Niños Mutantes: Buscando canciones sin fecha de caducidad

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«Es muy español esto de quejarse pero no hacer nada, y la verdad es que esta vez nos apetecía transmitir un mensaje optimista»

 

«El futuro», el octavo disco de Niños Mutantes, los muestra mirando hacia atrás (a sonidos de los años ochenta) para interpretar el futuro. Para ello han contado con la ayuda del productor Ricky Falkner.

 

 

Texto: WILMA LORENZO.
Fotos: RUTH GIRÁLDEZ.

 

 

«El futuro» (Ernie Producciones) es la demostración hecha música de que la experiencia y la ilusión pueden ir de la mano; que la actitud es clave para tener control sobre el éxito. Niños Mutantes llevan veinte años peleando por ello. Subiendo a escenarios de todo el país defendiendo canciones que han ido definiendo la personalidad de una banda con sello de identidad propio. Por ese motivo el octavo álbum de Niños Mutantes es diferente a los demás a la vez que fácilmente reconocible. Con Ricky Falkner a la producción y saludando a los sintetizadores ochenteros, «El futuro» es una suma de referencias al pasado con homenaje a Serrat incluido; que tiene hueco además para estilos como la bossa nova a la vez que respira folk. Once corte genuinos que ponen en valor una de las principales premisas de Niños Mutantes: “hacer canciones sin fecha de caducidad”. Y que además demuestran que los de Granada tienen mucho futuro por delante que alcanzar.

Titulando este álbum «El futuro» supongo que es algo que os preocupa especialmente como banda, ¿es así?
Juan Alberto: Como banda y como personas. Nos preocupa de toda la vida. El futuro es una mezcla de esperanza y miedo. El disco anterior estaba lleno de rabia como consecuencia del momento social de indignación que vivíamos y decidimos lanzarnos a un territorio, el de la crítica social, que siempre habíamos tocado tangencialmente, pero que en ese momento queríamos abarcar de una forma más explícita. Pero cuando llegamos a este disco no nos apetecía seguir en esa actitud de cabreo, amargados y echando espuma por la boca… Es muy español esto de quejarse pero no hacer nada, y la verdad es que esta vez nos apetecía transmitir un mensaje optimista. Decir que para que las cosas cambien y el futuro sea el que esperas, tú tienes que poner de tu parte. Para empezar es una actitud que nosotros queremos creernos individualmente como personas [risas], porque no siempre la aplicamos.

A mí sí me ha dado la sensación de que vuestro mensaje y actitud eran optimistas a pesar de vuestras letras más tremendistas.
J.A: Yo creo que hemos sido bastante corta venas [risas], pero personalmente o en el escenario está claro que nuestra actitud y nuestro objetivo es pasarlo bien y disfrutar. Queremos transmitir una imagen que sí es verdad que es un poco contradictoria con la temática de muchas de nuestras canciones.

¿Sería «El futuro» el resultado del naufragio y de esa situación social de la que hablabais en vuestro anterior disco?
J.A.: Claro. El náufrago cuando llega a la playa después de haberse salvado de la catástrofe lo que tiene que hacer es pensar en el día de mañana y en cómo va a continuar. Si no lo hace con esperanza y optimismo va a acabar muy mal.

¿Qué esperabais vosotros y con qué os habéis encontrado?
Andrés: La verdad es que justo de eso hablan las canciones: del futuro que estamos viviendo ahora, que es el presente hoy pero es el futuro que imaginábamos cuando teníamos quince años. Y la verdad es que se parece bien poco. Todo lo que imaginábamos que ocurriría en 2014 gracias al cine de ciencia ficción sonaba muy lejos entonces y ahora lo estamos viviendo y es nuestro presente.
J.A.: A nosotros el futuro ya nos ha llegado. Cuando teníamos diez o quince años no solo nos imaginábamos cómo iba a ser el mundo. También nos imaginábamos cómo seríamos nosotros. El mundo ha cumplido muchas de las fantasías futuristas de aquella época: las peores. Las naves espaciales, los viajes a Marte y las ciudades sin humo y trenes maravillosos volando no se han presentado [risas]. Lo que sí se ha cumplido han sido las peores visiones futuristas: un poder que controla y ciudadanos que son autómatas, seres insignificantes que son manejados, atrapados y esclavizados con las tecnologías… seres bastante pasivos e idiotizados. Luego también está el tema de “qué seré cuando sea mayor”. Nosotros ya hemos llegado a ese punto. Estamos en la mitad de la vida, ya sabemos qué somos en ese futuro. Y esa idea nos rondaba a todos y por eso está plasmado en el disco.

