Músicos en la sombra: Toni Brunet, más músico que guitarrista

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“Los instrumentistas piensan desde su instrumento, y desde ahí sale lo que están tocando. A mí me gustan los músicos, que piensan lo que está pasando en el contexto de la canción, y tocan su parte”

Estuvo de guitarrista en la última gira de Miguel Ríos, acompaña a Marlango y ahora también a Reyno (Nacho Campillo). También graba en solitario. Arancha Moreno nos presenta a este mallorquín residente en Madrid.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: EVA LOSADA.

 

Nació en Mallorca, pero en la última década es uno de los músicos habituales en la escena madrileña. Es fácil encontrarle en algún concierto, sobre el escenario o debajo de él. Le hemos visto en la gira de despedida de Miguel Ríos, y tocando en los últimos tiempos con Marlango. Ahora también se ha embarcado en Reyno, el nuevo proyecto de Nacho Campillo. Y entre unos y otros, saca tiempo para él mismo: está terminando de grabar su segundo disco en solitario. Reconoce que siempre alterna proyectos en los que cree con otros que le dan de comer, y prefiere hablar de los primeros, de los que le mueven por dentro. Nos encontramos una mañana en el Comercial, deteniendo el tiempo ante un café largo.

 

Me ha costado un poco convencerte para que aparezcas en esta sección, Toni.
Es que me siento raro hablando de esto, es un lugar donde no siento que estoy. Leo las entrevistas, veo quién aparece ahí y no considero que pueda formar parte de eso, pero muchos son amigos y ellos sí consideran que estoy ahí. Nadie está donde cree que está.. La última que leí fue la de Huma, pero nunca diría que es un guitarrista, es un músico. Hay que dejarle tocar lo que quiera, así será mucho mejor todo.

Háblanos un poco de tu historia, ¿desde cuándo tocas la guitarra?
Desde los trece años. Hay una discusión en casa: mi hermano dice que él me regaló la guitarra, y yo creo que me la regaló mi abuelo. Mi abuelo ya murió, así que voy a darle la razón a mi hermano. Mi madre cantaba de joven, y mi padre es un músico frustrado. Creo que tuve amigos que tocaban y quise aprender por tocar con ellos. Tocábamos punk y cantábamos en inglés.

Así que aprendiste por tu cuenta, tocando en casa…
Sí. Un amigo de mi padre tenía un libro de los Beatles, que pone los acordes encima de la letra, y yo copiaba las posturas. Me saltaba las que llevaban acordes con cejilla, no podía tocar ‘Yesterday’.

¿No pasaste por ningún conservatorio?
Yo odiaba la escuela, me hacía muy infeliz ir al colegio. No me costó mucho convencer a mis padres para estudiar música después de terminar la secundaria. Entonces yo ya tocaba por las noches en hoteles, terrazas… Supongo que mi padre confío en mí, y pensó que lo peor que me podía pasar era acabar de camarero, que tampoco es ningún drama. Así que en vez de hacer bachillerato empecé a tocar por las mañanas, con profesores particulares. Me lo tomaba más en serio que ahora, tocaba un montón de horas al día. Estudiaba armonía, aprendí a tocar jazz… Creo que tocaba bastante mejor que ahora, la verdad.

¿Empezaste por el pop y el jazz?
Creo que tuve una involución, cuando empecé solo me interesaba el jazz. Pero por las noches no tocaba jazz, lo mezclaba con el pop, y tocaba las canciones mal, así que me olvidé del jazz y empecé de cero. Ahora creo que no toco ninguna de las dos cosas bien.

¿Te interesan muchos estilos?
Muchos, creo que esa es mi única gran virtud. Me paso todos los días escuchando música, acabo escuchando muchas cosas y me pongo en muchos lugares como músico. No me cuesta mucho ir de un lado a otro. Soy una suma de influencias, algunas muy dispares. Creo que tiene sentido, me gusta haber acabado así.

¿Tienes buen oído?
Sí… Bueno, no tiene tanto que ver tener buen oído musical con escuchar música. Tengo sentido común musical, algo así.

