Natalia Lafourcade: “Venimos solos al mundo y nos vamos a ir solos”

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“Hace unos años no me habría atrevido a cantar una canción como ‘La llorona’. Necesita mucha introspección, mucho viajar hacia dentro”

 

La mexicana Natalia Lafourcade trae a los escenarios españoles su particular visión del folclore latinoamericano contenido en sus dos últimos discos. En el volumen dos que ha editado el 9 de febrero versiona temas de Atahualpa Yupanqui, Simón Díaz, Margarita Lecuona, María Grever… y para todo ello se acompaña de Los Macorinos, Miguel Peña y Juan Carlos Allende. Antes de subirse a los escenarios en Barcelona y Madrid, acude a esta entrevista con Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

Son las once y media de la mañana de un perezoso día de febrero. Ayer nevó con tanta fuerza que llegó a cuajar en algunas zonas de Madrid. Desde la ventana de las oficinas de Sony, en pleno Paseo de la Castellana, se ve la nieve en los parabrisas de algunos coches y en los jardines no transitados. Apartamos la vista del cristal cuando oímos los pasos de Natalia Lafourcade (Ciudad de México, 1984). Sorprende su menudez, su fragilidad y esos ojos almendrados con una luz inesperada. Pide un café y lo rebaja con agua. Parece levemente cansada, como si aún arrastrase el jet lag de haber cruzado el charco para su gira europea. En unos días actúa en España para presentar el volumen 2 de “Musas. Un homenaje al folclore latinoamericano en manos de Los Macorinos”, un delicioso acercamiento a la música de su tierra, a canciones tradicionales que ha pasado por su tamiz, acompañado de algunos textos y músicas de su cosecha. Un trazado tan perfecto que cuesta discernir entre los propios y los ajenos. Un ejercicio de intimidad que le ha hecho reflexionar no solo sobre la música, sino sobre la verdad que plantean algunas de esas canciones tradicionales. Mientras la cámara nos observa, comenzamos la charla.

 

Cuando presentaste el primer volumen de “Musas”, decías que te apetecía refugiarte en la parte bohemia de la música. ¿Eso supone que no solo querías ir a la raíz del folclore, sino a la propia esencia de la música? Me refiero a la intimidad entre el músico y la canción en acústico, fuera de la parafernalia que se monta alrededor de un disco.
La intención original era conectar con la música que me gusta, los compositores que admiro, con México, con Latinoamérica. Este proyecto no empezó con la idea de que fuera un disco. Yo quería grabar como treinta canciones, poco a poco fue evolucionando, y decidimos hacer dos volúmenes. Buscaba recuperar la bohemia, tener la música en casa, trabajar con Los Macorinos. La idea era explorar, aprender.

 

O sea, que empezasteis trabajando todas las canciones a la vez, y con el tiempo decidisteis repartirlas en dos discos distintos.
Entramos al estudio con todos los temas listos para grabar. El proceso nos costó un año, todo el 2015, y a finales entramos al estudio y grabamos veintitrés o veinticuatro temas. El último fue ‘Danza de gardenias’. La siento como una canción que tiene algo mucho más acomodado, de probar y coquetear con ritmos y géneros latinoamericanos. Nos aventamos a hacer un son cubano, algo que se acercara. Ahí me siento mucho más cómoda, ya está más interior todo lo que veníamos explorando. Por eso tiene más música, más instrumentos. Es un carnaval, la canción para cerrar estos dos volúmenes.

 

 

‘Danza de gardenias’ es el final del camino, cuando ya has recorrido todas las estaciones y tienes todas las armas.
Ajá, ya lo interiorizaste. Con Cheche Alara y Gustavo Guerrero, los productores, dividimos el proyecto en dos partes, dos discos que mantuvieran un equilibrio. Que no todos los vals estuvieran en uno, o los boleros en otro. Mi arte favorito es el del segundo disco, escogimos el otro primero para dejar el favorito para después.

