«El disco lo tiene todo para convertirse en un clásico de la época, pero sufre un serio revés: el responsable del sello se suicida. La obra de Garrie se queda sin padrino y sin plan de promocional. Se distribuyen unas pocas copias y la grabación pasa totalmente desapercibida. Años después, el disco se convierte en objeto de culto de coleccionistas que llegan a pagar 1.200 euros por un ejemplar»
«Nightmare of J.B Stanislas», que el cantautor británico Nick Garrie grabó en 1969 es uno de los discos malditos de la historia del pop psicodélico. El lanzamiento se vio frustrado por una serie de hechos trágicos. Garrie se retiró de la escena musical hasta que hace un par de temporadas resucitó con «49 Arlington Gardens». Elefant Records ha recuperado en una edición de lujo un disco que, sin duda, mereció mejor suerte.
Texto: ÀLEX ORÓ.
Hagamos un viaje en el tiempo. Retrocedamos hasta 1968, concretamente al sur de Francia, esa Francia que en la década prodigiosa enloqueció con solistas ye-yé, de la talla de Françoise Hardy, Jaques Dutronc, Antoine, Michael Polnareff, Sylvie Vartan, France Gall… y también con lo más granado de la escena pop y rock internacional. En el país galo se hicieron algunas de las portadas para singles de The Kinks, Stones, Beatles o Who más bonitas del continente europeo. Por esta Francia abierta a los nuevos sonidos pop viajaba un joven británico de origen ruso llamado Nick Garrie.
Garrie, nacido el 22 de junio de 1949, se ganaba la vida cantando sus canciones por bares y restaurantes. También había viajado por Holanda e incluso tuvo alguna oferta para grabar discos pero que no llegó a concretarse. “En esa época –explica Garrie a EFE EME— era capaz de trabajar en tres o cuatro canciones a la vez. Siempre viajaba con mi guitarra y papel para componer. Me gustaban los Beatles, Dylan, Byrds, Brel, Brassens, Mosutaki… No estoy seguro de que alguno de ellos me influenciara en mi estilo. ¡Siempre estaba preocupado con lo que quería decir con mis canciones!”.
En los ambientes “in” de St. Tropez, Garrie consiguió una pequeña legión de adeptos, uno de los cuales grabó una maqueta acústica que llegó a las manos de DiscAZ, una de las discográficas galas más inquietas y en la que militaban artistas como Brigitte Bardot, Francis Lai o el ya citado Polnareff. A los responsables del sello les enamoran las canciones de Garrie y le ponen encima de la mesa un contrato para grabar un LP.
DiscAZ encargó el proyecto a Eddie Vartan, el hermano de Sylvie, que opinó que los temas acústicos de Garrie ganarían cuerpo y entereza con el acompañamiento de una orquesta de más de cincuenta músicos, lo que no gustó al joven músico británico. Garrie recuerda que pese a que “tuvimos muchas diferencias, la relación con Vartan no fue tormentosa. La diferencia de edad entre ambos dificultaba las cosas. Era la clase de hombre que creía que tenía siempre razón”.
El disco se grabó en París en septiembre de 1969 y se tituló «The Nightmare of J.B Stanislas» y pese al disgusto del autor de las canciones, Vartan consiguió darle una aureola perfecta de pop barroco psicodélico, en la línea de lo que habían hecho en Gran Bretaña artistas como Billy Nichols o la banda psych Nirvana. Sólo uno de los temas, ‘Evening’, satisface a Garrie ya que goza de una desnudez instrumental que no tienen el resto de las canciones, envueltas en los voluptuosos arreglos de Vartan. Cuarenta años después, Garrie explica que “siempre me gustaron las canciones del disco. Sólo pensaba que habían sido mal grabadas. Mi canción favorita es ‘Deeper tones’, que compuse en St. Tropez después de haber estado tocando en la calle”.
Las canciones de «Nightmare of…» navegan entre el halo de misterio y el surrealismo de sus letras y los melódicos arreglos para la sección de cuerda de Vartan. La suma de todo consigue un ambiente increíblemente bello en temas pcmo ‘Ink pot eyes’, ‘Can’t stay with you’, ‘The wanderer’, ‘Wheel of fortune’ o la desconcertante ‘The nightmare of J.B Stanislas’, que nos retrotatren a un época en la que la producción de un disco era casi un trabajo de orfebrería.
DE SUEÑO A PESADILLA
DiscAZ planifica el lanzamiento de «Nightmare of…» para 1970. El disco lo tiene todo para convertirse en un pequeño clásico de la época, pero el proyecto sufre un serio revés. Lucien Morisse, responsable del sello, se suicida. La obra de Garrie se queda sin padrino y sin plan de promocional. Se distribuyen unas pocas copias y la grabación pasa totalmente desapercibida. «Pensé que se había acabado todo», relata Garrie. «Me puse a trabajar de maestro en París y después pues en marcha un club de esquí en Suiza…». La lleyenda sobre «Nightmare of…» no para de crecer. Algunos temas son incluidos en recopilaciones de psicodelia como las de la serie «Circus Days» y el disco se convierte en objeto de culto de coleccionistas que llegan a pagar 1.200 euros por un ejemplar original.
Nick Garrie se alejó del mundo de la música hasta que artistas de la escena independiente escocesa reivindicaron su obra entrado ya el siglo XXI. Elefant editó hace un par de temporadas «49 Arlington Gardens», el disco que supuso el retorno de Garrie y que ha servido para reivindicar su figura.
Cuarenta años después del lanzamiento fallido de «Nightmare of…», Elefant Records lo ha reeditado en un doble CD con un extenso libreto con textos de Garrie. El primero de los compactos reúne en su totalidad esta “masterpiece” de la psicodelia tardía mientras que en el segundo se han incluido los temas de la maqueta que maravilló a los responsables de DiscAZ y en la que se incluían versiones casi desnudas de canciones como ‘Stanislas’ o ‘Deeper tones of blue’. También se ha incluido un single que Garrie había grabado previamente a «Nightmare of…» y material inédito que no se incluyó en LP. Este segundo CD se completa con canciones grabadas más recientemente pero que demuestran que el poso emotivo de los sesenta permanece en el imaginario del músico británico. “No he cambiado mucho desde entonces, lo cual probablemente no es nada bueno, y continúo componiendo de la misma manera”, afirma un Garrie contento con esta reedición que hace “más que justicia” a uno de los discos malditos de la historia del pop.