«Si estás muy motivado para convertirte en una gran estrella, es porque tienes alguna debilidad que te empuja a ello. El deseo de ser muy famoso procede de algún tipo de inseguridad personal. No necesito ser U2 o Coldplay. Prefiero sentirme libre»
La banda de Austin recala esta semana en tres ciudades españolas para presentar en directo las canciones de “I am very far”, un álbum que llega tras “True love cast out all evil”, su colaboración con Roky Erickson, y en el que perpetúan un estado de gracia que ya dura una década. Eduardo Guillot conversa con ellos.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Iban camino de convertirse en una gran banda americana, pero finalmente Okkervil River han permanecido en una cómoda posición intermedia, lejos de la popularidad de grupos como Wilco, pero contando con el aprecio fiel de un público iniciado que valora el trabajo de su líder, el carismático Will Sheff. En “I am ver far” han buscado un sonido grande, lindante con la épica, pero que nadie piense en Arcade Fire. Lo suyo, afortunadamente, es otra cosa.
Grabasteis “I am very far” después de trabajar con Roky Erickson en “True love cast out all evil”. ¿En qué sentido afectó un disco al otro?
Trabajar con las canciones de otra persona ha cambiado lo que siento por la música a nivel general. Me ha permitido estar más seguro de mí mismo y llegar más lejos, ver las cosas de otro modo. En el pasado me preocupaba un poco más lo que pensara la gente acerca de lo que hago, pero trabajar con Roky me ha dado mucha confianza.
De hecho, produces “I am very far”, el nuevo LP de Okkervil River, después de trabajar muchos años con Brian Beattie.
Participó en dos canciones, pero la mayoría está hecho sin él. Es maravilloso y tiene un gran sentido musical. Todo lo que sé sobre grabaciones procede de la cantidad de veces que hemos trabajado juntos a lo largo de los años. Cuando empezamos, no tenía ni idea. Con el tiempo, he adquirido mayor consciencia de lo que deseo, sé con claridad el sonido que busco y cómo plasmar mis ideas. Siempre habíamos hecho las cosas en régimen de coproducción, pero no ha sido así en este disco. El mayor trabajo lo hicimos con John Congleton, el ingeniero.
Cada canción parece tratada de manera individual. ¿Era el objetivo que te marcaste?
En cierto modo. Hemos hecho bastantes discos, y creo que algunos son realmente buenos, pero en todos ellos cada elemento ocupaba su lugar de manera muy clara, a veces hasta el aburrimiento. Grabas primero las baterías, luego los bajos, luego las guitarras… Parece que cada cosa va puesta encima de la otra. Esta vez quería hacer lo contrario, pensar en cada cosa que íbamos a hacer y tratar las canciones de manera individual. Cuando llegas a grabar el órgano, lo sonorizas y metes todos los órganos que te hacen falta en las canciones. Eso tiende a que el sonido se uniformice, y quería algo único, diferente en cada tema.
Temas como ‘Rider’ y ‘Wake and be fine’ se grabaron con dos baterías, dos bajistas y siete guitarristas, tocando todos a la vez. ¿Qué buscabas con ello?
Quería conseguir un sonido realmente grande. Pensaba en las Pirámides, Stonehenge o El Coloso de Rodas cuando hacíamos el disco. Cosas enormes. Hizo falta una gran cantidad de gente para construirlos, todos trabajando juntos. Es una metáfora, pero creo que es cierto que cuando tienes mucha gente trabajando conjuntamente para conseguir algo, es posible recoger ese sentimiento tan potente. Con los overdubs, la grabación digital y el ProTools, puedes tener a alguien tocando la guitarra y simular ese sentimiento, pero no tienes el sonido auténtico de un montón de gente tratando de hacer algo todos juntos. Así que, para lograrlo, metí siete guitarristas en el estudio a tocar a la vez. Es algo muy difícil, tienes que conseguir que los siete piensen como una sola persona, es duro, pero la recompenza es esa sensación de grandeza que de otra manera no conseguirías. Es energía salvaje.
¿Cómo es posible grabar de ese modo y evitar sonar engoladamente épico como U2 o Muse?
Cuando nosotros grabamos no aislamos unos sonidos de otros. Puedes oír el charles si separas la pista del bombo, porque todo sucede en la misma habitación y el sonido de los demás instrumentos se filtra por los micrófonos. Así que tienes la batería filtrándose por la pista del piano, la guitarra eléctrica por la acústica, etc. La mezcla enriquece el producto final. No digo que el otro proceso no sea bueno, U2 y bandas así utilizan las más modernas técnicas de estudio, y están más preocupados por separar el sonido de cada instrumento a base de plug-ins y material de ese tipo. Es un proceso muy diferente, por eso el resultado también lo es. Pero a mí me gusta U2.
