Músicos y literatura: trovadores del siglo XXI

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David Trías: «En muchas canciones hay tan buena literatura como en los mejores poemas”

 

Muchos escritores de canciones de nuestra escena han dado el salto a las páginas de los libros. África Egido bucea entre los títulos firmados por The New Raemon, Andrés Suárez, Santi Balmes, Eric Jiménez, El Drogas o Kutxi Romero, entre otros.

 

Texto: ÁFRICA EGIDO.

 

Ha pasado un año desde que una emocionada Patti Smith «recogía» el premio Nobel de Literatura concedido a Bob Dylan. Desde entonces, la armoniosa unión entre música y literatura ha vuelto a la actualidad, aunque, en realidad, ambas artes siempre caminaron de la mano.

Hoy ilustres escritores comparten espacio en las librerías con músicos que tratan de mostrar que su pluma se desliza con la misma naturalidad por una canción que por las páginas de un libro. En plena campaña navideña, este mes sacan pecho las últimas publicaciones de Santi Balmes (Love of Lesbian), Eric Jiménez (Planetas), Zahara, Kutxi Romero (Marea), The New Raemon, Andrés Suárez, Dorian o José Luis Perales, entre un mar de propuestas de poesía, novela y cancioneros ilustrados.

Para Javier Ortega, director editorial de Lunwerg, «los músicos siempre escriben. Es una prolongación natural y, en muchos casos, un registro diferente que ayuda a comprender mejor su trabajo». Aunque hay artistas que aún no han dado el salto al universo editorial, Ortega cree que «es un momento en el que se dan las condiciones para que sea posible». Esas condiciones son una apuesta sin precedentes de las grandes editoriales por la literatura escrita por músicos.

 

Literatura de la canción

Si bien unos cuantos compositores llevan más de una década inmersos en el mundo literario, en los últimos meses abundan los debutantes. Es el caso de Ramón Rodríguez (The New Raemon), que ha lanzado «Quema la memoria» (Lunwerg, 2017), un elegante cancionero ilustrado por la artista Paula Bonet. El músico reconoce haber publicado «de forma casual», tras coincidir con Bonet, «una persona con un magnetismo y una forma de pensar muy inspiradora y necesaria». Juntos han creado un universo innovador, sugerente y delicado que logra dar una dimensión nueva a las canciones del barcelonés. Eso sí, no habrá continuidad, pues el «territorio» de Ramón, según él mismo aclara, son los tebeos: «He publicado dos, «Ausencias» (Astiberri, 2012) y «Alfa, Beta, Bronson» (La Cúpula, 2016). Espero escribir el tercero cuando termine la composición de mi nuevo disco».

 

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“Quema la memoria” es el cancionero de The New Raemon ilustrado por la artista Paula Bonet.

 

Él no es el único que ha volcado sus canciones en un libro ilustrado. También los barceloneses Dorian y el cantautor gallego Andrés Suárez han debutado con este formato, escoltando sus textos con relatos sobre la intrahistoria de las canciones. Mientras Dorian, en «Armas para volar» (Kitsune Books, 2017), reúnen a cuatro artistas plásticos, Suárez se ha embarcado en «Más allá de mis canciones» (Aguilar, 2017) de la mano de la artista Marta Bellvehí. Ese «más allá» al que alude el título ha sido, para el autor, toda una resurrección: «Si en las canciones perdono o revivo –confiesa–, en su intrahistoria renazco. Al fin puedo escribir las cartas que no me atreví a enviar».

El músico gallego se ha rodeado de quince ilustres compañeros que han dado su particular visión de las canciones, entre ellos, músicos como Víctor Manuel, Pancho Varona, Álvaro Urquijo o Rozalén, y periodistas como Carles Francino o Santiago Alcanda. «Resultó hermoso comprobar en ellos que la canción es de quien escucha, nunca de quien escribe», rememora el compositor.

 

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Andrés Suárez: “Al fin puedo escribir las cartas que no me atreví a enviar”

 

Pero, ¿puede haber literatura en una canción? David Trías, director literario de Plaza&Janés, Aguilar y Suma de Letras, considera que «en muchas canciones hay tan buena literatura como en los mejores poemas. En algunas letras de Leonard Cohen, que se han editado ahora en Lumen, por ejemplo, en muchas de Serrat, de Antonio Vega, de Enrique Urquijo, de Nacho Vegas, de Iván Ferreiro. Son expresiones artísticas distintas, pero con una intención literaria innegable». No en vano, Mónica Adán, editora de la colección Verso&Cuento de Aguilar, recuerda que literatura y música «vienen del mismo lugar»: «La literatura oral que juglares y trovadores acompañaban de música es, básicamente, lo que ha construido la literatura escrita y la música tal y como la conocemos hoy».

