Nacho Vegas: “Los discos no son un fin, sino una manera de ordenar el caos”

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“No estoy obsesionado cuando escribo una canción, pero hay veces que las obsesiones son el germen de muchas canciones”

 

Días antes de que vea la luz “Violética”, hablamos con Nacho Vegas de esta nueva colección de canciones que publicará el 15 de junio en digital y doble cedé, y editará en triple vinilo después el verano. Su séptimo disco en solitario. Una entrevista de Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

Hace falta muy poco para quemarse con una canción y desaparecer. Los personajes de las canciones de Nacho Vegas, a veces autobiográficos, viven en la misma época que fueron creados. Algunos están en el año 2001, otros en el 2007… desperdigados por el tiempo, esperan el último acto.

Ideología contra apología. Nacho Vegas firma “Violética” (Marxophone, 2018), su séptimo elepé, después de cuatro años de espera desde “Resituación” (Marxophone, 2014). Tres si se cuenta el epé “Canciones populistas” (Marxophone, 2015). La nueva entrega contiene dieciocho canciones, pero pudieron ser más. El álbum fue bautizado, en principio, con un nombre doble. Nacho cogió dos versos de Raymond Carver e hizo dos listas con su repertorio. Cada una de ellas tenía un título: “El don de la ternura” y “La necesidad de amparo”. Pero durante el proceso cambiaron los planes y las ideas estallaron por los aires.

 

¿Tienes obsesiones cuando haces una canción?
No. No estoy obsesionado cuando escribo una canción, pero hay veces que las obsesiones son el germen de muchas canciones. Son esas cosas irracionales que no te puedes explicar de una forma lógica. Por eso las tienes que poner en las canciones, para poder explicártelas. Escribir una canción es algo bastante lúcido. Yo me tomo mi tiempo para que las canciones reposen un poco.

 

“Violética” es el disco más largo desde “Cajas de música difíciles de parar”. ¿Qué tiempo te ha llevado hacerlo? Tu último elepé (“Resituación”) se publicó en 2014 y el epé “Canciones populistas” salió en 2015.
Tenía la costumbre de publicar un disco al año, más o menos. “Cajas de música difíciles de parar” fue doble porque tenía canciones escritas antes de “Actos inexplicables”, el primero. Luego cogí un ritmo en el que publicaba elepés y epés casi cada año. La gente decía que era más prolífico que la media, pero dedicándome a esto, publicar una media de diez canciones al año tampoco es demasiado. Ahora he bajado un poco. Con el tiempo voy escuchando los discos anteriores y puliendo las canciones, quitando las cosas que sobran. Intento tratar un poco mejor las canciones. “Cajas de música…” fue un disco más largo, pero se grabó en mucho menos tiempo. Fue todo más caótico, pero más relajado para mí. Era como una fiesta de grabación. Yo cantaba fatal y mi banda era bastante amateur (salvo Manu Molina). Recuerdo que cantó J (Los Planetas) y se trajo a veinte tíos. Fue tal la fiesta que no sé cómo llegué a cantar al día siguiente. Grabamos veintiséis canciones o así, pero teníamos poco tiempo. “Violética”, en cambio, ha sido mucho más trabajoso que cualquier otro disco. Cuando me puse a bucear en el repertorio, creía que iba a ser el habitual (haciendo una criba, quince canciones), pero me encontré con veinticinco. Nos pasa a muchos compañeros cuando estamos secos, yermos de creatividad, pero si nos paramos a mirar apuntes veremos un montón de canciones, aunque muchas estén sin acabar. Los discos no son un fin, sino una manera de ordenar todo ese caos en el repertorio y darte cuenta de que tienes algo entre manos.