Entre “The stand-ins” (2008) y “I am very far” has hecho un montón de cosas. Me interesa ‘Stuck’, la canción que escribiste para Norah Jones. ¿Fue fácil adoptar su perspectiva?
Sí. Me gusta ponerme en la perspectiva de otras personas. Es lo que hago cuando escribo. Suelo tener un personaje en mente, aunque siempre hay algo de mí en ese personaje. Norah vino, hablamos de la canción y me estuvo contando alunas experiencias de su vida. Cogí ese material y traté de adoptar su punto de vista. No me resultó extraño, me retraté a mí mismo a través de Norah. Hacer este tipo de cosas es liberador, porque con tus canciones todo el mundo trata de buscar conexiones personales. A veces es algo opresivo ser uno mismo, así que estuvo bien escapar de eso momentáneamente.
¿Por qué se han marchado del grupo Jonathan Meiburg y Howard Draper?
Es difícil mantener una banda unida. Resulta duro estar lejos de la familia durante meses. Cuando puse el grupo en marcha, éramos colegas del colegio, pero no nos hicimos famosos de la noche a la mañana, había que salir a la carretera constantemente y para algunos acabó suponiendo un conflicto. Han pasado muchos músicos por el grupo, pero sigo pensando que somos una banda. Cuando preguntan por la salida de alguien, parece que detrás siempre hay una sombra desagradable, pero no es el caso, es solo gente que se mueve en otras direcciones en su vida.
Con “The stage names” (2007) muchos pensamos que el grupo llegaría al público masivo. ¿Qué os falta para conseguirlo?
Cuando empecé, lo único que quería era seguir grabando discos, pero a medida que hemos avanzado, me he dado cuenta de que nos hemos hecho más populares de lo que nunca imaginé, y sería divertido ver hasta dónde podemos llegar, manteniendo la capacidad para disfrutar con lo que hacemos y sin hacer concesiones. “The stage names” fue un buen ejemplo de eso, era accesible, pero cuando terminamos “The stand-ins” me sentí aburrido con el tema. Si estás muy motivado para convertirte en una gran estrella, es porque tienes alguna debilidad que te empuja a ello. La gente de los realities está dañada, rota. El deseo de ser muy famoso procede de algún tipo de inseguridad personal. No necesito ser U2 o Coldplay. Prefiero sentirme libre.
En España hay gente que te compara con Jarvis Cocker. ¿Cómo lo ves?
Me gusta mucho Pulp y creo que, ciertamente, nos parecemos un poco físicamente. Aunque debo decir que él cambia cuando lo hago yo, y no al revés. Quizá las gafas sean aportación suya, porque yo antes llevaba otras, pero él se dejó la barba después de que yo lo hiciera [risas]. Así que estamos empatados. Es un frontman fantástico y sus letras son excelentes, pero es una simple coincidencia basada en nuestro aspecto. Ya sabes, esa pinta de profesor universitario con problemas matrimoniales que acaba durmiendo en el sofá de un amigo.
Todavía recuerdo la primera vez que os vi, en el festival Tanned Tin de 2006. ¿Siguen siendo vuestros directos tan energéticos?
Aquel show fue realmente divertido. Creo que nuestros conciertos siguen siendo iguales. Siempre lo damos todo. Hay que admitir que se puede llegar a un punto profesional en que siempre ofreces un buen show, lleno de energía, como hacen The Stooges, pero en un concierto realmente grande no siempre controlas todo lo que puede ocurrir, hay otros factores. La banda debe sonar bien, pero el público también juega un papel, las condiciones ambientales son importantes, el sonido… Aquel Tanned Tin fue un ejemplo perfecto de todas esas condiciones funcionando a tope. Tocamos bien, el sonido era increíble, el teatro era precioso y la gente tenía ganas de pasarlo bien. Eso es un concierto. La responsabilidad no es solo del grupo, sino también del público. Si vas dispuesto a pasarlo bien, el grupo lo nota. Se crea un círculo de energía de ida y vuelta. Lo sé porque también acudo a conciertos, y cuando eso ocurre es fantástico. Siempre tratamos de hacerlo lo mejor posible, pero si te encuentras a un público apático o un sonido espantoso, es más difícil. Puede ser correcto, pero no memorable. Puedo intentarlo, pero necesito a la gente. Por eso el Tanned Tin fue genial, porque trabajamos todos juntos.
Tus letras son fantásticas. ¿No has pensado probar suerte literaria, como otros colegas?
Me encantaría, pero es cuestión de tiempo, y no lo tengo. Quizá en el futuro disponga de él.
Pues tómate tu tiempo.
Lo haré [risas].
–
GIRA ESPAÑOLA EN NOVIEMBRE
Jueves, 10. Teatre Coliseum (Barcelona)
Viernes, 11. Milwaukee (Puerto de Santa María, Cádiz)
Sábado, 12. Mirror (Valencia)