 

La sombra del marketing

La proliferación de cancioneros ilustrados ha provocado suspicacias que apuntan a una moda fruto de un simple ejercicio de marketing y oportunismo. ¿Estamos ante una tendencia pasajera exenta de calidad? Los editores son contundentes: «No cualquier músico puede escribir un libro», aclara Mónica Adán. «Nuestros libros –apunta Trías– tienen que contar una historia o tener una propuesta estética que vaya más lejos que un libreto de canciones ampliado». Calidades aparte, el contexto actual también ha favorecido el acercamiento de los músicos hacia el mercado editorial: «La crisis discográfica ha contribuido a potenciar también el valor del libro físico. Ya casi no se compran discos, pero los libros siguen manteniendo su papel (nunca mejor dicho)», añade el director editorial.

Este año, algunos compositores se han alejado de su discurso musical para acercarse a la narrativa. Es el caso de Jorge Ruiz (Maldita Nerea) y su relato psicológico «Bailarina» (Aguilar, 2017), Zahara, con su alabado debut «Trabajo, piso, pareja» (Aguilar, 2017), Mikel Izal en su colección de pequeñas historias «Los seres que me llenan» (Aguilar, 2017) o Santi Balmes, con la nueva edición de «La doble vida de las hadas» (Principal de los Libros, 2017), una fascinante recopilación de relatos.

El cantante de Love of Lesbian es uno de los veteranos. Desde su debut en 2011 con «Yo mataré monstruos por ti», ha publicado otros tres libros que transitan con comodidad por la poesía, la narrativa y la prosa poética: «Todos los libros son personales. En cualquiera de ellos veo a una de mis pulsiones representada. Nunca he creído en el concepto de ‘evolución’ como algo consciente. Quizás, si dentro de unos años miro atrás, me doy cuenta de que lo he hecho. Simplemente escucho mi instinto. Es el jefe, y un tipo bastante poco dialogante».

 

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Santi Balmes: «La música es una bala. La escritura es una Caja de Pandora».

 

De poetas y poesía

Cuenta Santi Balmes que, sin embargo, el género por excelencia es la poesía: «Es el hilo troncal de cualquier estilo. A partir de un poema puede surgir la letra de una canción, o a partir de dos versos, un relato». La poesía también ha sido el puerto en el que desembarcaron hace años cantautores como Marwan o Luis Ramiro –que acaba de publicar «Poemas para infancias mal curadas» (Aguilar, 2017)–, y más recientemente Xoel López («Bailarás cometas bajo el mar») y Nacho Vegas, («Reanudación de las hostilidades»), ambos de la mano de Espasa.

Durante las últimas décadas, la poesía se había convertido en el género menos popular, siempre lastrando el dudoso honor de congeniar con minorías. ¿Ha sido esta proliferación de músicos-poetas el impulso de su resurrección? Para los editores, su papel es incuestionable: «Los músicos están contribuyendo a acercar la poesía a sus seguidores. Esa poesía que hasta hace nada se hallaba tan enclaustrada. Son músicos con sensibilidad y gustos poéticos capaces de llegar a los jóvenes de manera directa. Tampoco es nada nuevo. Serrat y Loquillo lo hicieron hace años», recuerda Trías.

De la misma opinión son Jorge Jiménez y Bego Loza, fundadores de Desacorde Ediciones: «No hay que mesarse los cabellos porque el modo de llegar a Lorca, Cernuda, Alberti sea a través de cantautores cuya poesía no es la panacea, pero están haciendo una labor que ningún plan educativo ha logrado hasta la fecha: que el público general le pierda miedo a la poesía».

Entre esos músicos que han apostado por abrir la poesía, se encuentra Eduardo García Martín, «Luter»: «Un viejo profesor siempre me decía que un poeta es un hombre normal, que puede ser panadero, pescadero o electricista y que, en sus ratos libres, escribe versos para divertirse. Evidentemente, no todo el que escribe es poeta, pero hay que acercar la poesía al público», cuenta el compositor que prepara nuevo libro, tras sus poemarios «Alegría, raíz y viento» (Ediciones Quiméricas, 2008) y «Como si nunca existieran fronteras en los besos» (Desacorde Ediciones, 2012).

