«Si hubiese escrito una película que sucede justo debajo del ovni, quizá no hubiese podido hacerla. Parto de la escasez de elementos, y la única forma de ser honesto es que el interés sea otro»
Hoy llega a las pantallas “Extraterrestre”, segundo largometraje del premiado cineasta cántabro, que apuesta por situar un planteamiento argumental de comedia romántica en un contexto de ciencia ficción. Eduardo Guillot lo entrevista, que no todo es música.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Julián Villagrán, Michelle Jenner, Raúl Cimas, Carlos Areces y Miguel Noguera protagonizan “Extraterrestre”, una comedia romántica en clave de ciencia ficción apocalíptica que supone la segunda incursión en el largometraje de Nacho Vigalondo, director que debutó con “Los Cronocrímenes” tras una exitosa carrera como cortometrajista y que posee una de las miradas más originales del cine español actual.
La idea de la película es muy atractiva: Frente a una tragedia global (invasión alienígena), planteas una tragedia íntima. ¿Cuál es el germen del guión?
Parte del atractivo de “La guerra de los mundos” consiste en que el protagonista está cerca de los acontecimientos principales, en el ojo del huracán. ¿Pero qué pasa con toda la gente a la que le pilla lejos? ¿Esos que, mientras un ovni aterriza en Callao, están en Vallecas? Pues que no se enteran de nada. Quería contar una historia que tuviese un marco íntimo en ese contexto, en el que algo está sucediendo, pero en realidad no sabemos qué pasa.
Casi toda la acción sucede en un apartamento. ¿Está condicionada la película por cuestiones presupuestarias?
Me gusta trabajar con pocos elementos, pero también te confieso que, si hubiese escrito una película que sucede justo debajo del ovni, quizá no hubiese podido hacerla. Parto de la escasez de elementos, y la única forma de ser honesto es que el interés sea otro. Es un trabajo de guión. Intento que los personajes, y por extensión, el espectador, no echen nada en falta. Una vez que Julián Villagrán concentra toda su atención en Michelle Jenner, al comienzo de la película, a través de él y de sus emociones, podemos justificar que no se vea nada más. Otro tipo de estrategia sería una estafa.
¿Crees que el espectador que espere una película de naves espaciales se puede sentir decepcionado?
Si alguien sale defraudado del cine, debo reconocer que es culpa mía y tendré que encontrarme con él, con la cabeza gacha, a la salida del cine, devolverle el dinero e invitarle a un café [risas]. A lo largo del primer acto, dejo muy clara la focalización de la trama, qué es lo que nos interesa y qué es lo que no, y a partir de ahí quiero que la película sea coherente con lo que propongo. Si, aún así, cuando empiecen los títulos de crédito, hay un espectador que cree que le he dado gato por liebre, no puedo más que pedirle perdón.
Tus dos películas son historias de amor bajo envoltorio de género. ¿Estás de acuerdo?
Las reglas de género son un campo de juego delicioso, un territorio en el que puedo romper cosas precisamente porque estaban edificadas antes. Cuando haces una película con elementos muy reconocibles, ya eres capaz de demoler lo que la gente espera.
“Extraterrestre” parece un tratado sobre las tretas del amor: mentiras, chantajes, promesas…
Una vez que planteas un dilema sentimental con elementos como la traición o la infidelidad en primer término, tienes la oportunidad de hacer que todo personaje bueno tenga la ocasión de ser malo y viceversa. Y que la gente lo entienda, porque estamos hablando de sentimientos universales y de experiencias reconocibles por todos.
Eso aleja la película del Hollywood actual, donde los personaje son unidireccionales.
A medida que el cine se va estancando en una fórmulas, la televisión ha adquirido prestigio, y uno de los temas principales de series como “Los Soprano”, “The Wire” o “The Shield” es la ausencia de buenos y malos. He intentado explotarlo en las dos películas que he hecho. A día de hoy, aún no he escrito un villano al uso.
¿Es también una película sobre la sospecha y la paranoia? Eso la conectaría con la ciencia ficción de los años cincuenta.
Exactamente. Y si volvemos a “La guerra de los mundos”, en la novela de H.G. Wells ya existía esa tensión entre la catástrofe global y el desajuste íntimo. La leí de niño, y cuando la recuperé, años más tarde, me di cuenta de que algunos de los pasajes que más me habían perturbado no eran los más espectaculares, sino el encierro del protagonista con un cura en un sótano durante varios capítulos. Esa tensión entre los problemas personales y la catástrofe global está en el germen del género.
El filme tiene un tono agridulce, acentuado por la elección de ‘All my little words’, de Magnetic Fields, para cerrar la historia. ¿Por qué la escogiste?
No podrías decidir si es alegre o triste. Y una canción que no sabes si es una celebración o un lamento, tiene algo de magia. Cerrar la película con ella me parece casi una trampa sucia, es acabar muy arriba a partir de un producto que otro ya ha diseñado, producido y terminado.
¿Crees que a Stephin Merritt le gustaría la película?
Me encantaría pensar que sí. Es todo lo que puedo decir. El otro día descubrí que Magnetic Fields tienen cuenta de Twitter y, con toda la humildad del mundo, les dije que había hecho una película que terminaba con una canción suya. Y que pagamos por ella, por cierto [risas].
El casting combina actores dramáticos y de comedia. ¿Qué buscabas con ello?
Una vez tomada la decisión, mi preocupación era que el resultado no fuese heterogéneo, que no tuviesemos, por un lado, actores dramáticos, y por el otro, presencias que una vez que abren la puerta provocan una carcajada. No buscaba un clima global de comedia, sino que Michelle y Julián tuviesen la oportunidad de ser muy graciosos y que Cimas, Areces y Noguera pudieran ser dramáticos. «Algo pasa con Mary» me parece magistral, pero me resulta antipático que Mary sea el personaje menos memorable, porque funciona como frontón frente al cual rebota la comicidad de los que la rodean. En todo momento intenté evitar que Michelle fuese ese frontón.
Esta vez no te has reservado ningún papel. ¿Por qué?
Nunca he pretendido ser una presencia constante en mis películas, no soy Clint Eastwood ni Woody Allen. Siempre he querido darle un sentido especial al hecho de aparecer en algunas de ellas, y en este caso ese sentido no aparecía por ningún lado.
¿Se podría decir que el personaje de Julián Villagrán funciona como alter ego tuyo?
Inevitablemente, cuando uno escribe una película, se proyecta en todos los personajes. Julián es un alter ego mío, pero tengo que asumir que también lo son Areces, Cimas, Noguera, e incluso Michelle.
¿Por qué resulta tan difícil hacer cine original en España?
Es muy difícil, una batalla, y no puedo más que admirar que los hermanos Pastor o Luis Berdejo hayan conseguido hacer películas en Estados Unidos. Independientemente de la suerte que tengan, lograrlo es una odisea. De todas formas, en la pausa entre “Los Cronocrímenes” y “Extraterrestre” he estado zambullido en “Windows”, mi siguiente película, que ya está en fase de preproducción. Tengo cierto pesar por haber tardado tanto tiempo entre una y otra, porque el modelo de películas que quiero hacer, el tipo de carrera a la que aspiro, es algo mucho más ágil de lo que he demostrado hasta ahora.