FONDO DE CATÁLOGO
«Introdujeron nuevos temas que, sin perder la suspicacia venenosa de la esencia del grupo, ponderaron lo que iba a ser el nuevo camino del mismo hacia cotas más perfeccionadas»
Desechables
Nada que entender
Radio Nacional de España, 1987
Texto: SARA MORALES
“Ábreme”. Con esta canción, que antes fue single, arranca el estreno discográfico en estudio de los Desechables, y así arranca este artículo también. Con la infección corrosiva de ese punk tan genuino, vehemente y contagioso que definió el carácter y la actitud de la banda catalana desde sus inicios a principios de los ochenta pero que, llegados a este momento, ya venía medio pulido. Ponerse en manos de Ángel Altolaguirre para la producción del disco fue una apuesta arriesgada que trajo sus luces y sus sombras. Por un lado, contar con uno de los grandes a los mandos técnicos era prometedor, certero; algo a lo que cualquier grupo en aquel tiempo, y también ahora, suele aspirar. Por el otro, supuso para muchos la caída de esa frescura insurgente que los Desechables perforaban en sus directos y que en este repertorio de siete ya lució ciertamente descafeinada.
El resultado fue un álbum brillante, fiel reflejo de una época (la década ya estaba bien avanzada) y de aquella forma que tenían de asistir a la vida comiéndosela a mordiscos. Hoy, elevado merecidamente a la categoría de disco de culto, para levantarlo el grupo rescató “La planta”, uno de los tótems de aquel minielepé llamado Buen ser-vicio, publicado en 1985 a raíz de un directo en el Rock-Ola, y en el que Tere Desechable se asomaba a la portada ofreciendo, a su manera, algo de comer. Reconvirtieron “El caso del hombre serio y formal” de 1984, grabada en París, en “Hombre serio y formal”, e introdujeron nuevos temas que, sin perder la suspicacia venenosa de la esencia del grupo, ponderaron lo que iba a ser el nuevo camino del mismo hacia cotas ciertamente más perfeccionadas y sí, algo más maduras también.
La hipnosis pseudosiniestra de “Johny”, la magia psicótica de “Ven a mí”, el rock and roll garajero y pendenciero de “Obsesión” y la ingeniosa “Ritmo”, terminaron de completar un trabajo en el que la líder seguía gritando y atrapando víctimas entre sus redes corporales y guturales, pero algo más comedida quizá. O por lo menos más melódica, si comparamos estas canciones con las hirvientes de Golpe tras golpe (1984) como aquella inolvidable llamada “No me consigues divertir”.
Para cuando quiso llegar 1987 y el lanzamiento de este Nada que entender, con el respaldo de Radio Nacional de España, habían pasado demasiadas cosas. Los Desechables, que habían nacido en 1981 siendo cinco (Jordi Solá -”Dei Pei”, Miguel González – “No”, Tere González, Siscu y Jaime) y enseguida pasaron a trío tras las bajas de los dos últimos, llegaron al momento de este debut siendo cuatro. Fraguados al calor de la explosión socialcultural de la época, con la sacrosanta Movida en Madrid y la nueva ola en España de especial tenacidad en Barcelona, la banda se perfiló desde sus inicios como feligreses, y también adalides, de las cotas más subversivas de la escena. Devotos y emuladores de la obra de los Cramps, con raíces en el proto punk de los Stooges y MC5, siendo unos bebés ya era practicantes de un sonido abrasivo, crudo e insurrecto que prescindió de bajista, que centró sus letras en el terror y el sexo, y que puso en funcionamiento toda una maquinaria provocadora y divertidamente perversa para otear la cara B de la realidad desde un prisma sedicioso, fatalista y sagaz, muy sagaz.
Tere, recién alcanzada la adolescencia, se había dedicado a cantar en la banda, a gritar o a lo que Dios quiera que fuera aquello. Siempre tuvo el don de cautivar en su irreverencia y fue una de las figuras más sugerente, fulgente y decisiva de aquellos años. Pasados estos, la historia le devuelve el favor alzándola al aura de imperecedera. Exactamente igual que al indomable y retumbante “Dei Pei”, al frente del pulso del grupo desde una caja al principio, desde una batería después; y a Miguel “No”, mordaz y virulento guitarrista que la vida se le fue de las manos demasiado pronto al morir intentando atracar una joyería con una pistola de fogueo. Hasta que ocurrió aquello a finales de 1983 eran felices, el futuro que se les presentaba por delante a los Desechables no podía ser más prometedor. Habían tocado en Lyon compartiendo escenario con Killing Joke, otro de sus referentes; eso les llevó hasta París, contaban ya con aquella Maqueta de 1982 y el epé La oración que lanzaron aquel mismo 1983; pero la ausencia de Miguel, difícil de superar y que pudo cambiarlo todo – de hecho lo hizo durante algún tiempo- no ahogó el empeño de Tere y “Dei Pei” por sacar la banda adelante. Consiguieron ganarle la partida a la suerte reclutando oficialmente a Marcelo “El enano”, hermano de “Dei Pei”, y a Carlos Romero, como guitarristas. Y así es como renacieron de la tragedia configurándose como cuarteto, el cuarteto que daría vida a este Nada que entender tan valioso por todo lo que significó antes y después. Todavía hoy.
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