Qué agobio pensar que ya habéis llegado a vuestro futuro, ¿no? ¿No hay siempre un nuevo futuro al que mirar?
A: Siempre vamos mirando hacia delante, claro. Nos queda mucho por vivir, pero el futuro desde el punto de vista de la infancia es el presente. Y precisamente eso nos planteamos todos: paramos y pensamos “hostia, esto no es lo que yo imaginaba cuando era pequeño”.
J.A.: Probablemente esto sea consecuencia de la crisis de los cuarenta [risas]. Pensar que has llegado a la mitad de tu vida y que a partir de ahora, a ver qué es lo que viene… [risas].

Sin embargo en la música parece inevitable mirar siempre hacia atrás. Buscar y mantener referencias del pasado. Vosotros siempre habéis bebido de varias influencias pero en este disco se hacen más notables los guiños a los años ochenta.
J.A.: Sí, en este disco hay una vuelta a orígenes que no habían tenido presencia de una forma tan clara hasta ahora. Cuando nosotros empezamos a principios de los noventa, estábamos dentro de la escena alternativa, que era prácticamente una reacción violenta contra la música de los ochenta. Renegábamos de una forma total. Lo peor que podía hacer un técnico de sonido en el estudio era que algo sonara ochentero.

¿Por qué ahora sale a relucir aquello de lo que entonces renegabais?
J.A.: Porque con este disco, tanto a nosotros como a Ricky cuando terminábamos de grabar cada sesión, nos apetecía escuchar cosas que no se parecieran a lo habitual. Había el típico pique pinchando y sin ponernos de acuerdo todos tiramos de canciones de los ochenta que escuchábamos cuando teníamos quince años y que, aunque durante mucho tiempo habíamos renegado de ese tipo de influencias, están en nuestro ADN y forman parte de lo que hizo que nosotros seamos unos apasionados de la música. Y todo eso se ha ido filtrando. A nosotros en el fondo los ochenta no nos parece volver al pasado, nos sigue pareciendo música futurista [risas]. Como nosotros de lo que más hemos bebido ha sido de los sesenta y setenta, los ochenta nos lo saltábamos por futurista… Los ochenta siguen siendo el futuro. Pero este disco no es solo un viaje a los ochenta. También tiene presencia la bossa nova, hay un homenaje directo a Serrat en ‘Barronal’, sonido Philadelphia o «Vacaciones en el mar» (risas); o canciones que suenan más a folk que no tienen nada que ver.

¿Por qué decidís contar con Ricky Falkner para la producción de este álbum?
A: A la hora de entrar a grabar empezamos a estudiar el modo en que queríamos hacerlo. En discos anteriores habíamos contado con un equipo fijo. El último lo grabamos en directo porque queríamos que se pareciera a la sensación de los conciertos y no queríamos mucho artificio. Esta vez nos planteamos que hacía falta cambiar, pasar página e intentar buscar otro sonido y ahí entraba la figura de un productor. Nosotros somos muy sofistas, peleones, y cualquier debate puede durar una eternidad. Necesitábamos la figura de un productor que aportara, que nos ayudara a encontrar ese sonido y que a la vez hiciera de psicólogo [risas]; y yo personalmente tenía bastante fijación con Ricky porque además de su currículum [Lori Meyers, Love of Lesbian, Standstill…] habíamos hablado antes con él y nos parecía una persona que respira música y que tiene mucho que aportar. Además no queríamos la figura típica del productor porque a nuestros cuarenta y después de no haber trabajado así, iba a ser complicado [risas]. Necesitábamos a alguien que cogiera el sonido y lo agrandara pero con nuestra base, no que lo cambiara e hiciera su disco como productor. Y la persona perfecta ha sido Ricky.

Es un cambio importante introducir un elemento externo después de todo este tiempo trabajando por vuestra cuenta, ¿no?
J.A.: Sí, nos habíamos acostumbrado a guisárnoslo y comérnoslo nosotros solos. Pero no nos apetecía repetir esa fórmula. Ya sabemos que nos funciona y en cualquier momento podemos retomarlo. Es fácil para nosotros ponernos a grabar en directo mirándonos a la cara y con nuestro técnico habitual de directo. Es fácil trasladar eso a un disco. Lo hemos hecho en «Náufragos» y en «Las noches de insomnio». No podemos repetir una y otra vez, tenemos que plantearnos desafíos y necesitábamos a alguien que pusiera orden porque entre nosotros nos ponemos muy pesados. Pero es que Ricky cumplía además otra condición más. Por ejemplo, Paco Loco que es el primero con el que trabajamos, aportaba su personalidad de forma brutal cuando nosotros no la teníamos aún formada; Pablo Iglesias también nos aportó un montón; Fino intentó acercarse más a nosotros en vez de nosotros a él; y Ricky lo hizo de forma definitiva. Ricky estudia tu música, se impregna de ella y se mete dentro hasta tal punto que se convierte en un músico más del grupo. Es más, en el disco anterior había un montón de colaboraciones de gente que metía cosas que nosotros no sabemos hacer –percusionistas, trompetistas, teclistas– pero es que Ricky reúne todo es en una sola persona porque es multiinstrumentista y un tío dotadísimo para la música. Ha sido un lujo.

