Sylvie Vartan
En español
RCA, 1967
VALOR: 400 Euros.
Una sección de VICENTE FABUEL.
Alguien tuvo la idea de que la “star” francesa Sylvie Vartan grabase todo un álbum en castellano. Tres años antes, en 1964, Aznavour la había retratado para los restos cediéndole su composición “La plus belle pour allez dancer” (“La más bella del baile”), desde entonces santo y seña tanto de su deslumbrante imagen física (uno de los más reconocibles “cheesecake” ye-yés de los años 60), como –a diferencia de colegas como Françoise Hardy, Pussycat o Stella– de sus limitaciones para involucrarse plenamente en el ritmo de los tiempos. Conscientes de ello, las intenciones del equipo profesional que anidaba tras Sylvie eran otras, a la cabeza de todas, lograr hacer de ella un símbolo sexual juvenil reconocible y exportable a toda Europa. Como toda buena receta que se precie el guiso contaría con excelentes materias primas (primorosas canciones en moderada clave sexy de lolita ye-yé), una precisa imagen externa conveniente reforzada (la respetabilidad social de su boda con Johnny Halliday) y un adecuado manejo de la guarnición como, por ejemplo y en aquellos años tan poco globalizados, cantar en diferentes lenguas, entre ellas la castellana.
Pues éste es, precisamente, el fantasmal y algo tardío disco ya (1967) que lo explica. Raro como el infierno –su foto de portada no aparece ni en la completísima web oficial de la artista– durante años se han contado historias que rozan el mito sobre peregrinaciones transnacionales de seguidores en busca de poder tocarlo y hacerse la correspondiente foto que acreditase el prodigio. Lo dicho, un santuario. Propiciado por el nulo éxito del lanzamiento, lo exiguo de su tirada (¿200 ejemplares?) y el progresivo descenso de interés de este país por la estrella gala, el disco –su leyenda más bien– fue creciendo día a día tanto entre los fieles parroquianos que lo conocían, como entre los incrédulos seguidores que ni siquiera lo habían visto en foto y que aún dudan hoy que exista. Contexto aparte, alguna culpa tuvo que tener el disco en sí en todo este despropósito de grabación discográfica, que por cierto también apareció en algún país de Sudamérica.
Escuchado hoy el vinilo –se confirma, pues, que existe– el trabajo sufre de un apresuramiento generalizado en todos sus frentes. Prácticamente todas las partes vocales de la cantante adolecen de un aire maquetero que delata la urgencia en rematar el proyecto. La estrella francesa no llega a doblar su voz en ninguna ocasión, entonces práctica habitual en sus grabaciones, y si hablamos del discreto nivel de los textos (a cargo del habitual y estajanovista adaptador C. Mapel) tampoco ayudan demasiado a la causa. Un trabajo ligero y algo descafeinado que lograba diluir como azucarillos pequeñas gemas como “Il y a eux filles en moi”, “On n’aime pas deux foix” o “Ce jour la”. Curiosamente, en llegando a su toma del gran “The more i see you” (“L’air qui balance”), traducida aquí como “El aire que se mueve”, la desgana de su voz castellanizada parecía imbuir a ese clásico perezoso de Chris Móntez de una sensación de galvana veraniega aún mayor que el original. Al menos el disco ofrecía un momento ciertamente turbador, aunque no se enterara nadie. Poca cosa al parecer para el personal de aquellos lejanos días del verano del amor que –definitivamente– estaban ya por otros menesteres.