Eres de Mallorca, ¿cómo estabas las cosas cuando empezaste a despegar?
Estaba tocando mucho, allí tenía un grupo y tocábamos versiones para los guiris. Eso te curte en algunas cosas, porque estaba intentando entretener a gente que estaba de vacaciones. Afrontábamos todas las noches un repertorio muy parecido, y tocaba mucho, durante ocho meses tocaba casi todas las noches. Pero en eso no tenía tanta responsabilidad como en un concierto. Allí estaba aburrido. Si considero que hay relativos pocos músicos profesionales en España, en Mallorca hay menos. Ya conocía a todo el mundo, veía lo que había y pensaba que no había mucho más. Vine a Madrid para conocer gente nueva y para ponerme las pilas.

¿Qué pasó al llegar a Madrid?
Me pasé un año sin tocar, bastante duro, no conocía a nadie. Hasta que empecé a hacer amigos, y tuve la sensación de que dependió de eso. Si tengo que montar una banda, voy a llamar primero a mis amigos que tocan muy bien, no voy a llamar a un tipo que no conozco de nada. Fue un poco frustrante, iba a jam sessions, pero tampoco era mucho mi rollo. Después empecé a conocer gente, cada vez he conocido a gente más interesante, que me ha aportado más, y ahora creo que mis mejores amigos son los mejores músicos que conozco.

¿Con quién empezaste a tocar entonces?
Las primeras cosas que hice fueron unas sustituciones con Marta Sánchez, que me pasó un buen amigo, Jorge D’Amico. Él también tocó en Mallorca muchos años, como yo. Jorge estaba tocando también con Antonio Vega, estaba haciendo las dos giras a la vez. Normalmente tiene mucho peso en los coros, porque canta muy bien. Le coincidieron cosas con Antonio, evidentemente prefería irse con él, y me envío con Marta, porque yo también podía hacer su parte de corista. Él cantaba dos canciones en el show de Marta, porque ella se tenía que cambiar de ropa. De repente me vi cantando dos canciones en un concierto de Marta Sánchez. Me venía enorme, pero me lo preparé superbien. Ahí coincidí con Bob Sands, y con Juanjo Ramos, Basilio Martí… ¡Era un bandón! Mi primer bolo era con superhéroes, tengo muy buen recuerdo de ellos, independientemente de la música.

Ahí aprendiste mucho del rodaje…
Bueno, como yo no pude hacer los ensayos de la gira, era más presión. Tenía que preparármelo en casa, subir y tocar. Me lo aprendí muy bien, pero recuerdo que la prueba de sonido fue un desastre, y luego el bolo fue perfecto, creo que es de los mejores bolos que he hecho en mi vida. Ahí lo mejor que puedes hacer es tocar sin equivocarte, no hay que poner mucho más. Recuerdo que Bob me dijo: “Tío, ¡te lo has aprendido todo de memoria!”, y yo le contesté “Sí, Jorge me dijo que no podía llevar papeles”. ¡Pero él llevaba papeles! Fue brutal, para mí fue una experiencia increíble.

¿Qué pasó después de esos bolos con Marta Sánchez?
Iba haciendo otras cosas y las combinaba con proyectos más pequeños, que empezaban desde cero, como Gastelo. Yo siempre digo que me meto en dos tipos de proyectos: los que me dan de comer y los que me apasionan. Gastelo era de los que me apasionaban. Cuando la conocí quise empujar eso, tenía que salir. Había otras cosas: toqué con Merche Corisco, que me parecía la hostia… Cosas muy interesantes, y otras más importantes a nivel de trabajo, no tan interesantes pero que me pagaban el alquiler. Iba combinando, y sigo haciéndolo.

«Nunca había oído tantas cosas interesantes en España, creo que hay un montón de gente haciendo buenas canciones. A lo mejor para escucharlas tienes que oírlas en Bandcamp, pero da igual, lo importante son las canciones»

 

¿Cuándo empezaste a trabajar con Gastelo?
Gastelo me llamó por medio de un bajista que tocaba con ella y que había tocado conmigo una vez en la vida. Ella me llamó. Pensé “No sé por qué me llama esta chica, que no sabe quién soy, no sé quien es ella y ni siquiera sé quién es el intermediario”. Pero me dijo que escuchara unas canciones, y me gustaron. Y conectamos bien.

