COMBUSTIONES
«Si de verdad queremos que la música no se vaya definitivamente al carajo vamos a necesitar algo más que cultura y ocio por la patilla»
Observando el desastre económico que está dejando el coronavirus a su paso, y la primera respuesta de la cultura y la sociedad, Julio Valdeón advierte del peligro que atraviesa el gremio si no hay un cambio de paradigma.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
Foto: JOSÉ LUIS JIMÉNEZ (FLICKR).
No lo estamos entendiendo. No habrá conciertos este verano. Ni en locales cerrados ni al aire libre. Posiblemente no haya bares, ni discotecas, ni auditorios, ni festivales bajo las estrellas o rebozados de polvo y barro, ni escenarios en los parques. Ni este verano. Ni el próximo otoño o invierno. Ni en la primavera de 2021. Ni en el verano ni quizá durante el otoño. No será posible recuperar la normalidad hasta que no haya una vacuna. Si es que llega. Y eso no sucedería antes de un año: existen unos plazos inevitables para descartar posibles efectos secundarios y otros problemas. Suponiendo que seamos capaces de batir el récord de creación y producción de una nueva vacuna. Que después tendría que fabricarse y distribuirse en cantidades suficientes como para vacunar a todo el planeta. Normal que Bill Gates avise de que conviene ir levantando ya los centros de producción, incluso sin estar seguros de que seamos capaces de lograrla. De lo contrario tocará añadir unas brutales dificultades logísticas a los plazos inevitables de la investigación clínica.
Según un estudio de Harvard, publicado esta semana en Science, hablamos de 2022. Leo en CNN que el doctor Marc Lipsitch, director del paper y profesor de Epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Harvard, explica que «es posible que se requiera un distanciamiento intermitente hasta 2022 a menos que la capacidad de atención crítica sanitaria se incremente sustancialmente o hasta que un tratamiento o vacuna esté disponible (…) Incluso en el caso de eliminación aparente, la vigilancia del SARS-CoV-2 debe mantenerse, ya que un resurgimiento en el contagio podría ser posible hasta 2024». Más todavía: «Si el enfoque elegido es el distanciamiento intermitente, puede ser necesario mantenerlo durante varios años». Cuentan en CNN que según Lipsitch, y otros muchos científicos, tampoco sabemos si las personas que han superado la enfermedad han desarrollado anticuerpos capaces de conferirles inmunidad, ni si la teórica inmunidad sería permanente. Tampoco disponemos de momento de la infraestructura y medios necesarios para desarrollar los tests.
¿Qué por qué les cuento todo esto? Pues porque encuentro que florecen los streamings, y todo dios celebra cantidad lo solidarios que somos y lo mucho que nos quieren nuestros cantantes, que tocan desde el sótano de su casa para aliviar la claustrofobia. La suya y la nuestra. Pero si de verdad queremos que el oficio de hacer e interpretar canciones no se vaya definitivamente al carajo vamos a necesitar algo más que cultura y ocio por la patilla. Si este país cainita, dividido entre los que dicen amar a los artistas y los que hablan con desprecio de los titiriteros, no espabila, si no pasamos de las poses y los balcones a comprar discos —ojo, no suscripciones de hojadelata a servicios de música en streaming, que solo reparten miseria, no. Hablo de discos, en formato físico o como descargas, da igual—, dentro de muy poco asistiremos al hundimiento definitivo de una industria ya muy tocada. La música no cae de los árboles y los músicos necesitan comer.
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Anterior entrega de Combustiones: Dios nació en Valencia, se llama Paco Ibáñez y es anarquista.