 

A pesar de ese equilibrio, ¿algún género tiene mayor peso en este segundo volumen?
Siento que este disco está más riesgoso. Todo lo hicimos a la vez, pero siento que este disco es más maduro, hay temas más asentados, más hacia dentro. Siento que hace unos años no me habría atrevido a cantar una canción como ‘La llorona’, un tema tradicional mexicano que necesita mucha introspección, mucho viajar hacia dentro. Lo hicimos solo con las guitarras de Los Macorinos, lo dejamos vacío. Eso me hubiera intimidado bastante hace unos años. Después de grabar todos los temas me di cuenta de que no había que poner nada más: esto es lo que tenemos para ofrecer. La música se conecta con una energía lejana, en el más allá, que genera una magia particular. Lo estamos haciendo en vivo, juntos, al mismo tiempo los tres. Eso lo volvió especial.

 

Dentro de ese riesgo hay también temas tuyos.  
Hay temas muy melancólicos y muy fuertes, como ‘Hoy mi día uno’, una canción mía que habla del momento en el que vuelves a comenzar, cuando sientes que terminaste algo, no tienes nada y vuelves a arrancar. Yo me he encontrado en ese punto muchas veces ya, y cuando la hice pensaba en toda la gente que se encuentra en este punto: cuando te separas de tu pareja, dejas tu casa, pierdes tus cosas; cuando pasas una enfermedad y vuelves a comenzar… este patrón humano que constantemente repetimos, comenzar todo el tiempo algo. Está ‘Derecho de nacimiento’, una canción política social de protesta. ‘Humanidad’ (de Alberto Domínguez) es del siglo pasado, su contexto fue la Segunda Guerra Mundial, y piensas lo que está pasando hoy día y te das cuenta de que tenemos los mismos problemas que solucionar. Siento que este disco tiene un peso que se cargó hacia una cosa más arriesgada. También hay canciones hermosas. Hay una canción de cuna, ‘Duerme negrito’, pero también es una canción con un contexto muy fuerte, por como fue hecha y en el momento en el que la hicieron. Súper sutil, pero habla de la mamá que se va al campo a trabajar. El disco tiene un peso extra, el sentido de la humanidad está muy cargado en todo el proyecto, pero creo que más en este segundo disco.

 

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“Yo sentía que Violeta estaba sentada y decía ‘No, no me gusta’. El disco tiene mucha carga, una parte mística. Estábamos interpretando temas muy poderosos”

 

Tal y como lo habéis planteado, las fronteras entre el folclore tradicional y la música que has escrito para estos discos son muy estrechas. Quien no conoce las canciones tradicionales no las distingue de tus composiciones nuevas.
Para mí ha sido superlindo ver lo que pasa con nuestros ritmos y nuestro folclore. Está todo conectado: los instrumentos, las melodías. Tampoco soy una experta, es un acercamiento a México, a Latinoamérica, a lo que somos. Un explorar constante.

 

A nivel instrumental, ¿también ha sido una exploración? Me refiero a si has usado instrumentos nuevos más propios de músicas como el jarocho, el bolero, la ranchera…
Una de las cosas interesantes de este proyecto fue ponerme en manos de Los Macorinos. A diferencia de otros discos, no quise tocar ningún instrumento. Quise interpretar, volverme más intérprete. La búsqueda que hicimos entre todos tenía límites. Teníamos ciertas reglas en el juego: no vamos a utilizar ningún instrumento que no sea acústico, que todo sea instrumentos de madera. Eso nos llevó a diferentes instrumentos de cada país, y eso terminó de darle la calidez. Teníamos guitarras acústicas de nailon, clásicas, pero teníamos un charango, un cuatro venezolano, colombiano, una jarana, un contrabajo, un chelo, una viola, un armonio, las percusiones, el bongó legüero, instrumentos que se tocan en el sur. Mezclamos y nos dio un disco cálido, como si estuviéramos tocando en la sala de tu casa. No ocupar casi efectos en la voz, hacerlo de una manera muy seca.

