OPERACIÓN RESCATE
«Todo surge de las entrañas, todo huye de la artificialidad y lo obsesivo y todo defiende ese retorno al origen»
Fito Páez
Naturaleza sangre
DBN, 2003
César Campoy rebobina hasta 2003 para escuchar y analizar Naturaleza sangre, el disco con el que Fito Páez se despojó de los excesos anteriores, confeccionando una de sus colecciones de canciones más vitales, enérgicas y directas.
Texto: CÉSAR CAMPOY.
31 de octubre de 2003. Roxy Club de Valencia. La colonia argentina abarrota una sala de aforo mediano; nada que ver con las frecuentadas por el artista de Rosario en su país. Al fondo, Mauricio Pellegrino y Roberto Fabián Ayala disfrutan del espectáculo, sin intuir que su concurso será crucial a la hora de convertir, esa temporada, al mágico Valencia C. F. de Benítez, en el mejor club del mundo, merced a un doblete histórico (Liga y UEFA). Páez anda inmerso en la etapa española de la gira de Naturaleza sangre. Se muestra eufórico, inmediato, ansioso por regresar a los orígenes tras una suerte de exorcismo renovador. Puestas en escena rimbombantes y melodías repletas de barrocos arreglos parecen haber quedado atrás. A un creador que siempre se ha dejado llevar por los impulsos del corazón, el cuerpo ahora le pide, sobre todo, rock, frescura, naturalidad. En los últimos años, el frenético carrusel en que se convirtió su vida había subido las revoluciones sin compasión: sus experiencias con Phil Ramone, sus primeros Grammy Latinos, su ilusionante paternidad, el fin de su aventura con Warner, su debut como realizador (Vidas privadas), su ruptura con Cecilia Roth… Urgía asimilar todo aquello y tratar de plasmarlo en una nueva obra que pudiera ejercer de bálsamo salvador.
El último disco original de Fito Páez había visto la luz en 2000. La mayoría de composiciones de Rey Sol, repleto de temas largos y textos eternos, había sido registrada en el Middle Ear Studio de Miami. Tres años después, el universo del compositor se hallaba en las antípodas. Páez atesora un sentimiento de libertad casi total. Es hora de cincelar una nueva criatura a la manera artesanal, en su estudio Circo Beat de Buenos Aires y, por qué no, tras renegar públicamente de una gigante industria convencional herida de muerte, de darle salida con su propio sello. El continente independiente está confirmado. Ahora falta concretar el contenido para que Naturaleza sangre acabe convirtiéndose en uno de los trabajos más vitales, enérgicos, optimistas, directos e impecables del argentino. Textualmente, el disco está repleto de conceptos que hacen referencia a ese borrón y reencarnación. «Nuevo», la pista que abre el trabajo, rezuma renacimiento por los cuatro costados («Vuelvo nuevo y empiezo otra vez» o «Vuelvo nuevo a tocar rock and roll»).
Además, hay ganas de insistir en que, ahora, todo surge de las entrañas, todo huye de la artificialidad y lo obsesivo y todo defiende ese retorno al origen («No creo en casi nada que no salga del corazón», «Es hora de volver a mí, a contar las cosas que me hacían bien», «Hay que volver a empezar, hay que volver a soñar» o «Es preciso volver a empezar; en algún lugar estábamos perdidos en la playa devorándonos»). Eso sí, perduran vicios tatuados en la piel y figuras insertadas en el hipotálamo tras cuatro décadas de vida, como la relación de pareja («Insoportable», «Bello abril», «Urgente amar», «Oh nena», «El centro de tu corazón», «Los restos de nuestro amor») o la montaña rusa anímica («139 lexatins», «Absolut vacío»), y, por supuesto, todo sigue girando alrededor del astro rey, omnipresente en la obra de Fito y, aquí, palmario en piezas como «Nuevo» («No hay nada nuevo ni más antiguo que el sol»), «Volver a mí» («Yo necesito ver el sol de verdad»), «Ojo rojos» («Vai ficando perto do sol»), «Bello abril» («Nos pasan tantas cosas en la vida, que si aparece el sol hay que dejarlo pasar»), «Oh nena» («Nuestros sueños son sueños absurdos; se van a perder en el sol»), «Música para camaleones» («No te asustes, por favor, solo hay que salir al sol») y, evidentemente, «Salir al sol».
Musicalmente, las bofetadas al respetable son continuas. Los fieles escuderos, Guillermo Vadalá (bajo) y Gonzalo Aloras (guitarras y teclados), se muestran seguros e inspirados. Preciosas baladas como «Bello abril» (colabora un Luis Alberto Spinetta lúcido, también presente en «El centro de tu corazón»), «Los restos de nuestro amor» o «139 lexatins»; embriagadoras bossa novas como «Ojos rojos» (con el concurso de Rita Lee y Hugo Fattoruso), y brillantes medios tiempos como «Insoportable» u «Oh nena» tratan de sobrevivir en un maremagno de riffs despiadados liderados por «Nuevo» (de sección rítmica pura), consolidados por «Volver a mí» (magníficos los coros), encumbrados por pasajes épicos como los desarrollados en una «Urgente amar» (muy en la línea de Elvis Costello) o la vitamínica y explosiva «Salir al sol» (ojo con las líneas de bajo y ese piano pirómano), y coronadas por una insuperable y caótica «Naturaleza sangre» en la que el padre Charly García se muestra exultante. El cierre, a modo de guinda, llega de manos de la efervescente «Absolut vacío» (homenaje al mágico paraje de Cuchi Corral, catedral en la cual Páez se bautizó en las artes del parapente) y una «Música para camaleones» de más de siete minutos, repleta de programaciones, secuencias y esencia bailable
El espíritu inmediato de aquel Naturaleza sangre, dedicado al poeta Juan Gelman, y al que siguió una edición en deuvedé apoyada en su presentación en el Gran Rex de Buenos Aires, eso sí, a Fito no le duró demasiado. Sus siguientes producciones así lo confirmaron. Sin ir más lejos, un Moda y pueblo (2005) repleto de elementos sinfónicos; aunque con El mundo cabe en una canción (publicado en 2006, de nuevo, de manos de una multinacional: Sony), el artista trató de retornar a esa urgencia creativa e interpretativa. Lo que está claro es que aquella noche de octubre en Valencia, desde aquel escenario en el que los músicos, Páez y sus teclados se agolpaban, todo sonó a rock and roll rabioso, rematado (como de costumbre) por una abrasiva revisión del clásico «Mariposa tecknicolor». Entre el público exhausto, un par de compatriotas, excitados, se mostraban explícitos: «¿Quién nos iba a decir que tendríamos que acabar en el culo del mundo para poder ver, tan de cerca, a un Fito tan explosivo?».
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Anterior entrega de Operación rescate: The rose of San Joaquin (1995), de Tom Russell.