nos rendimos a los palmeros y a la batería de Eric, que empuja a toda la banda y hace que vibren los cimientos de la sala y todo Madrid. Bajan las revoluciones pero no la intensidad con el ‘Pequeño vals vienes’, que duele más que nunca con el adiós aún fresco del poeta canadiense.
“Eric golpea una y otra vez el centro de la tierra y los Morente nos muerden con colmillos afilados, bajo el martilleante ‘Asesinado por el cielo’ que revolotea como un enjambre de murciélagos de fuego”
Montoyita y Paquete disuelven las nubes con sus seis cuerdas y Kiki capitanea ‘Aleluya’ desde el centro de las tablas, dejándonos una poderosa imagen icónica grabada en la memoria, al rasgar una Les Paul dorada mientras canta los inmortales versos de Cohen, bien respaldado por sus hermanas a ambos lados.
El público ha absorbido el espíritu de “Omega” y corea cada tema. No cesa la tormenta y Lagartijas arremeten con la mezcla alternativa de ‘Vuelta de paseo’, un tornado de decibelios en el que las guitarras eléctricas se entrecruzan con las flamencas y nos envuelven. Eric golpea una y otra vez el centro de la tierra y los Morente nos muerden con colmillos afilados, bajo el martilleante “Asesinado por el cielo” que revolotea como un enjambre de murciélagos de fuego.
‘La aurora de Nueva York’ es de Estrella y la de Madrid también. Mece la ciudad o provoca un terremoto con la misma facilidad. Antonio Arias se sumerge y canta a tumba abierta ‘Niña ahogada en un pozo’, ese rap flamenco empapado de pesadillas que imaginó Morente, soñó Lorca y hubiera matado David Lynch por hacerlo suyo. Y no, “no duerme nadie”, Kiki enciende la mecha y Soleá y Estrella se unen a la explosión celestial en la que se funden los músicos, en una ‘Ciudad sin sueño’ que nos hace levitar, con la primogénita desgarrando el cielo.
“Soleá, el eslabón más rockero, nos sorprende con su lado más flamenco, vaciándose sobre el escenario con aquellos tangos que abrían el genial “Sacromonte” (1982) de su padre”
Soleá vuelve a rendir tributo a Cohen en una bella y arriesgada versión (en inglés y español) del ‘Hey, that’s no way to say goodbye’, seguida de ‘Mahattan’, que sí huele a despedida, con una guitarra circular de Paquete en la que nos quedaríamos a vivir para siempre. Todos a mil pulsaciones sobre las tablas y Estrella desquebraja la luna, dejándose el alma en “hoy es el día de mi padre y estamos heridos”. En la apoteosis final, Aurora Carbonell sube al escenario saltando la valla (rock and roll actitud), ayudada por sus hijos y acompañándolos en la recuperada ‘Dama errante’. A forma de bis, una nueva interpretación de ‘Omega’ y como dijo el maestro, “estamos vivos de milagro”. Veinte años de “Omega” no son nada… ni cincuenta ni cien, esta obra y Morente son eternos.