 

Hay un grado de intimidad muy importante entre el oyente y la canción. Se marca muy bien. ¿Cómo lo habéis conseguido?
Para nosotros era padrísimo. La casa en la que grabamos está en un lugar que se llama el Desierto de los Leones, en México, a cuarenta minutos de la ciudad. Hay montaña, está en un bosque. Parece que estás en otro país. Está la ciudad, que es una locura, y ves la contaminación a lo lejos, que es una nata así, asquerosa, y de repente estás acá arriba, en los árboles, respirando un aire puro, y teníamos la chimenea detrás de nosotros, en la consola, encendida todo el tiempo. Grabábamos tomas completas, en directo. Esa era otra de las reglas: no editar, dejar los errores que llegaran a salir si la toma valía muchísimo la pena. Era muy ameno estar en ese contexto y hacer música de esa manera.

 

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“Cuando tocamos ‘Alma mía’ las mujeres del asilo empezaron a cantar, fue realmente mágico”

 

Uno de los Macorinos, Miguel Peña, comenta esto en el documental de Musas: “Nunca me había encontrado con una artista tan selectiva: esto no me gusta, porque no lo siento. Todos parten del sentimiento”. Si no sientes un tema, no lo cantas. ¿Esa ha sido la premisa para elegir las canciones?
Sí. Ha habido varias. Hay un momento en el que yo siento que uno, como artista, está trabajando para la música. Llega un punto donde me gusta escuchar y percibir lo que la canción necesita para brillar. Traté de volverme muy perceptiva y muy sensible a lo que me emocionaba, estar muy atenta a Los Macorinos, ver cuándo estaban conectando con la música o solo haciendo, y yo también. A veces tocas pero tu cabeza está en otro lugar, o tu emoción. Algo pasa cuando la presencia se condensa, se potencia y se vuelve maravillosa. Era otra de nuestras reglas del juego: tenemos que concentrar nuestra atención y nuestra energía en esto. Había algunas que no necesitaban ser grabadas tantas veces, pero había otras que, aunque grabásemos siete tomas, no daban. Decíamos: “Hoy no es el día, vamos a dejarla cuatro o cinco días y la retomamos”. Era ese ir y venir de canciones con mucho respeto para las piezas. Algunas exigían eso: la canción de Violeta Parra (se refiere a ‘Que he sacado con quererte, del volumen 1). Yo sentía que Violeta estaba sentada y decía “No, no me gusta”. El disco tiene mucha carga, una parte mística. Estábamos interpretando temas muy poderosos.

 

¿Qué artistas y compositores has versionado con más frecuencia en estos dos álbumes?
Por ejemplo, Manuel María Ponce, autor de ‘La Gavota’, un tema instrumental. También grabamos el ‘Vals poético’ en el volumen uno. Son temas que hicimos de manera acústica resaltando la esencia de Los Macorinos, que es como los conocí, tocando solitos. Esos temas marcan algo importante en la naturaleza y el espíritu de este proyecto, que es unir los dos universos, el de Los Macorinos y el mío. De mis favoritas, ‘Eclipse’ de Margarita Lecuona, o ‘Alma mía’, de María Grever. ‘Alma mía’ te parte el alma, y hoy en día es importante, porque nos recuerda que venimos solos al mundo y nos vamos a ir solos. Y creo que a gran parte de nosotros se nos olvida eso. Es fortísimo, el vídeo quedó muy fuerte. Nos fuimos a un asilo en México, hicimos un concierto para los viejitos. Pero cuando tocamos esta canción las mujeres empezaron a cantar, fue realmente mágico. Yo no me había dado cuenta, pero al ver el vídeo me hizo entender esto: todos venimos solos y nos vamos solos. Ves esta casa donde están los viejitos, viven ahí, en un espacio muy grande, son muchos y todos están solos. Esa experiencia los llenó de calor y a nosotros también. Nos hizo conectar con un aspecto de la humanidad que lo ha vuelto muy especial.

 

 

Ahora que hablas de ‘Alma mía’, hay una versión que hizo Libertad Lamarque con un aire a cuento de hadas, con arreglos orquestales. La vuestra es más delicada. Quería preguntarte si te has fijado solo en las canciones originales, si has escuchado también las versiones de otros artistas o si has optado por alejarte de unas y otras, aunque las hayas escuchado previamente.
Fueron varias etapas. Encontrar los temas, los compositores… ahí no había límite, era escuchar música, todo lo que pudiéramos. Me encontré con esa versión, con otras en forma de boleros, voces masculinas… Cuando empezamos a hacer la primera selección fuimos escogiendo las favoritas, la referencia de lo que podríamos hacer. Cuando entramos al estudio la regla era no escuchar ninguna referencia, para no hacer algo que ya estuviera hecho, para conectar con la energía de la canción.