 

Abraham Boba dice que este disco es una recopilación de tu propio cancionero.
Es un comentario con el que estoy de acuerdo. Normalmente, los discos tienen canciones que pertenecen a un momento determinado y lo reflejan, como los álbumes de fotos. Lou Reed decía que utilizaba sus discos para acordarse de su vida. Y yo, si no fuera por los discos, no me acordaría de nada de lo que ha ocurrido en mi vida, sobre todo en determinados años. Si pienso en “El manifiesto desastre” me acuerdo de esos años. Y con “La zona sucia” también me pasa. No sé si me ocurrirá con este disco; las canciones se fueron escribiendo en un lapso de tiempo más largo. Es un disco más heterogéneo, en estos cuatro años pasaron muchas cosas e incidí un poco más en la dimensión social de las canciones y en la música popular. Los procesos que nos han acompañado han sido tan caóticos que parecía que estábamos en una montaña rusa de ilusiones y desilusiones. Por eso, por lo emocional, el disco es tan heterogéneo.

 

También pensaste en hacer un disco de versiones de canciones del folclore astur. ¿No sería como hacer otro “Lucas XV”?
Sí, es algo que hice en “Lucas XV” con Xel Pereda. En el momento que empezó el proyecto, la intención era incorporar a mi cancionero temas del folclore asturiano, pero como Xel tenía la misma idea decidimos hacer un proyecto específico. Lo que pasó con “Lucas XV” es que Xel se lo tomó como se lo tomó y aquello quedó en agua de borrajas. De hecho, ‘Taberneros’ (de “La zona sucia”) iba a ser una canción del segundo disco de “Lucas XV”. Seguí interpretando canciones en directo que iban a estar en ese segundo disco de “Lucas XV”. Algunas están grabadas, pero Xel nunca veía la mezcla perfecta y no lo sacó. Está ‘El carmín de la Pola’ y otras canciones nuevas, sobre todo tradicionales, que he ido conociendo. Algunas son letras a las que he puesto música y otras adaptaciones que me apetecía hacer, como alguna de Billy Bragg. Tenía un montón de versiones en la recámara y todavía tengo intención de grabarlas. Pero no puedo con todo, así que las he dejado para un siguiente epé o para un disco de versiones.

 

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“Los discos no son un fin, sino una manera de ordenar todo ese caos en el repertorio y darte cuenta de que tienes algo entre manos”

 

En “Violética” tenemos ‘Aida’, un tema tradicional que cuenta la historia de Aida Lafuente, militante comunista asturiana.
Era una de las canciones que formaba parte del lado tradicional pero que también enlazaba con la parte más autoral. Es una historia cantada por muchos grupos. Creo que la versión más famosa es la de Nuberu, aunque Víctor Manuel también la hizo. Yo recogí la que hizo el grupo Xana, que es un grupo tradicional con un montón de canciones de la revolución del 34 en Asturias, la Guerra Civil… En realidad cogí el estribillo de la canción y luego desarrollé la historia que conoce todo el mundo.

 

Otro tema relacionado con Asturias es ‘A ver la ballena’, cuya letra habla del cetáceo que apareció en la playa de San Lorenzo el 11 de octubre de 1984. Sin embargo, las crónicas sitúan el suceso en octubre de 1895. Incluso el desenlace de la historia real es diferente al de la canción, aunque con pequeños detalles.
Sí, está inspirada en esa historia, aunque en realidad yo no la conocía. Después de aquello se empezó a utilizar la expresión “a ver la ballena” para todo. Salías de fiesta y decías: “Voy a ver la ballena”. O cuando mandabas a alguien a la mierda: “Vete a ver la ballena”. Entonces era una expresión muy normal, pero no llegó a nuestra generación. Recuperé la historia y quería actualizarla un poco. Curiosamente, cuando estábamos grabando el disco, apareció otra ballena muerta en Ribadesella. La diferencia entre la aparición de aquella época y la actual es que en la de ahora la gente se hace selfies con ella.

