Nathaniel Rateliff & The Night Sweats: Música sin deshuesar

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«Es muy importante expresar los sentimientos, las pérdidas, por duras que sean, porque te ayuda a interiorizarlas y a superarlas»

 

Luis Lapuente, también conocido como el Doctor Soul, se reunió con Nathaniel Rateliff en Madrid para hablar, entre otras cosas, de The future, el disco que el músico de Colorado acaba de publicar junto a los Night Sweats.

 

Texto: LUIS LAPUENTE.
Fotos: DANNY CLINCH.

 

Con su flamante debut al frente de los Night Sweats, el gran Nathaniel Rateliff (San Luis, 1978) se apuntó en 2015 un glorioso tres en uno musical, trasunto memorable de Chuck Berry, Otis Redding y Van Morrison. Rateliff creció con su familia en una comunidad religiosa fundamentalista rural de Missouri y luego se afincó en Denver (Colorado), un redneck sureño que se dejó seducir por la música mundana y acaba de publicar The future (Stax/Music As Usual), otra formidable colección de canciones crudas sin deshuesar.

 

«Recuerdo que un día escuché a John Lennon cantar “Imagine” en la radio y me voló la cabeza. Yo era muy pequeño y no podía entender por qué no se interpretaban canciones tan buenas en la iglesia, si Dios había creado la música. Mi padre me dijo que esa no era una canción religiosa, pero a mí me parece que es justo el tipo de canción que mejor define cuál debería ser la relación de las religiones con el ser humano».

Aprovechando la breve estancia en Madrid de Nathaniel Rateliff, en plena gira promocional de su reciente trabajo, pasamos un rato estupendo charlando con él acerca de su vida y de la música que le (nos) gusta. En 2017, el autor del clásico “S.O.B.” ensayó la grasa y la carne de su epifanía en un álbum en directo, Live at Red Rocks, su segunda referencia en el legendario sello Stax, pura energía imbatible que abrevaba en el canon de John Fogerty con referencias a The Band y William Bell, entre el góspel soul y el blue-eyed soul sureños. Un año más tarde, Nathaniel y su banda regresaron al trabajo de estudio en corto y por derecho con Tearing at the seams, como si hubieran grabado el disco en los legendarios estudios Muscle Shoals de Alabama, curtidos en la sabiduría vocal e instrumental de Sam & Dave y Booker T & The MGs. Parecían lejanos los tiempos en los que Rateliff se curtió en solitario como un cantautor de aires pop, devoto de Randy Newman y Harry Nilsson, antes de enfangarse en los territorios pantanosos del soul sureño: «No echo de menos aquella época, siempre es más estimulante y energético tocar con una banda poderosa al lado. Es verdad que volví en cierto modo a ese modelo con el álbum que publiqué en 2020, justo antes de estallar la pandemia…».

 

Un disco (And is still alright) muy personal, donde no te importaba desnudar tus sentimientos de pérdida en canciones como “What a drag”, donde te referías directamente a tu reciente divorcio.
Sí, ese fue un álbum muy marcado por el proceso traumático de mi divorcio y por la muerte de mi viejo amigo y productor Richard Swift, compinche también de tantas noches de juerga alrededor de una botella de alcohol. A esa dependencia maldita me refería en “S.O.B.”, era a mí mismo a quien interpelaba cuando gritaba, suplicando e increpando en el estribillo, dejar el alcohol de una vez: «Hijo de puta, dame una copa, una noche más. No pudo seguir así. Si no consigo desengancharme voy a arruinar mi vida». Ahora me siento mucho mejor, después de haber superado esas dependencias, drogas, alcohol, que me estaban destruyendo. Es muy importante expresar los sentimientos, las pérdidas, por duras que sean, porque te ayuda a interiorizarlas y a superarlas.

 

Pero llegó la pandemia y no pudiste presentar el disco en directo.
No, justo acababa de llamarme Bob Dylan para que fuera con él de gira, abriendo sus conciertos en Estados Unidos. Me hacía mucha ilusión, pero tuvimos que pararlo todo, y ahora ya vuelvo a los escenarios con mi banda, aunque con un disco muy distinto.