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«Es bueno estar preocupado, porque lo que haces tiene que superar lo anterior. De hecho yo creo que ahí está la clave de por qué nosotros llevamos en esto veinte años»

 

La gira de «Náufragos» tuvo que dejar muy poco tiempo para trabajar en nuevos temas. ¿Cómo ha sido el proceso compositivo en esta ocasión?
JA: Pues la verdad es que hasta que no hicimos aquí en Madrid el fin de gira en 2013 y pasamos página, no nos pusimos con este disco. Tuvimos una primera etapa hasta el verano en la que andábamos un poco a trancas y barrancas. Andrés, por ejemplo, tenía mucha confianza en lo que estábamos haciendo, pero yo me sentía muy inseguro… Después encima vino el robo de la grabadora…

Eso he leído… Que hubo un robo de la grabadora en la que teníais todo el material nuevo.
A: Sí, las canciones han sido compuestas y recompuestas. Juan Alberto trabaja con una grabadora como la tuya llena de bocetos e ideas que íbamos planteando en el local: canciones con letra, sin letras, trozos de canciones… Pero la grabadora desapareció delictivamente…

Y tuvisteis que recurrir a la memoria…
A: Efectivamente. Fue un ejercicio de recomposición y de recordar qué habíamos hecho y cómo.
J.A.: Pero sirvió como filtro porque lo que no recordábamos probablemente fuera porque no tenía fuerza suficiente para quedarse en nuestra cabeza. A partir del verano ya entramos en un proceso mucho más potente. Siempre nos pasa lo mismo, supongo que le pasa a cualquiera que prepara un disco. Hay una fase inicial muy dura en la que te sientes incapaz de hacer una canción a la altura de las del disco anterior. Estás bloqueado y superinseguro. Luego llega un momento en el que vas entrando en un estado mental de composición en el que estás veinticuatro horas al día pensando en canciones nuevas e ideas… en cualquier momento se te ocurre algo y tienes que registrarlo. Es quizás la etapa más bonita de la vida de un músico, cuando van saliendo canciones y canciones… pero esa etapa en esta ocasión también se nos interrumpió porque Andrés se rompió el escafoides y tuvimos un paro forzoso justo un mes antes de entrar a grabar. Pero también nos vino bien, porque sirvió para que lo que ya teníamos macerara y fue el momento en el que más canciones desechamos. Y también salieron algunas como ‘Todo va a cambiar’, que se la debemos a la ruptura del escafoides de Andrés [risas].
A: Yo el proceso de composición lo llevo de otra manera. Disfruto mucho pero de otra manera. A mí me duele, me produce cierto dolor. Estar pensando, las expectativas, pensar que tiene que salir bien… Pero con este disco he disfrutado más porque al contrario de lo que hacíamos antes –llegar al estudio con la canción definida de principio a fin porque la teníamos que grabar en directo– ahora había una canción pero el arreglo no tenía por qué estar tan decidido al contar con la figura del productor. Hay canciones que han llegado completamente definidas al estudio, pero muchas otras han sufrido cambios importantes en la grabación.

Es decir, la grabación se ha convertido en parte de la creación.
J.A.: Sí. Es maravilloso que después de tanto tiempo sigamos encontrando formas nuevas de trabajar y crear las canciones. Como dice Andrés, estamos acostumbrados a llevar una canción muy definida al estudio y esta vez las canciones han sufrido procesos de transformación increíbles y siempre a mejor. Además, estar más tiempo grabando nos ha permitido explorar mucho más. Para mí ha sido apasionante el proceso de grabación de este disco y he disfrutado como nunca. Y mira que partía de una sensación de inseguridad más grande que nunca.

Con una primera escucha «El futuro» suena diferente. Sin embargo poco a poco vamos encontrando continuidad y paralelismos con vuestro trabajo anterior. Menciones a naufragios, el comienzo de ‘Robot’… ¿lo hicisteis de manera conscientemente? ¿Por qué queríais mantener esta conexión?
J.A.: Casi nada de lo que hacemos es algo consciente. Son señas de identidad. Aunque utilizar la palabra “naufragar” –además de una pobreza de léxico importante [risas]– sí es un guiño… Hay cosas a las que siempre recurrimos como por ejemplo a las referencias al mar. Algo que hace mucha gracia porque nosotros somos de secano, de Granada. Quizás sea por eso que sentimos fascinación por el mar. En la música también tenemos algunas constantes como recurrir al silbido, que siempre está en nuestro discos [risas]. Y en este nos hemos cargado el momento trompeta…
A: …ahora está el momento coro y griterío.
J.A.: Musicalmente en este disco, además de la presencia muy grande de sintes, hay un elemento que no habíamos utilizado nunca que es el del coro masivo. Antes Andrés hacía coros con Migue… Pero eran coros de dos tíos cantando. El coro masivo lo hemos utilizado en varias canciones y además las sesiones de grabación de esos coros han sido muy divertidas [risas].

