No cerramos en agosto, de Eduard Palomares

Autor:

LIBROS

«El autor tiene buena mano para huir del arquetipo y construir un personaje creíble y al que moldean las circunstancias»

 

Eduard Palomares
No cerramos en agosto
LIBROS DEL ASTEROIDE, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La novela policíaca en la que la trama discurre por las calles de Barcelona está de enhorabuena. A las canónicas voces de González Ledesma, Vázquez Montalbán y Mendoza se une ahora la de Eduard Palomares, articulista en El Periódico, con este No cerramos es agosto. Y no desmerece, porque a la par que no se desvía de los mecanismos formales y las técnicas del género, aporta dosis de originalidad. La primera, el detective. Jordi Viassolo es un chavalín de 25 años que, fascinado desde niño por la novela negra, sueña con ser detective. En la entrevista de trabajo para la agencia Private Eye se le dice que únicamente necesitan un becario para que la oficina permanezca abierta en vacaciones. No debe tocar nada, no debe aceptar a ningún cliente y debe decirles, si alguno llega, que han de regresar en septiembre. Pero llega un marido cuya esposa ha desaparecido. Y Jordi asume el caso.

No aporta originalidad, pero sí un grato contraste: la figura de Recasens, un detective de la vieja escuela que aparentemente no hace nada en la agencia más que leer la prensa deportiva. De colmillo afilado y descreído a la vez, Recasens es cliente habitual y prestigioso de todos los bares de la Barceloneta que lleven abiertos por lo menos 50 años. Él también es el encargado de quedarse de guardia durante el verano, pero ni aparece por la oficina. Cuando Viassolo decide aceptar el caso y este empieza a darle problemas tendrá que buscar al viejo detective por todos los bares, entre las risas de los parroquianos.

Para ello, intentan meterse en los ambientes por donde se movía la esposa fugada, especialmente su gimnasio, donde parece ser que tenía por costumbre marchar junto a un amigo. La trama se va enredando hasta un final común en el género, en el que se atan cabos, pero hasta ese momento asistimos a la vida en una Barcelona tórrida, plagada de turistas, con especuladores inmobiliarios que hacen que suban los alquileres, contratos basura… Por ella se mueven los dos protagonistas, que cuentan con la esporádica ayuda de Layla, una monitora del gimnasio a la que le hace ilusión participar en el caso.

Porque esta es una novela de personajes, bien construidos por Palomares. Al cinismo y las maneras expertas de Recasens se le oponen la bisoñez y las ganas del aprendiz. El autor tiene buena mano para huir del arquetipo y construir un personaje creíble y al que moldean las circunstancias. Viassolo no es gracioso, pero sí que se ve envuelto en situaciones en las que no deja el lector de sacudirse con una carcajada. Una especie de Quijote que le hubiera dado la locura treinta años antes. Y mientras tanto, asiste con sus amigos a las discotecas de moda y a las fiestas de Gracia, establece tertulias en bares de barrio, se tuesta en la playa, acude a fiestas de Erasmus e intenta entablar conversación, de manera harto defectuosa, con cualquier chica que está a menos de cinco metros. Cae simpático y tiene maneras, lo suficiente para esperar que haya una segunda novela y se convierta en una serie.

Anterior crítica de libros: Coque Malla. Sueños, gigantes y astronautas, de Arancha Moreno.

 

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