Tom Vlasman
«White Room With Disintegrating Walls»
LP: FLAME, 1970
VALOR: 300 Euros.
Una sección de VICENTE FABUEL.
¿Es posible anhelar discos cuya existencia desconocemos? Sí, doy fe de ello. Discos intuidos, discos soñados, discos que se barruntan sobre la certeza irreal –aunque permanente– de que cualquier camino musical hubo de recorrerse en los grandes años de creatividad del rock. Y cuando tropiezas con uno de esos discos quiméricos aún viene lo mejor: la agradable sensación del reencuentro sin que haya mediado contacto previo alguno. Cerrado el círculo, reafirmada nuestra intuición, basta cualquier propuesta musical original que ése u otro disco muestre, y que no logres relacionar con nada conocido, para que el nuevo ciclo de deseo se ponga en marcha a la búsqueda del siguiente objeto visionario. Comienza el viaje. Acabo de reencontrarme con un disco que no había visto nunca, éste de Tom Vlasman, y todo gracias a la oportuna –y apabullante– reedición de Wah Wah Records: edición limitada de 500 copias, galleta de label original, insert, póster, textos… ¿Hace falta ponerse pesado recomendándola?
A pesar de que nunca antes había oído media palabra de este intérprete holandés de folk, hace tiempo sin embargo que estaba esperando escuchar algo parecido, algo que retomara aquel inconcluso cruce de caminos entre el alucine de “Blonde on blonde” (mayo de 1966), tras el que Dylan comenzaría a usar GPS en sus próximos desplazamientos, y los Pink Floyd del “More” (julio de 1969), en pleno desbarre de la Formentera lisérgica a finales de los 60. Folk ácido, pues, era la propuesta de este desconocido folkie que uno añoraba sin conocerlo, y cuyos movimientos musicales previos y posteriores a la publicación de “White room with disintegrating walls”, en el pequeño sello local Flame, de Ámsterdam, iban a resultar igual de subterráneos que su único disco recordado.
Tras chocar con un pasmoso diseño de portada a cargo de Leendert Le Duc, el disco presenta a Vlasman (guitarra y voz) acompañado de un par de músicos: Frans Schoonen (órgano, flauta y harmónica) y Leo Van Vugt (chincha, tumba y tambourine). Las siete composiciones del disco exhiben ensimismadas tonadas folk circulando en autopistas ácidas mecidas por los teclados y el uso absolutamente raga de la guitarra acústica. La hipnótica ‘Fight with a circular course’ lo explica con brillantez retomando ese punto de inflexión y ruptura al que se vio abocado el folk psicodélico de finales de los 60. El otro «highlight» del disco aún apuntala más el concepto, nada menos que una versión del ‘Pale blue eyes’ del tercer disco de la Velvet Underground (1969), insólito cover a modo y manera como si Dylan interpretase a Lou Reed, y en unos años, no se olvide, que nadie hacía versiones de la Velvet simplemente porque nadie prácticamente había escuchado a la Velvet Underground. Loado encuentro.
A pesar de que a partir de los años 80 el secreto de este prodigioso «trip» comenzó a correr discretamente de boca en boca, éste ha sido un vinilo jamás reeditado hasta ahora. Igual puedes buscar esa esquiva edición original de elevado precio, que recurrir a la salvadora reedición de Wah Wah sin dilapidar hacienda alguna y en cambio encontrarte con una remasterización de sonido marca de la casa: alta, limpia y clara. Exactamente igual que la gran música de experiencia y trance que lleva dentro.
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Anterior entrega de Objeto de Deseo: Mike and The Runaways y The Beat Mixers.