“Se las tachó de una sencillez insultante, de simplicidad. Sin embargo, sus canciones continúan siendo un espejo al que muchas bandas asoman la mirada”
En 1998, el sexteto femenino Nosoträsh debutaba con un disco de pop fresco, tachado en ocasiones de “sencillez insultante”. Casi veinte años después, Sara Morales analiza los aciertos de la banda gijonesa.
Nosoträsh
“Nadie hablará de…Nosoträsh”
RCA, 1998
Texto: SARA MORALES.
Tras la descarga sónico-cultural que supusieron los ochenta en España, y antes de poner fin al milenio, hubo un período de tiempo en el que asistimos a la fuerza renovadora de nuestro pop. Eran los noventa y la escena musical –sobre todo la independiente– convivía todavía con las cenizas subversivas de La Movida, mientras buscaba asomar la cabeza a un presente que le pertenecía legítimamente y que peleó por hacer suyo. Fue así como comenzaron a surgir numerosas bandas desde diferentes puntos geográficos del país, que trabajaron por amoldar las necesidades culturales del momento y salir a flote en la reivindicación de un carácter propio y genuino. Este fue el caso de Cova, Natalia, Beatriz, Malela, Montse y Eugenia, desde el Gijón de 1994, con un proyecto al que bautizaron como Nosoträsh.
A la Asturias de Australian Blonde, cuyo ‘Chup chup’ azotaba las ondas nacionales en forma de himno para la primera ola de la generación «indie», se le sumaba ahora este grupo de chicas que decidió apostar por la dulzura de un pop cándido, fresco y juvenil con pulso de punk chicle. Se presentaron al mundo en forma de maquetas y dos primerizos epés –»Nosoträsh» (Astro, 1996) y «Aterrizar» (RCA, 1997)– en los que ya se encontraban algunos de los temas por los que pasarían a la historia. Para su puesta de largo decidieron rescatar alguna de esas canciones capitales que, entre retoques y nuevas composiciones, consumaron el tracklist de este «Nadie hablará de… Nosoträsh» que nos ocupa hoy, su primer álbum de estudio publicado en 1998.
‘Aterrizar’, su gran hit
«Lloran mis muñecas /cuando están a solas en mi habitación / lloran mis muñecas/ sangre coagulada de mi corazón»… Buena parte de los que asistimos a los noventa con cierto grado de consciencia guardamos esta letra y su melodía en la memoria. Alicia Álvarez, por entonces en Undershakers y más adelante junto a su hermana Mar en las inolvidables Pauline en la Playa, fue quien regaló está canción a Nosoträsh. El sexteto amigo se encargaría de popularizarla y convertirla en una de las composiciones insignia del refugio independiente en aquellos años. Un tema histórico, reconocible desde sus primeras notas entre destellos sonoros y un teclado, y en cuyo texto conviven radiantes el terror y la inocencia. Y aunque ya lo habían publicado un año antes en el EP «Aterrizar», decidieron que debía ser el elegido para abrir el álbum con algún que otro retoque en la instrumentación.
Sin embargo la estrella del disco, siempre fue ‘Voy a aterrizar’. Una de las primeras canciones escritas por la banda y publicada en todos sus trabajos anteriores, aunque esta vez añadiendo algunos versos más. Fue su gran hit, divertido, pegajoso y pionero en los inconfundibles estribillos vocales con los que tanto identificamos a las seis chicas: «parapapapa papapapapa, parapapapa papapapa…». Junto a él, otro rescate: ‘Pereza’, una canción que vio la luz por primera vez también en su epé de 1996, pero bajo el nombre de ‘Jeff’ y cantada en inglés. Mantuvieron sólido el tempo lento de su melodía original y, aunque el cambio de idioma cosechó detractores, interesante es el ejercicio de escucharlas y compararlas para revisar la evolución que marcaba los pasos en la aparente carrera ascendente de Nosoträsh.
Y digo «aparante» porque, para muchos –entre los que no me incluyo–, este disco no superó las expectativas depositadas en él tras el glorioso precedente que habían creado con sus dos epés anteriores. Al parecer no lograron el éxito esperado, pese a que fue elegido disco del año por los oyentes del programa radiofónico «Viaje a los sueños polares». Corrían otros tiempos, entonces quien no saltaba de forma constante a la esfera mainstream (radio, televisión o cualquiera de los recopilatorios “Boom”) lo tenía ciertamente crudo, condenándose sin quererlo al abandono popular. Aunque la escena alternativa comenzaba a abrirse en España, todavía harían falta unos años más para que se asentara, fuera considerada como tal y tuviera la consistencia estructural, económica y pública necesaria para dar cobijo a bandas y músicos pertenecientes a otra liga, esa que ahora se conoce como «indie». No tengo la menor duda de que si este «Nadie hablará de… Nosoträsh» hubiera visto la luz algo más tarde, estaríamos hablando de él en otros términos. Ellas bebieron de las aguas de Vainica Doble, y estas hoy son consideradas «de culto», quizás esto deba significar algo.
De los trece temas que componen el álbum destacaron los ya mencionados y ‘Poupée de cire, poupée de son’ y ‘Nenyures’. El primero consistió en una entrañable versión punk pop de esta canción escrita por Gainsbourg e interpretada por France Gall, quien consiguió ganar el festival de Eurovisión en 1965 representando a Luxemburgo. El segundo es un bonito regalo firmado por Nacho Vegas, escrito originalmente en bable y que Nosoträsh se animaron a rescatar, como también hicieron con ‘En ningún lugar’, pero a modo de nana.
El resto del disco corre a cuenta de composiciones abordadas desde esa visión teenager y contagiosa que siempre han proyectado. Y salen perfectamente ilesas de registros más templados como ‘Pálida’, de base rock, o algo más oscuros como ‘Botiquín’, con la que ponen remedio al mal de amores. ‘Amor hortera’ es robótica, ‘Sintasol’ despliega una vez más el cocktail de voces multicolor de la banda, entre ecos y coros acompasados. Se desfasan cinemáticas y lúcidas en la veloz ‘El hombre de goma’ en la que, a través de elipsis vocales, conceden protagonismo a las bases instrumentales; una técnica utilizada también en ‘Punk rock city’, otro de los tesoros escondidos del álbum. Y ‘Barras y estrellas’ es rasgada, grave e intimista, la nota discordante del conjunto y por ello necesaria.
Se las tachó de una sencillez insultante, de simplicidad. Planeó sobre ellas la etiqueta de «tonti pop» e incluso, tras este disco, Eugenia abandonó la banda y dejaron de trabajar con RCA. Sin embargo, han pasado los años y sus canciones continúan siendo un espejo al que muchas bandas asoman la mirada. Pese a todo, aquí estamos, hablando de ellas, incumpliendo con mucho gusto el augurio con el que titularon este disco.
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Anterior entrega de «Operación rescate»: “Live in Kook County Jail”, de B.B.King.