Nuevo color, de Mamá

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DISCOS

«Si algo destaca en esta nueva versión del grupo, es este espíritu juvenil del que hablamos y —cosa que nos llena de alegría— un magistral ángel para las melodías»

 

Mamá
Nuevo color

ROCK INDIANA / VINYL ROUTE, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Afortunadamente, la discografía de Mamá se ha ido acrecentando —y mucho— en este nuevo milenio. Lo que pensábamos, años ha, que iba a ser el único legado de uno de los más enérgicos e imaginativos grupos de pop de guitarras, se fue ampliando progresivamente. Así que entraba dentro de lo posible que en algún momento hubiera una recopilación. Lo inesperado —y agradable— es que viniera con regalito: tres de las canciones que Mamá compuso en los ochenta y que hasta ahora no habían sido grabadas en condiciones.

Sí, los tres primeros cortes hacen justicia a un pasado en el que había más perlas de las que se vislumbraron, y tanto la canción que da título al conjunto, como “Vete” y “Mi perdido amor”, que en los años ochenta no pudieron aparecer en ningún disco, sí lo hacen aquí, como para completar el cómputo y dejar cerrada la opera omnia del grupo en los ochenta con estas canciones. Tres pedazos de canciones.

“Nuevo color” sí que se grabó, en La fiesta terminó —que ha pasado a la historia como mal producido, sin serlo tanto—, pero aquí aparece registrada en condiciones y plagada de energía. El grupo suena con más empuje incluso y la voz de José María Granados es milagrosamente juvenil.

“Mi perdido amor” y “Vete” aparecen en su versión en maqueta en el elepé que las recoge, El show empieza. La primera es —no me duele prendas el decirlo—una de las mejores canciones del pop español, al nivel de cualquier grupo inglés o norteamericano. Solo por ella merece la pena el disco, porque la versión en maqueta era eso, ilusionante y básica, pero se merecía una grabación más cuidada. Con “Vete” ocurre tres cuartos de los mismo, aunque aparte de en la maqueta aparecía en el disco en directo del grupo. Siempre me ha parecido —quizá equivocadamente— un engarce entre los dúos de cantautores costumbristas de los últimos setenta, José María Granados empezó entonces con su dúo Moscatel, y la sensibilidad de la nueva ola. Esta nueva grabación resulta especialmente dramática y está interpretada con una voz especialmente sensible.

Las nueve canciones restantes provienen de los discos editados en este nuevo milenio, y destacan por no desmerecer en nada de sus hermanas de los ochenta. “Mal de amores” tiene ese sonido limpio y enérgico a la vez característico de la banda, una batería a piñón, una voz con espíritu juvenil y una letra que tiene esa pulsión adolescente que ha agitado su carrera y que todavía continúa.

Si algo destaca en esta nueva versión del grupo, y se comprueba con canciones espigadas de los elepés recientes, es este espíritu juvenil del que hablamos y —cosa que nos llena de alegría— un magistral ángel para las melodías. Las guitarras no se han moderado, lastre que normalmente soportan los grupos que llevan tantos años, y son canciones que podían integrarse perfectamente en cualquiera de sus discos antiguos, pero que resultan perfectamente actuales. Escuchen “Luna llena” y comprobarán todo esto que les digo.

Incluso se retrotraen un poco y llegan a desplegar un sonido pub rock en “Como aquella de los Kinks”. Se trata de una canción que tiene como tema la composición de una canción y como mérito el diálogo entre guitarras. Guitarras que están siempre presentes, como en “Botellas”, una oda al alcoholismo y su penitencia. También son expertos en estribillos magnéticos, como el de “En tu lugar”, la sintonía del desamor en que los arreglos —siempre sencillos— tiran de la canción como un cohete. O en “Acto de fe”, con un riff impresionante.

Como señalábamos antes, las pinturas costumbristas son uno de los ejes maestros del grupo. Ahí tenemos “Inútil”, que explora las vicisitudes de aquellos que no saben clavar un clavo sin fracturas en los dedos o en la pared. Forma parte de ese grupo de canciones que se apartan un tanto de las marcas habituales de Mamá. “Amantes”, por ejemplo, una oda a las relaciones sin papel pero con la piel abierta, no se parece a nada y se parece a todo lo que fagocitan y añaden a su personalidad.

Y queda “La mejor canción”, que se introduce con una armónica de inequívoco aire dylaniano. Sin estribillo reconocible y con una letra metaliteraria solo busca la canción pop perfecta. Y lo consigue, precisamente con esta, dentro de un disco que constituye su primer vinilo desde 1982 —aunque también se puede conseguir en cedé—, además con maravillosa portada y una fotonovela interior con la banda como protagonista.

Se pueden decir muchas cosas de Mamá, seguramente no sean conocidos por gran parte del público, pero han hecho algunas de las mejores canciones en castellano y son tan grandes como el mejor grupo en el que ustedes piensen. Solo hace falta que se escuchen sus temas un poquito más y llegarán donde merecen: a ese pódium que logran aquellos que van a pervivir en el tiempo.

Anterior crítica de discos: Here in the pitch, de Jessica Pratt.

 

 

 

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