OPERACIÓN RESCATE
«Los Sírex nunca habían sabido hacer otra cosa que surfear por el rock más elegante que se ha gestado en castellano; sin aditivos ni florituras innecesarias»
Los Sírex
Ni más ni menos
ARIOLA, 1980
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Tras aquel relevo estilístico y generacional producido a principios de los setenta del siglo pasado, la práctica totalidad de conjuntos pioneros hispanos quedó herida de muerte. Pocos supieron adaptarse a los nuevos tiempos; los menos, vieron cómo sus cantantes iniciaban carreras en solitario y, la mayoría (incluidos los más grandes), decidió (por voluntad propia o ajena) cerrar la paraeta. Los Sírex fueron uno de ellos. Según recordaba uno de los pilares indiscutibles de la banda, Guillermo Rodríguez Holgado, a este autor en nuestra antigua revista en papel (Efe Eme, número 16, marzo de 2000), aquella transición fue bastante traumática: «Nosotros veíamos venir que los grupos se iban a ir al garete, y a esto se unió un nivel de cansancio psíquico y físico acumulado a lo largo de tantos años sin parar». Los sencillos compuestos por «No, a mí no» y «Debes saber» y «Angelina» y «Quiero ver a Dios», publicados en 1970 por Vergara, son las últimas referencias firmadas por el combo, antes de su separación (por entonces, definitiva), en 1971. Nadie hizo nada por forzar la máquina: «Cada uno tenía, más o menos, sus obligaciones fuera de la música. Casi todos estábamos casados, y algunos teníamos hasta hijos», aclaraba Guillermo.
Tuvieron que pasar siete años para que aquellos rockeros volvieran a pisar juntos un escenario. El acto, ya histórico, tuvo lugar en el Palacio de los Deportes de Barcelona. En una Transición política que se debatía entre los sonidos melódicos y el punk, surgía una corriente revival que reclamaba volver a mover el esqueleto. El promotor Gay Mercader, ojo avizor, vislumbró la solución (y el negocio): un festival llamado Hasta luego, cocodrilo, que reuniría a Los Mustang, Los Cheyenes, Los Gatos Negros y, por supuesto, Los Sírex. El éxito fue tal que el quinteto también aceptó la oferta de los organizadores del Canet Rock ’78. Ni cortos ni perezosos formaron parte de un heterogéneo cartel integrado por Blondie, Nico, Ultravox, David Allen, Tequila, Els Masturbadors Mongòlics, Música Urbana, Teta Atómica, La Banda Trapera del Río o Pau Riba. Ariola, discográfica en la cual trabajaba Guillermo, aprovechó el tirón para editar un recopilatorio que fue recibido con los brazos abiertos por la concurrencia. Sin duda, todo apuntaba a que era el momento ideal para plantear un retorno oficial a los estudios. Y así sucedió. Eso sí, en este punto, Los Sírex decidieron ir un paso más allá que sus compañeros de generación y, en una muestra de dignidad supina, idearon una vuelta a la música con temas nuevos y originales. Como unos señores.
El resultado no es otro que una magnífica colección de canciones, casi todas ellas compuestas por un Rodríguez («Uno de los mejores discos que hemos hecho», rememoraba) que también se encargaba de los arreglos. Ni más ni menos fue grabado durante varios días en los estudios Gema 2 de la ciudad condal, en horario de 10 de la noche a 4 de la madrugada porque los miembros del conjunto seguían cumpliendo con sus obligaciones laborales. Fruto de ese espíritu rebelde, renacido y nocturno no exageramos al afirmar que nos hallamos ante un elepé al que apenas se le puede poner un pero. Los diez temas fueron concebidos, registrados y brindados sin dobleces ni medias tintas. Los Sírex nunca habían sabido hacer otra cosa que surfear por el rock más elegante que se ha gestado en castellano; sin aditivos ni florituras innecesarias.
Y eso, y nada más, es lo que ofrece un Ni más ni menos que, en su cara A, regalaba dos de sus mejores tarjetas de presentación para esta nueva etapa: la arrolladora y gamberra «Esto sí me altera el cuerpo» y una «Maldigo mi destino» convertida en una de las cimas compositivas e interpretativas del grupo, a partir de unos riffs y líneas maravillosas y un texto que rezumaba mala leche contenida: «Trabajar por el dinero o vender tu voluntad; defraudar a un buen amigo o compartir la soledad. Tienes derecho a pedir que te permitan subsistir. ¿Cómo es posible morir si en este mundo no has logrado vivir?». Completaban «Esto es así», «Corre, niña, vente» y «El teléfono».
En la cara B, el nivel se mantenía con medios tiempos de aires country como «Si te vas»; una excepcional revisión del «Move it!» (aquí, «Así me muevo») que popularizaron Cliff Richard and The Drifters o una «No está todo perdido» que moderniza un tanto las bases (sobre todo, las del bajo) y que vive de unos convincentes riffs y solos de guitarra, a las que hay que añadir «Lady Racket» y el efectivo instrumental «Carillón». En todos ellos, en definitiva, el grupo demostraba estar en plena forma. Un hecho que se confirmó, para delirio de sus seguidores, en sus innumerables conciertos por todos los rincones de España, en los que Los Sírex, con sus ya míticas coreografías y espectáculos milimetrados, dieron una nueva lección de actitud.
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Años después, en más de una ocasión, el propio Leslie bromeó afirmando que de aquel «Maldigo mi destino» ellos tan solo vendieron un puñado de copias, y que tuvo que aparecer en escena Loquillo (fan acérrimo del combo) para que aquella composición llegara a millones de oídos. Exageraba el vocalista del grupo. Es cierto que la revisión planteada por el rockero barcelonés en Mientras respiremos (Hispavox, 1993) fue un auténtico bombazo, pero también es cierto que la repercusión de criaturas de Ni más ni menos como «Esto sí me altera el cuerpo» fue suficiente para que Los Sírex volvieran a las listas de éxito y, por derecho propio, retornaran al lugar que merecían. De hecho, el quinteto siguió publicando material: en los ochenta, A tu aire o Madrid, Madrid; en los noventa, sin ir más lejos, Nueve de cada diez estrellas bailan rock, y, hace nada, en 2018, Que nos quiten lo bailao. Y sus giras perduran hasta el día de hoy.
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Anterior entrega de Operación rescate: Just add ice (1996), de The V-Roys.