Antes hablábamos de la idea del futuro y del optimismo y su presencia en el disco pero también encontramos canciones como ‘El circo’, que muestra la otra cara de Niños Mutantes.
J.A.: ‘El circo’ es sarcástica. Un poco reírse de uno mismo. Llevar al extremo lo de ver tu vida como algo ridículo porque a todos nos pasa. Nos vemos desde fuera y pensamos “eres un payaso”. Es una canción con mucha mala leche pero contra uno mismo.

Hablando de más canciones de este álbum, ¿por qué habéis incluido ‘Neverending story’ al final de ‘Robot’?
J.A.: Verdaderamente porque la pinchamos la noche anterior [risas].

¡Vaya! Pensé que guardaría relación con el arte del disco, dedicado a «El mago de Oz», ya que ‘Neverending story’ forma parte de la banda sonora de «La historia interminable». Me preguntaba por qué tanta presencia de películas clásicas de fantasía en este álbum que habla del futuro.
J.A.: Aunque el disco se llame «El futuro» hay varias conexiones con cosas de nuestra infancia, y «El mago de Oz» es una película que adoramos todos y la hemos visto un montón de veces. Y lo cierto es que necesitamos hacer las mismas búsquedas que hacían los personajes de «El mago de Oz». La búsqueda del corazón, el coraje y el cerebro. Y con «La historia interminable» pasa un poco lo mismo. Son imágenes que tenemos en la cabeza desde niños. Es un mundo que se nos reabrió gracias a Alexis Morante, el director de los vídeos de los dos anteriores discos, que se mete en la estética del cine de aventuras y ficción infantil.

Son películas infantiles pero verdaderamente están llenas de contenido y significados.
J.A.: Claro, y las vuelves a ver y recordar ahora adulto, y no sé si es nostalgia o que vuelves a hacer la lectura de mensajes mucho más profundos. Pero lo de la banda sonora de «La historia interminable» la verdad es que viene de algo más simple como que es uno de esos temas que pinchábamos por la noche después de grabar [risas]. Y el día que grabamos ‘Robot’ nos dimos cuenta de que la secuencia de acordes al final era la misma. Alguien empezó a cantarlo de broma en el estudio y al final se quedó…

¿Creéis que como artistas sois más libres ahora que sabéis más o esa libertad lucha con la responsabilidad que tenéis ante un publico que ya os sigue?
J.A.: Eres más libre porque tienes más recursos y posibilidades como músico. Cuando empiezas lo que haces no es tanto lo que eliges sino lo que sabes hacer. Suenas a lo que ya conoces. Ahora podemos elegir perfectamente el tipo de sonido que queremos porque tenemos más posibilidades. Pero es verdad que a la vez aparece un factor nuevo que es la responsabilidad de no defraudarte a ti mismo ni a la gente que te sigue. Y sí, eso genera presión, pero una presión sana porque te haces exigente y no complaciente con lo primero que haces. Es bueno estar preocupado, porque lo que haces tiene que superar lo anterior. De hecho yo creo que ahí está la clave de por qué nosotros llevamos en esto veinte años. Siempre hemos pensado que un disco merece la pena ser grabado si estamos convencidos de que tenemos algo que nos gusta más que lo que habíamos hecho antes. Luego el tiempo va colocando cada uno en su lugar pero tú ese sentimiento tienes que tenerlo. Si el día antes de entrar a grabar un disco piensas que no estás avanzando, evolucionando y aprendiendo, es mejor que llames al estudio y canceles.

¿Qué tiene que pasar con «El futuro» para que digáis “objetivo cumplido”?
A: Nuestro objetivo es seguir creciendo y que cada concierto sea mejor que el anterior. Pero realmente el objetivo está cumplido, el disco está hecho y nos gusta. Ahora el disco es de la gente y viene la parte más bonita de ver qué le parece a la gente. Somos un grupo de dar pasitos y el objetivo es dar uno más.
J.A.: El objetivo se habrá cumplido si cuando toquemos estas canciones dentro de un año nos seguimos emocionando como lo hacemos hoy al tocarlas. Eso hace que un objetivo se cumpla: canciones sin fecha de caducidad.


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