 

Rock and roll y poesía

Hace décadas que la escena roquera abraza con especial entusiasmo el género poético. Desde Kutxi Romero (Marea) a Evaristo Páramos (La Polla Récords, Gatillazo) pasando por Enrique Villareal «El Drogas» (Barricada, Txarrena) o el propio Luter, los roqueros han dejado una suculenta (y copiosa) obra poética. «El rock patrio -opinan en Desacorde Ediciones- tiene la suerte de contar con increíbles artistas que son ninguneados por los grandes medios. Una injusticia que la historia reparará y que nos anima a mantener nuestra línea editorial». Con esta premisa, la editorial ha encontrado en el rock su envite. Desde su nacimiento, hace apenas cinco años, han publicado casi una veintena de títulos escritos por músicos.

 

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Kutxi Romero: «El oficio de escritor es mucho más plácido que el de músico. Escribir sin celdas musicales le dota al pensamiento de una libertad de la que no goza ningún otro género».

 

Entre sus autores está Kutxi Romero. El cantante de Marea y autor de tres libros de poemas, publica este mes «Allanamientos. Prólogos, artículos y demás actos inútiles», una recopilación de textos publicados por el músico en los últimos años. El cantante de Berriozar, para quien la literatura es sinónimo de «estabilidad mental», cree que la labor de los músicos puede acercar la poesía, pero nunca alcanzará el lugar al que la han elevado los grandes del género: «A la poesía la hicieron inmortal unas personas que fallecieron hace décadas. Lo demás han sido intentos de engalanarla, todos fallidos: no se puede mejorar lo inmejorable», asegura.

 

Música vs literatura: libertad, juego y terapia

La libertad y el carácter lúdico y terapéutico de la escritura parecen ser los imanes que atraen a cada vez más músicos hacia el magma literario. «El oficio de escritor es mucho más plácido que el de músico –relata Kutxi Romero–. Escribir sin celdas musicales le dota al pensamiento de una libertad de la que no goza ningún otro género, siempre necesitado de lo tangible».

A esa misma libertad alude Mikel Izal cuando se refiere a su primer libro de relatos: «En prosa juego mucho más con la pura imaginación, me divierte rizar el rizo y que parezca que estoy loco, quizá lo esté (…) Es un lienzo en blanco para todo lo que se me ocurra y puedo contarlo de la forma que me dé la gana, sin limitación de métrica o rima». En ese lienzo en blanco, según Enrique Villarreal «El Drogas», se puede «aprender a definir la realidad, a inventar situaciones con colores, sabores y olores todavía por descubrir. Placer y necesidad a partes iguales», describe el autor de «Tres puntadas».

Aunque la música provoca para los compositores un inevitable diálogo interior, muchos de ellos reconocen hallar en la literatura un modo distinto de enfrentarse al ‘yo’: «La literatura me da la misma dosis de confort que de incomodidad mental –reflexiona Santi Balmes–. Es una conversación con uno mismo en la cual, de algún modo, intentas comprenderte, hasta que pereces en un mar de preguntas que hasta el momento de la escritura no se te habían planteado (…) La música es una bala. La escritura es una caja de Pandora».

 

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Eric Jiménez: «Mucha gente dice que después de leer el libro llega a tener un sentimiento como de quererme».

 

Con similar intensidad ha vivido Eric Jiménez la apertura de su particular caja de Pandora, «Cuatro millones de golpes» (Plaza&Janés, 2017), una emocionante y emocional autobiografía escrita junto a Holden Centeno. En casi trescientas páginas, el batería de Planetas y Lagartija Nick desmenuza su vida con la misma dureza que sensibilidad, convirtiendo esta tragicomedia en un relato tan ágil como reflexivo. «Ha habido mucho miedo a contar ciertas historias, pero creo que eran necesarias para que se entendiera parte de mi vida (…) Mucha gente dice que después de leer el libro llega a tener un sentimiento como de quererme», cuenta Jiménez. «Si antes estaba unido a mi público –añade– ahora mucho más».

Necesidad, placer, catarsis o libertad. Poco importa el motivo que impulse al músico hacia la literatura si el resultado –en el mejor de los casos– es que un lector viaje con un relato, conecte con el músico al que admira o desempolve el placer de la poesía. Decía Umberto Eco que el mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee. Tal vez sea el momento de leer algunos de ellos. Como asegura Trías, «en las grandes superficies ya casi no hay espacios para discos y dvds, pero todavía tienen librerías. Todavía».

 

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