No lo volveré a hacer, de Shego

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DISCOS

«El esperado segundo trabajo del trío madrileño retrata con crudeza los vínculos afectivos actuales, marcados por la inestabilidad»

 

Shego
No lo volveré a hacer
ALTAFONTE / ERNIE RECORDS, 2025

 

Texto: MARÍA CANET.

 

El amor en 2025 se ha convertido en un animal mitológico más: algo líquido, intangible efímero. Un mito narrado con nostalgia frente a una sociedad que disfraza el egoísmo de autocuidado; el ego en empoderamiento. Al final, lo único inevitable es el daño que provoca el desamor. El dolor que permanece tras intentar convertir en real la leyenda y del que se extrae una promesa: No lo volveré a hacer (Altafonte / Ernie Records, 2025), que da título al segundo trabajo de Shego. De la necesidad de curar esa herida nace el esperado nuevo disco de las madrileñas, que lanza a la hoguera las carencias de una sociedad donde los vínculos combustionan con rapidez

Pertenecientes a una joven escena que ha revitalizado el rock nacional (Repion, Alcalá Norte), Maite Gallardo (voz, guitarra), Raquel Cerro (voz, guitarra) y Charlotte Augusteijn (bajo) se convierten en plañideras del rock, con protagonismo de crudas guitarras de querencia grunge y simplicidad en melodía y letras. Un trabajo grabado en los estudios La Mina, y coproducido junto a Raúl Pérez (Pony Bravo), que disecciona la fragilidad e inestabilidad de los vínculos afectivos en la actualidad.

El elepé empieza con la punzada eléctrica que ofrece “Un secreto”, donde bajo y guitarra se tensan como esa soga al cuello que ahoga al echar de menos, un lamento que se agudiza al entonar a gritos el estribillo. Las guitarras oscuramente grunge (que remiten directamente a Nirvana) y el juego de voces que simulan la consciencia, introducen “Aunque duela”, ese momento de apretar la herida para poder sanar. No hay poesía en la lírica, («aunque duela, es mejor así/me parece lo mejor para mí») Shego optan por un lenguaje sencillo para calar rápidamente en el oyente. “arghHhh!” apuesta por poner el foco en la mirada ajena como jueza implacable, en esa personalidad que se desdibuja ante el rechazo: «yo existía mucho antes de que tú me quisieras/cuando miro al espejo sólo pienso arghHhh!/ se acabó el no quererse/ahora soy la primera», algo que combaten a través de una melodía más luminosa y una pequeña dosis de optimismo: «tantos días después/ tantos días fatal / tantos días después / de tanto tiempo / hoy me siento tan bien / hoy me siento genial / tantos días después de tanto tiempo».

Tras regodearse en el dolor, llega el momento de levantar cabeza con “Mantra”, donde el solo de guitarra y los «no lo volveré a hacer» a gritos y en bucle, buscan penetrar cual oración autoimpuesta para terminar con la inevitable contradicción: «y lo hago otra vez». Una de las piezas más rockeras a la que sigue “Manifesting”, con inesperadas pinceladas electrónicas, que narran una escena de reencuentros entre nocturnidad, rencor y alcohol. “no quiero” parece la secuela, la mañana después, donde aparece el arrepentimiento con un «no puedo / ni quiero» que machaca como el dolor de cabeza en una resaca y que genera un contraste con la dulzura pop que ofrecen los coros. Un retrato de las relaciones líquidas actuales que desemboca en la tristeza lánguida de “Algunos lunes”, retrato íntimo de la soledad que arranca únicamente con la voz para introducir unos tímidos sintetizadores y admitir «No sé quién soy en la intimidad».

Las guitarras urgentes de “La fiesta”, entre cánticos y recital poético, retratan y celebran la frivolidad y el hedonismo, una dolce vita millenial: «da igual dónde sea la fiesta / estamos ahí / todos juntos entre la mierda / ¿te quieres venir?».

La crudeza eléctrica y la oscuridad reaparecen con “BACKSTAGE”, un tema pausado donde el dramatismo de las armonías vocales expresan los anhelos cotidianos. El momento de calma antes del empoderamiento que presenta “Curso avanzado de perra”, donde se sacuden la culpa, la vergüenza a golpe de contundente percusión y guitarras afiladas; el único gramo de dulzura lo aportan las voces: «nada va a dolerte, nadie te va a destruir». Un resurgimiento para el que resultan necesario el abrazo y el calor de las amigas que resuena en “(es posible)”, entonada de forma comunal junto a agosto, Alvadera, Casero, Clara Redi, El Buen Hijo, Ganges, Ghouljaboy, Ginebras, Grande Amore, interrogación amor, Kimberley Tell, Las Dianas, Lucy Morry, mariagrep, Menta, Mira Paula, Repion y Toldos Verdes. Tras los anhelos («cuando deje de sentirme tan culpable / y me vea bonita / y la fiesta no acabe / y todo lo que importa sea menos grave») el crescendo de eléctricas acompañado del grito «¡de una puta vez!», sacude la realidad para tratar de romper el maleficio. A modo de epitafio final, “Que muera el amor” representa la fortaleza individual («puedo ser una zorra / puedo dar mucho miedo / puedo hacerlo yo sola»), el sentirse invencible en plena tormenta de guitarras eléctricas.

Doce canciones nacidas de las cenizas que quedan de una misma tras el incendio del amor. Como el ave Fénix, Shego convierten el mito en realidad y resurgen a guitarrazos.

Anterior crítica de discos: Who let the dogs out, de Lambrini Girls.

 

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