 

Me parece un álbum transparente, feliz, muy optimista y lleno de energía. El futuro, “The future”, que no tiene nada que ver con la canción homónima de Leonard Cohen. Aquella, oscura, pesimista, trágica; la tuya, burbujeante, esperanzada… ¡Si incluso suenas por momentos como el Dylan jubiloso de los discos de la etapa cristiana!
Dylan es una de mis grandes influencias, me encantan esos discos suyos, llenos de soul y de góspel, con una banda superlativa y unas producciones muy apegadas a las tradiciones negras. He crecido con muchas músicas cerca, me gustan Led Zeppelin, Harry Nilsson y Randy Newman me vuelven loco y me siento feliz de poder grabar en un sello con la historia y la importancia de Stax. Y sí, en cierto modo en este último álbum he querido transmitir esa alegría renovada que descubres cuando has superado épocas amargas.

 

Creciste en una familia muy religiosa en un pequeño pueblo de Missouri, y tu padre murió en accidente de coche cuando solo tenías 13 años. Poco después, dejaste la escuela. Tus canciones suenan jubilosas, casi como góspel contemporáneo con hálitos de rock, pero nacen de la tragedia.
Sí, pero si miras a tu alrededor casi nadie se libra de las situaciones difíciles, y la música te permite convertir tus sentimientos en sueños mejores de vivir. Pienso en mi vida como un barco que ha tenido que pasar por temporales, algo muy cercano a lo que expresa el góspel. En mi familia cantábamos todos juntos, mi hermana y mi madre cantan y tocan la guitarra, mi padre cantaba y tocaba la armónica, y yo acompañaba con la voz y la guitarra, lo que pasa es que antes mi voz era mucho más rasposa y me las apañaba por emular a Jimi Hendrix.

 

¿Entonces eráis algo así como la Carter Family tocando con Jimi Hendrix?
Sí, algo así [risas]. Luego empecé a trabajar como camionero.

 

Como Kris Kristofferson en Convoy, aquella estupenda película de Sam Peckinpah…
Sí, sí, ojalá. Me gusta mucho esa historia. Ya sabes, para mí era un gran trabajo. Y claro que escuchaba los discos de Commander Cody & His Lost Planet Airmen. Se supone que todos los camioneros los escuchamos en algún momento, ¿no? [risas].

 

«En este último álbum he querido transmitir esa alegría renovada que descubres cuando has superado épocas amargas»

 

Me interesa especialmente su trabajo en The Marigold Project, tu fundación que ayuda a las organizaciones que difunden la justicia social y la reforma económica a través de lanzamientos musicales especiales. Me gustan mucho todas las grabaciones que has colgado en el Bandcamp y me encanta tu interpretación de «Sam Stone» con John Prine, el autor de la canción. Muy diferente a la versión canónica de Sawmp Dogg, pero también soberbia.
¡Gracias! Tuve la suerte de grabarla con John Prine, una persona maravillosa, poco antes de que muriera por complicaciones de la Covid. El Marigold Project [Proyecto de la Caléndula] nació para ayudar a personas sin casa, a los pequeños granjeros de Colorado, a familias con recursos escasos o pocas posibilidades de acceder a la educación superior o de embarcarse en empresas más ambiciosas. En diciembre de 2020 grabé con Elle King una canción titulada “Xmas to forget”. Elle y yo habíamos planeado trabajar en un par de cosas y quizá hacer una versión de una de las canciones navideñas de Dolly Parton y Kenny Rogers. Pero mientras preparábamos todo, decidimos que sería divertido escribir nuestro propio villancico. Alguien muy cercano nos dijo que deberíamos escribir una “Navidad para olvidar” en referencia a lo difícil que ha sido este año para todos, así que seguimos con la idea. En The Marigold Project apoyamos al Centro de Investigación y Acción de Alimentos [FRAC], que es la organización estadounidense más importante sin ánimo de lucro que trabaja para erradicar el hambre y la desnutrición relacionadas con la pobreza en los Estados Unidos con este comunicado: «Nadie debería tener hambre en Estados Unidos. Tenemos comida más que suficiente para asegurar que nuestros vecinos estén alimentados. Estamos orgullosos de brindar nuestro apoyo a FRAC en lo que ha sido un año especialmente difícil para muchos».