 

‘Un ejemplo de discreción’ es un tipo de canción, casi epistolar, que me recuerda a ‘Al norte del norte’, donde también acabas la canción diciendo “te quiero”. Incluso diría que ‘Canción del extranjero’, que es una adaptación de Leonard Cohen, también entraría ahí. ¿Estás de acuerdo?
Es verdad. Leonard Cohen tenía muchas canciones, como ‘Famous blue raincoat’, que eran epistolares. Violeta Parra tiene ‘La carta’… Creo que es un género que debería ser reivindicado. En las canciones, muchas veces escribes lo mismo que escribirías en una carta. ‘Al norte del norte’ está inspirada en una relación que tenía a distancia con una chica con la que había empezado a salir (a los dos meses de estar juntos se fue a Nueva York). Y ‘Un ejemplo de discreción’ es un poco lo mismo; en las cartas decimos cosas que no nos atrevemos a expresar, pero lo hacemos de una manera más sincera y honesta.

 

¿El título de “Violética” tiene que ver con Violeta Parra?
Un poco sí y un poco no. Como es un disco tan heterogéneo, no había una sola frase que me encajara como título. Ni siquiera poniéndole uno diferente a cada uno de los discos. Decidí que debía tener un nombre propio, como un nombre de mujer. Hay algún guiño a Violeta Parra. Tenía un talento especial a la hora de utilizar el lenguaje, la prosa y las palabras. Hacía una cosa muy chula con las esdrújulas, tiene una canción hecha con esdrújulas que se llama ‘Mazúrquica modérnica’. Cuando anuncié el nombre del disco, alguien me dijo que era una mezcla de “violencia” y “poética”. No lo había pensado, pero me pareció una buena idea. Pero no es un disco dedicado a Violeta Parra. Simplemente quería que tuviera algún guiño, como la versión de ‘Maldigo del alto cielo’. Tampoco quería que se asociara demasiado al color violeta, porque iba a parecer que quería hacer un disco feminista. No pretendía que fuera por ahí la cosa.

 

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“Vamos perdiendo la batalla de las ideas y la ideología dominante o hegemónica es otra, no la nuestra o la que a mí me gustaría, que es la ideología que nace de la conciencia”

 

Pero hay canciones políticas. Un ejemplo es ‘Desborde’, donde hablas de un deshielo que acaba inundando Madrid. Entiendo que son las mareas que llegan hasta Sol.
Era una idea que tenía desde hacía tiempo, pero no se podía traducir en una canción que tuviera una dimensión social. Una vez, en una entrevista, le preguntaron a Jorge Ilegales qué le hacía falta a Oviedo, y dijo que le hacía falta era una inundación para que la gente tuviera que vivir con un traje de buzo. Eso me llevó a pensar en una canción. Cuando la escribí me di cuenta de que era verdad que confluía con esto de las mareas y el desborde. Tal vez demasiado, incluso más de lo que me hubiera gustado. Creo que fue [Pablo] Echenique quien habló de los mecanismos de desborde en Podemos. Y me da algo de rabia, porque no quiero que se relacione en absoluto. Pero la idea de que al final haya un revulsivo en forma de marea que se lo lleva todo por delante hizo que se convirtiera en una de las más sociales del disco.

 

Incluso se repite la frase que ya aparecía en ‘Runrún’: “Nos quieren en soledad, nos tendrán en común”.
Es verdad. En la primera versión de la canción no se incluía esa frase, pero cuando la terminé me di cuenta de que había algo que la emparentaba con ‘Runrún’. Tomé la frase de un comunicado del Patio Maravillas. Hubo una redada en 2013 y detuvieron a algunas compañeras. Pasaron la noche en el calabozo y lanzaron un comunicado que terminaba con una frase parecida. Les pedí permiso para utilizarla en la canción y luego la usaron más colectivos para resumir una idea contra el individualismo. En 2014 tenía un sentido muy ilusionante, pero no sé si ahora lo sigue teniendo. Para mí sí, porque sigo creyendo en el activismo y en la política de calle. Cuando inserté la frase en ‘Desborde’ me di cuenta de que tenía sentido, pero tenía miedo de que este disco me saliera un poco cínico.

