A la última plaga de los conciertos, los móviles y las tabletas, le dedica un artículo Diego A. Manrique en “El País”. “Los conciertos se van haciendo antipáticos, entre otras razones por esa maraña de teléfonos y otros dispositivos que se alzan para inmortalizar lo que ocurre en el escenario. Si no das la estatura, es muy posible que el espectáculo te resulte invisible”, dice Manrique.
Ante un público que asiste a los conciertos pertrechado con sus juguetes digitales, se pregunta Manrique: “¿Están participando del evento, ejercen de notarios o son mutantes crecidos en la multitarea, capaces de gozar y registrar simultáneamente? Algunos también mantienen conversaciones, beben y, seguro, conciben startups que monetaricen esa afición”.
“Con la devaluación del concepto ‘disco’, el directo ha pasado a ocupar el lugar central de la experiencia pop. Y urge dejar constancia de tu presencia, sea en la primera visita de un grupo cool o en el megaconcierto de la diva.” Y “Perdido el respeto reverencial por el artista, los fans manejan su obra a capricho. Comparten su música, manipulan sus grabaciones, crean sus propios vídeos.”
Ante este fenómeno hay diversas reacciones por parte de los músicos: desde Neil Young, que confiesa que “Es el equivalente de la FM de los buenos tiempos, la mejor vía para difundir una canción nueva o un tema perdido”, hasta Prince, que lanza a “sus mastines” a expulsar a todo el que pillen perpetuando en concierto con móviles o tabletas. Otros, como Jack White, los Black Crowes o Wilco, piden al público que no utilice sus cámaras.
“Tal vez, finalmente, no sea más que otro ritual bobo de la era del gadget. Igual que antes se encendían mecheros, ahora se agitan los iPhones encendidos”, concluye Manrique.
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Ojalá no estuvieras aquí”.