 

¿Cuál fue el primer disco que compraste?
El primero que me regalaron fue Thriller, de Michael Jackson, pero el primero que compré yo fue Are you experinced?, de Jimi Hendrix.

 

¿Y el último?
Hay tanta buena música, escucho muchas cosas que me interesan en streaming, aunque sigo comprando vinilos y cedés. De todos los estilos que me interesan. Déjame pensar, creo que lo último que he comprado ha sido una caja antológica de Herbie Hancock, impresionante.

 

Nathaniel tiene el día muy cargado de entrevistas para prensa y radio, pero se le nota relajado en la habitación de su hotel. Recibe a todo el mundo con una sonrisa y un saludo en español («hola, ¿cómo estás?»). Antes de dejarle descansar unos minutos, saco un puñado de cedés de la cartera y se los voy pasando para ver su reacción y qué recuerda o que le sugiere cada uno de ellos (hace unos años le propuse lo mismo a un Neil Young algo huraño y resultó el momento más distendido y cordial de la entrevista).

 

Slow train coming, de Bob Dylan [lo mira con devoción, busca el listado de canciones, se nota que disfruta al recordar].
Estupendo, ¡me encanta este disco! Recuerdo que mis padres lo compraron y nos dijeron que esas sí eran canciones de iglesia, de hecho, las cantamos allí. Guau, “Slow train” es poderosa y… espera, espera… ¡“Gotta serve somebody”! [Entonces, Nathaniel se transfigura, ríe abiertamente y se pone a cantar con ganas: «Well, it may be the devil or it may be the Lord, but you’re gonna have to serve somebody…»].

 

Vamos con otro disco: A soulful experience, de Rance Allen Group. ¿Lo conoces?
[Cara de sorpresa] ¡Noooooooo!

 

Es góspel soul de Stax, sensacional, vitalista, una banda formidable. Rance Allen murió el año pasado, con 71 años, diez años después de haber sido nombrado obispo de la iglesia pentecostal The Church of God in Christ, en Detroit.
Qué buena pinta tiene, tendré que buscarlo al volver a Estados Unidos.

 

Quédate con este, es un regalo para ti. Seguro que te encantan canciones como “Talk that talk”, “Joy” o “Ain’t no need of crying”. Todos sus discos son fuente inagotable de placer.
Ooooh, thank you! ¡Gracias! [En español]. Qué sorpresa, lo escucharé con mucho cariño.

 

Este seguro que sí lo conoces bien: Schmilsson, de Harry Nilsson.
Claro que sí, Nilsson’s Schmilsson, es un lujo de disco. No conocía esta edición con los bonus tracks, déjame echar un vistazo… [Otra vez se arranca a cantar con pasión: «Gotta get up, gotta get up, gotta get up when the morning comes…».]. Me apasiona Nilsson, su voz es asombrosa. Este álbum es glorioso y también me encanta A little touch of Schmilsoon in the night, uno de mis favoritos de siempre.

 

¿Qué opinas de Manassas, de Stephen Stills? ¿Lo conoces?
Sí, por supuesto. ¿Sabes que hay un pueblo en Colorado que se llama Manassa? Hace años, estos músicos fantásticos fueron nombrados miembros honorarios del Colorado Music Hall of Fame. Steven no pudo venir a Denver y me pidieron que ocupara su puesto en la ceremonia y toqué con ellos una de las canciones de este álbum, precisamente “Colorado”.

 

Y por último… ¡Nathaniel Rateliff & The Night Sweats!
[Risas] Le tengo mucho cariño a este álbum, para nosotros fue una sorpresa mayúscula que le gustara a tanta gente, ahí dimos el salto. Mira, si abres la carpeta, estamos todos en esa foto que salió movida, la hicimos en el bar de nuestra calle, mirando cada uno para un sitio distinto, lo pasamos muy bien.

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