«Bajo una inteligente y heterogénea producción de Jim Dickinson, Big Star consumaba el proceso de revisión y deconstrucción de los grandes años primigenios del rock al que se habían acercado en sus dos primeros álbumes»
Big Star
«3rd»
LP: PVC VISA RECORDS 1978
VALOR: 140 euros.
Una sección de VICENTE FABUEL.
El tercero y más reflexivo trabajo del grupo de Alex Chilton ha contado históricamente con un abultado pliego de injurias indigno de álbum tan crucial. La primera de las reprobaciones que sufrió este disco irrepetible fue la de ver modificado su nombre (1); la segunda, cambiar su portada repetidas veces (2); alterar el orden original del tracklist, la tercera (3) y por último (¡debieron de pensar que ya estaba bien!) añadirle unos cuantos bonus (4) a ver si eso ayudaba a que alguien reparase en su aislada existencia. Todo ello teniendo que esperar cuatro años tras ser grabado para que alguien se atreviese a publicarlo aunque fuese de tapadillo en un minúsculo sello de cuarta fila. ¿Alguien da más? Sí, el bendito funcionario que logró vaciar los estantes donde se apilaban los miles de vinilos fabricados saldándolos a dólar la unidad tras el correspondiente y oneroso «cut out» en portada.
Escalando lugares cada día en mi personal top 50 de grandes discos maltratados, vamos a ver si hoy deseamos un poquito al tercer álbum de Big Star. Al pobre, menos atención le cayó de todo, aunque lo que había pasado antes con sus dos predecesores, “ # 1 record” (1972) y “Radio City” (1974), discos tan hermosos como –en términos profesionales de producción– algo deslabazados y faltos del mínimo sentido del «punch», no hacía presagiar mejoría popular alguna. La nula carrera comercial de grupo había dejado ya sensibles bajas (Chris Bell, guitarrista y cantante, el otro peso pesado del grupo, había abandonado iniciando una carrera que en rigor se limitaría a un único single), de modo que este tercer envite, publicado tardíamente cuando Alex Chilton ya había iniciado su carrera en solitario, pudo ser considerado como doble o nada.
Fue doble, quizá más, un torrente de emociones en choque sobre un repertorio que ampliaba registro respecto a discos anteriores. Bajo una inteligente y heterogénea producción de Jim Dickinson, Big Star consumaba el proceso de revisión y deconstrucción de los grandes años primigenios del rock al que –con un perfil más limitado– se habían acercado en sus dos primeros álbumes. Quizás pueda ser “3rd” (recuérdese que aunque editado en el 78, se había grabado en 1974) el primer gran tiovivo musical de mil sonidos conocidos al que nadie había subido nunca tan acompañado, un brillante exorcismo personal junto a los Beatles y Bob Dylan, junto a los Who, la Velvet Underground, el rock and roll, el country ácido o la psicodelia más doliente. Un auténtico «tour de force», al tiempo tan personal y tormentoso como deudor de infinitas herencias recibidas, y por descontado, a pesar de lo silencioso de su edición, una obra de auténtico calado imposible de medir con números el enorme ascendiente que sobre la escena independiente del rock de los ochenta y noventa llegó a ejercer.
Con esa cuidada ironía de su nombre, el grupo de Alex Chilton, Chris Bell y Jody Stephens forjó un perfecto icono de lo que representa la serie B en la historia del rock: oscuros e intensos, dotados sino de un gran talento, sí de uno verdaderamente peculiar y por ende con dificultades de hacerse entender mayoritariamente. Ninguna de sus canciones puede explicar esto con más humildad que la prodigiosa ‘Thirteen’ (perdonen la digresión, este corte no está en el disco comentado, sino en su primer álbum), si se quiere, una emocionante miniatura alejada de los estándares de la gran canción de manual, pero que basta escucharla junto a las muchas versiones que de ella se han hecho (Wilco, Elliot Smith, Garbage, Amaral incluso …) para captar la exquisita precisión de Big Star, el impacto que esta conmovedora canción pudo arrojar sobre cualquier músico sensible que llegase a escucharla y al tiempo, la incapacidad de éstos para exprimir todo su emocionante juego. El de Big Star.
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NOTAS:
(1) Las sesiones de grabación de este tercer álbum en los estudios Ardent (Memphis), a finales de 1974, fueron conocidas como “the sister lovers sessions” por los romances que Chilton y el batería Jody Stephens mantenían entonces con las hermanas Aldridge, una de ellas, Lesa, oficiando de corista en la grabación. Circunstancia que acabaría dando título añadido («3rd: Sister lovers») a todas las numerosas reediciones que llegarían después.
(2) “3rd” se ha presentado bajo cinco portadas distintas, al menos de momento. La primera en editarse (la original USA de 1978) mostraba a los dos hombres fuertes del grupo, Alex Chilton y Jody Stephens, en actitud distendida y relajada en el estudio de grabación. Nótese arriba, quizás, la inconveniencia de la sonrisa de Chilton en años musicales tan poco dados a la amabilidad y la gentileza. Al editarse ese mismo año en Inglaterra, al prodigio le llega el primer baldón, aparece ya con otro diseño distinto (¿?), una anodina foto a color de una mujer cubierta de vaporosas gasas. El tercer diseño apareció en 1985 (reedición USA) cediendo ya todo el protagonismo a Chilton, con una gran foto suya en primerísimo plano y quemada en azul que pareció definir mejor que las anteriores lo tortuoso de su contenido. En 1987 llegaría la cuarta, nadie estaba esperándola, obviamente, de hecho es la menos recordada: tres estrellas mal dibujadas planeando sobre un paisaje de campos en cultivo (¡qué dislate, por Dios!). Por último, Rykodisc presenta en el 92 ésa que al final ha sido la más presente en fans de última hornada: un grupo de diez «pin-ups» en traje de bajo formando un círculo sobre la arena. Tan estética como poco adecuada e igual de prescindible que las anteriores. ¿Alguien entiende qué pudieron notar de negativo a la primera de todas?
(3-4) El contenido de “3rd” a través de sus muchas ediciones ha oscilado de los 14 cortes originales de la primera edición a los 19 de la última, habitualmente con el tracklisting alterado y nunca en el mismo orden, como si se decidiese en una tómbola. Bien es cierto que los sucesivos añadidos han permitido ampliar el conocimiento de esas míticas sesiones con sugestivos covers de Jerry Lee Lewis (‘Whole lotta shakin´ goin´ on’), The Kinks (‘Till the end of the day’) o el ‘Nature boy’ de Nat King Cole, y sobre todo el impagable regalo del inédito “Dream lover” de Chilton, tres de los minutos más dolientes de todo su repertorio.
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