 

‘Crímenes cantados’ aborda la muerte de la migrante congoleña Samba Martine en el CIE de Aluche, en Madrid, el 19 de diciembre del 2015. También habla de Mohamed Bouderbala, el joven argelino que fue encontrado ahorcado en una celda de la cárcel de Archidona el 29 de diciembre de 2017. Este tema tiene una estructura narrativa que has ido utilizando en canciones como ‘El sacaúntos de Allariz’, ‘Baby Cat Face’, ‘La vida manca’ o ‘Ella me confundió con otra persona’, enlazando con ‘Bajo el puente de L’Ará’. ¿Estás de acuerdo?
Siempre fue algo que me sorprendió a mí mismo, sobre todo cuando hice “Actos inexplicables”, que es un disco muy intimista, casi confesional. Nunca me creí capaz de escribir una canción así. La primera un poco narrativa que hice fue ‘Por culpa de la humedad’, que está en “Cajas de música…”, aunque era una canción que iba a ir en “Actos inexplicables”. Hay un proceso de empatía cuando cuentas una historia, porque tienes que meterte en la piel de los personajes y mostrarte un poco compasivo con ellos. No quiero relatar las historias con la distancia fría de una crónica periodística, aunque a veces utilice el recurso formal, como en ‘Bajo el puente de L’Ara’, que está basada en una historia real. Alquilé con unos amigos una casa en Riosa, la zona donde sucede lo que cuenta la letra de ‘Bajo el puente de L’Ara’. Hubo un chico que murió en extrañas circunstancias y la canción está basada en él, aunque no se llamaba Olai, como en la canción, sino Óscar. Fue algo que me impactó mucho. Nadie en el pueblo quería hablar de ello. Con ‘Crímenes cantados’ pasa parecido. Tiene otro punto de vista, pero me fijé mucho en las crónicas periodísticas de las historias de Samba y Mohamed. Me acerqué a la canción con algo de dolor y se convirtió en una narración donde las terceras personas tenían algo de mí mismo. Cambia la voz, la perspectiva y la mirada. Sirve para verlo todo con una amplitud de miras mayor.

 

“Muere también la verdad si no podemos cantar que la historia de Samba es la de un asesinato” me parece una frase muy reveladora, igual que “la conciencia es para el perdedor”, de ‘Ideología’.
Son frases que resumen la tesis de esas dos canciones. En ‘Crímenes cantados’, cuando se trata de vidas humanas y de algo tan terrible como son los CIES, donde se vulneran los derechos humanos, hay un relato oficial que trata de normalizar aquello. Como si los internos fueran allí a jugar al baloncesto o de vacaciones, cuando no es verdad, porque están totalmente desatendidos. Estos dos casos son un ejemplo de muchos. Cuando se hace un relato oficial tan miserablemente mentiroso es cuando hay que reivindicar la verdad y el canto a la verdad. La de ‘Ideología’ es un poco más complicada. Es una frase que no sé cómo se la puede tomar mucha gente. Arantxa [Carcedo Saavedra], que pertenece al Coru Antifascista Al Altu La Lleva, me dijo que tenía dudas con esa canción. En principio eran diferentes los versos y lo cantaba de otra manera, pero venía a decir un poco lo mismo: la ideología es para los vencedores y la conciencia para el perdedor. Ella creía que eso era una renuncia a la ideología. En realidad, lo que quiero decir es que no es una renuncia, para mí la ideología es importante. Aunque hay una certeza: vamos perdiendo la batalla de las ideas y la ideología dominante o hegemónica es otra, no la nuestra o la que a mí me gustaría, que es la ideología que nace de la conciencia, algo que no nos van a poder quitar nunca.

