DISCOS
“Sus canciones enamoran a la primera y te hacen adicto a la segunda, y todo ello jugando con las claves que siempre hemos conocido, sin arriesgar en el buen gusto”
Coke Belda
“Number Zwei”
ROCK INDIANA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Coke Belda es uno de esos músicos que conjuga dos cualidades que pasan directamente a las canciones para darles un brillo natural y reconfortante. La primera, su experiencia en grupos y batallas, que le hace conocer exactamente la solución de esa fórmula entre medios y resultados. La segunda, que tiene un laboratorio dentro, una mesa de mezclas químicas que le permite fagocitar todo, dar a cada elemento de la aleación su valor exacto y conseguir una amalgama rica y coherente. Sus canciones enamoran a la primera y te hacen adicto a la segunda, y todo ello jugando con las claves que siempre hemos conocido, sin arriesgar en el buen gusto.
De hecho, hay un pequeño puñado que de aparecer en un epé de los clásicos sería para enmarcarlo en oro, llenas a la vez de esa inconsistente energía y esa sólida melancolía que conjugan ensoñación e impulso. La prueba está nada más abrir el disco, en ‘Rainbow’. Sí, no es más que pop de guitarras con coros azucarados y flotantes –que sostienen ellos solos ‘About You’– y una melodía prodigiosa; correcto, los Beatles están siempre de fondo, y hay retazos Raspberries, Romantics, Teenage Fanclub, pero todo ello queda sepultado ante una canción de tan exquisito tejido.
En ocasiones, con juegos de guitarras plenos, bien patentes pero tranquilos, consigue llegar al espíritu de la new wave más suave, como en ‘You’re not in love’. En otros momentos hay una rara conjunción entre los Beach Boys más canónicos y unos fondos psicodélicos que se van desvaneciendo, pero en todo ejerce como marca de fábrica una magistral delicadeza para que el conjunto final sea pulido y unitario, canciones que suenen al pop más cuidadosamente natural, pero que tengan su propia alma.
Es curioso cómo dentro de esta perfecta plantilla van surgiendo aquí y allá retazos. ‘Mustard trees’ es pura costa oeste a la manera de Love, en los fraseos y en la limpieza de las guitarras, y ‘Where I am’ absorbe todo el folk del mundo y nos lo devuelve a lo Byrds, mientras que ‘Glue’ lo pasa por los fuegos de campamento y los atardeceres y nos lo retorna a lo Donovan. Incluso tira a veces para lo que debía ser el ideal del espíritu juvenil en un mundo perfecto, ese consistente ‘Songwriting’ que me trae a la memoria a Phil Seymour.
Dejo para el final el apuesto cierre ‘Everyboy needs’, la más calmada tras la energía contenida, una nana que en su final extiende y extiende su encantadora melodía. Como todas las del disco, sencilla orfebrería, con ese hechizo que les juro que me es imposible de explicar pero que consigue llenarme cada vez que escucho el disco.
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Anterior crítica de discos: “George Fest: A night to celebrate the music of George Harrison”.