FONDO DE CATÁLOGO
«Muestra a una banda que podía tutear en aquel momento a cualquiera que se le pusiera por delante»
En la onda de bandas como Led Zeppelin, Black Sabbath, UFO o Rush estuvieron los galeses Budgie, a quienes Eduardo Izquierdo reivindica recuperando el tercer disco que publicaron a principios de los setenta.
Budgie
Never turn your back on a friend
RCA, 1973
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
El 10 de enero de 2022, Tony Bourge fallecía a causa de una larga enfermedad con la que llevaba más de doce años luchando y que incluía daños medulares graves. Buena parte de la gente que vio esa noticia, esencialmente en los tabloides británicos —aquí ni apareció, probablemente — no sabía quién era, pero estrellas como Phil Campbell de Motörhead, Lars Ulrich de Metallica, Dave Mustaine de Megadeth y un larguísimo etcétera mostraron sus respetos y admiración por el que, entonces, muchos supieron que era el cantante de unos tal Budgie. Una banda que nunca tuvo el reconocimiento que tuvieron otras formaciones cercanas al hard rock, al progresivo menos radical o al proto metal como Led Zeppelin, Uriah Heep, Black Sabbath, UFO o unos Rush con los que eran comparados continuamente. No tuvieron esa suerte, y su destacable carrera cayó en el olvido. Tanto es así que hoy, una box-set con sus cinco primeros discos, auténticas gemas para cualquier amante del rock de los setenta, puede encontrarse por apenas quince euros.
Podríamos habernos quedado con cualquiera de esos cinco álbumes. Quizá, el menos excelso de ellos es In for the kill! (1974). Pero el homónimo Budgie (1971), Squawk (1972), Never turn your back on a friend (1973) y Bandolier (1975) son magníficos, se mire por donde se mire. Así que hemos escogido el de título más largo, su tercer trabajo, publicado por MCA y que muestra a una banda que podía tutear en aquel momento a cualquiera que se le pusiera por delante.
Grabado entre febrero y marzo de 1973, Never turn your back on a friend se publica en junio de ese mismo año con tan solo siete canciones, cuatro en su primera cara y tres en la segunda, mostrando la tendencia de la banda a los temas largos (motivo de su comparación con algunas bandas de rock progresivo). Abre la cara A su tema más conocido, seguramente por la versión que de él se marcaran Metallica en 1988 y que luego incluirían en su recopilatorio de versiones Garage Inc (1998). Hablamos, claro está, de “Breadfan”. Un tema que se inicia como el rock de la década manda, con un buen riff y la sección rítmica preparando la entrada. Tony Bourge está estupendo, tanto a las seis cuerdas como a la voz, en unas tonalidades que recuerdan levemente a Robert Plant. Anque su técnica vocal sea menos histriónica y más convencional, el timbre es similar. La guitarra, como en todo el disco, recordará y mucho al trabajo de Tommy Iommi en Black Sabbath, aunque su personalidad es indiscutible.
Una versión del “Baby, please don’t go” de Big Joe Williams le da la alternativa como segunda canción del disco. Mágica e inolvidable. Algo difícil de decir de una canción que ha pasado por las manos de Aerosmith, Them, ACDC y un largo etcétera. Pues bien, situar la revisión de Budgie entre las tres mejores que nunca se han hecho no es ni siquiera osado. Los dos minutos y doce segundos del baladón “You know I’ll always love you” podrían haber estado en III de Led Zeppelin (disco que rescatamos aquí) sin problemas con su aroma acústico.
Solo queda explotar su faceta más progresiva y es lo que van a hacer para cerrar la cara A del vinilo. “You’re the biggest thing since powdered milk” es un orgasmo instrumental de más de ocho minutos al alcance de muy pocos. Y aún nos queda la cara B. ¿Repetimos esquemas? Claro, vamos a ello. Riff y al tajo. “In the grip of a tyre fifter’s hand” es muy buena, quizá tanto como “Breadfan”, aunque no impactará tanto al público. Siguiendo la estructura tocaría ahora balada acústica, y eso es “Riding my nightmare” ¿Y para acabar? Claro, desarrollo prog al canto. Esta vez por encima de los diez minutos.
Escúchenlo y caigan a los pies de Budgie. Al final, nunca debes darle la espalda a un amigo. Y discos como este son de esos que te duran toda la vida.
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Anterior Fondo de catálogo: I love your glasses (2008), de Russian Red.