 

Dices que estos discos que ahora presentas en Europa los trabajaste en 2015. ¿Has compuesto más canciones últimamente, o tienes pensado hacerlo después de esta gira?
No, estoy más bien preparándome para mi descanso. Me voy a dar un descansito. Terminamos en junio, en México, haciendo unos conciertos.

 

¿Necesitas tiempo para ti?
Sí, para ir a mi casa, estar con mis animales, con mi padre, con mi madre. Ese es mi plan, no tengo planes de grabar un disco pronto. Seguramente voy a descansar y a componer mucho, porque cuando descanso se me ocurren cosas. Pero de entrada la idea es darme un break, porque no he dejado de girar y hacer discos durante ocho años.

 

Así que cuando descansas es cuando aflora tu creatividad.
Sí, pero realmente vengo de tres discos que hice seguidos, los fui entrelazando, los hacía mientras estaba con otro disco o de conciertos. Mientras estaba con “Mujer divina” iba haciendo “Hasta la raíz”.

 

¿Te desgastan mucho este tipo de discos con tanta carga emocional?
No, lo que realmente me desgasta es viajar, no el escenario. Por eso en unos meses quiero establecerme en mi casa, porque hace mucho que no paso tiempo en mi casa.

 

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“Lo que realmente me desgasta es viajar, no el escenario. Por eso en unos meses quiero establecerme en mi casa”

 

Hablando de viajes, ¿recuerdas cómo te conocimos en España? Me suena que fue a través de una colaboración que hiciste con El Canto del Loco, en el tema ‘Contigo’ (horas más tarde, David Otero me confirma que ese es el tema más escuchado en Spotify de su exbanda).
Sí, esa fue de las primeras cosas que me conectaron a España, pero vine antes a España. Ayer pensábamos en lo que va a pasar en los conciertos, y hacíamos recuento del trabajo que hemos hecho en nueve años. Me he mantenido viniendo, poco a poco, ir armando una relación con España. Tengo muchos amigos aquí, grabé parte del disco “Mujer divina” aquí, tengo amigos músicos aquí.

 

¿Conoces la música folclórica española?
Estoy empezando a explorar un poquito, aprender del flamenco. Tuvo que ver que a uno de los productores le encanta, y empecé a escuchar a Rosalía. A ella la encontré en un blog de música, o una revista, fue por internet. Me metí a Spotify y dije: “¡Qué es esto!”. Vi que andaba un poco como yo, yendo a la raíz, y empecé a seguirle en Instagram. Ella subió unas playlists de sus influencias musicales y eso es lo que ando escuchando ahora, canciones de flamenco pero muy viejas. No lo conozco mucho, pero me gusta.

 

¿Conoces a Silvia Pérez Cruz?
¡Me encanta! De hecho, estoy hablando con ella por si podemos cantar juntas en Barcelona.

 

Así que va a haber sorpresas en tus directos españoles…
Yo creo que sí. Eso estoy tratando de ver. He tratado de dejar la gira muy fiel a Los Macorinos, pero vamos a ver si se da.

 

Este jueves 15 actúas en Barcelona (sala Apolo) y el viernes 16 en Madrid (La Riviera). ¿Vienes con Los Macorinos?
No, porque no pueden viajar tanto. Vengo con mi banda, vamos a tocar temas de “Musas”. Después tuve que acoplar mi show a “Musas”. Es como un híbrido, más moderno. Más lleno, son más músicos. Tiene teclados, de todo.

 

La charla se acaba. Al día siguiente, en la salita contigua, Natalia ofrece un acústico privado para los trabajadores de las oficinas y algunos invitados muy puntuales. Está tocando a guitarra y voz las canciones de “Musas”, yendo de nuevo a la raíz. Poco después le preguntan cómo está yendo su estancia en España, y admite que está tratando de no repetir lugares… y exprimiendo el tiempo en la ciudad. “¡Madrid me saca Satanás!”, exclama, y toda la sala ríe a carcajadas.

 

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