 

“No soy terrorista, pero sé algo del terror”, dices en ‘Tengo algo que decirle’. Tampoco sé cómo se tomará la gente esta frase, sobre todo algún ministro del Interior. ¿Qué opinas?
(Risas) Ahora que están metiendo a músicos en la cárcel, no creo que pase desapercibido. Es cierto que hoy se apela al terrorismo para meter a gente en la cárcel y que la Audiencia Nacional, un tribunal de excepción que nunca debería haber existido, trata de disuadir a la gente de que cante determinadas cosas que cuestionan el sistema. Pero al final siempre se crea un efecto Streisand que consigue lo contrario. Es todo muy absurdo. Me hace gracia la manera en la que se utiliza la palabra “terrorismo”. Hay palabras-boomerang que utiliza todo el mundo, como “populismo”. En política, todos utilizan esa palabra para atacar al rival. Han vaciado el término y nadie habla del populismo de principios del siglo XX en Estados Unidos o de Ernesto Laclau, sino del populismo como si fuera algo malo. Con la palabra terrorismo pasa algo parecido. Solo se asocia a la imposición del terror por medio de la violencia, pero hay veces que el terrorismo está asociado a la lucha armada y a algunas luchas legítimas. Quienes pretenden hacer estas cosas de manera legítima nunca hablan de terrorismo, sino de lucha armada. Hay un terrorismo estructural que es el de todos los diputados del PP votando en bloque contra una ley hipotecaria, dejando a muchas familias en la calle y causando mucho sufrimiento. Para mí, eso es terrorismo (estructural). En ese sentido, los políticos del Gobierno son unos terroristas.

 

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“No se puede decir que (el indie) tenga ideólogos, pero sí un montón de hijos que están muy cómodos bajo el paraguas del indie”

 

“Ideología en Benicassim, Gandía, Barcelona y Benidorm. Ideología dentro del Mad Cool y en el Festival Aéreo de Gijón”, dices también en ‘Ideología’. ¿Siguen siendo los festivales un cortijo del indie?
Sí, pero no solo del indie. Los macroeventos son los grandes focos de la cultura hoy en día. Y son macroeventos despolitizados. En los festivales, salvo excepciones, no se habla de política. Hay mesas sobre el estado de la música, pero hay poco debate político. Sin embargo, son festivales que están cargados de ideología. Hace poco estuve en uno en el que ya te vendían coches. Era rarísimo. Hay una carga ideológica brutal en esos macroeventos que antes eran el cortijo del indie. Han pasado a ser un referente para la cultura hegemónica que hoy es, en apariencia, una cultura despolitizada. A la derecha siempre le ha interesado despolitizar cualquier gesto cultural. Pero no me refiero solo a las expresiones artísticas, sino también a la cultura en general. La Guerra Civil, como hecho histórico, es una parte importante de nuestra cultura y la derecha tiene el relato de que fue una lucha fratricida. Este tipo de relatos despolitizados pero cargados de ideología son los que le interesa al sistema. Muchos de los festivales que vimos nacer en el indie, como Benicassim (FIB) o el Primavera Sound, se han convertido en ferias de muestras gigantes que son más parecidas al Mobile World Congress que a sitios donde vas a escuchar música.

 

Te preguntas en ‘Ideología’ quién es el ideólogo de la marca Dios, ¿pero quién es ideólogo de la marca indie?
El indie es como el capitalismo; no hay ideólogos del capitalismo, sino que hay hijos del capitalismo. Todos los grandes banqueros, empresarios o inversores no son los que manejan el capitalismo, son un producto del sistema. Con el indie ha acabado pasando un poco lo mismo. Una escena que empezó en los ochenta -como algo que le plantaba cara al mainstream y a aquello en lo que había devenido la industria musical- acabó siendo fagocitada por el sistema y el mercado. No se puede decir que tenga ideólogos, pero sí un montón de hijos que están muy cómodos bajo el paraguas del indie.

 

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