¿Las maquetas de su disco «Ahórrate las flores»?
Lo que yo escuché ya era parte del disco, pero no lo había sacado todavía. Me gustó, pero pensé que ella era mejor que ese disco. Los discos son injustos, son una suma de circunstancias, y a veces el artista es mejor de lo que está sonando ahí, eso me pasa a menudo. Pensé en el próximo disco, quería que llegásemos a un lugar común, que fuera más ella. Hicimos un montón de conciertos. Luego las cosas se separaron, pero yo tenía ganas de hacer un disco que le hicieran justicia, me parecía muy buena.

Después seguiste tocando con mucha gente.
Sí, pero como titular, no he trabajado con tanta gente. Tengo muy mala memoria cronológica, se me mezcla todo mucho. Hace como tres años que empecé a tocar con Miguel Ríos. Me llamó José Nortes, también fue curioso porque nunca habíamos tocado juntos, pero teníamos amigos en común, y se fió de su opinión. A José le hacía falta un tipo que tocase algo de teclados, guitarra acústica y eléctrica, y mandolina. Jorge García, un gran amigo mío, le dijo: “Conozco al tipo perfecto: Toni Brunet”. ¡Y era mentira! Me había comprado la mandolina hacía una semana, y no podía tocar cosas de teclados. Puedo tocar, pero no en una gira de Miguel Ríos. Pero me llamó y le dije que sí. Mentí, pensé que ya vería lo que hacía luego. Estuve en esa gira de despedida, la recordaré toda la vida. Me parece una de las mejores bandas en las que he tocado. Conceptualmente, José se lo quiso llevar al rock and roll y me enseñó muchísimas cosas. Creo que es el único tipo de este país que toca un riff de Keith Richards y suena como Keith Richards. No sé cómo lo consigue, pero tiene un lenguaje brutal. Ahí conocí a Luis Prado. Cuando voy a verle con Señor Mostaza pienso: “Un día le diré a mi hijo que una vez toqué con Luis Prado”. Para mí tocar con ellos era tan importante como tocar con Miguel Ríos.

Es curioso, porque la banda no era la que acompañaba a Miguel Ríos antes, se organizó para esa gira de despedida.
La montó José, quería una banda de músicos que no hicieran giras, hizo un collage de gente como yo, que tocan la guitarra pero no se sienten guitarristas, no quería vicios de gente que hace muchas giras. Tenía una idea mucho más arriesgada para Miguel, que había tocado con muchos músicos en grandes giras durante muchos años. Le montó una banda de músicos y Miguel no conocía a nadie, pero al final le gustó.

Aquello coincidió con la salida de tu primer disco, «En un día como hoy».
Sí. El disco fue raro, lo hice pero no me di ni bola. Recuerdo que tardé mucho en grabar las voces, que es algo que nunca me deja contento. Luego tardé en mezclarlo también. Cuando lo acabé ya no tenía ganas de escucharlo. Toqué poco, hice una presentación en la sala El Sol, en Fnac… Pero no encontraba lugares para tocar en Madrid, tenía que meterme en un circuito de cantautores y yo era nuevo. Hay gente que toca durante años en Búho Real, Libertad 8, y tienen un público que le sigue. Pero yo no vengo de ahí, vengo de tocar en giras, y tenía que competir con unos tipos que eran mucho mejores que yo, porque tenían un mercado, y yo llegaba de nuevas. Me encantaba meterme en el rollo de los cantautores, pero no conseguí hacerlo. Estaba en la casilla de salida, y eso me encantaba.

Me contabas al principio que para ti es diferente un guitarrista de un músico, ¿qué les distingue?
Los músicos piensan desde fuera y lo traspasan a su instrumento, y los instrumentistas piensan desde su instrumento, y desde ahí sale lo que están tocando. A mí me gustan los músicos, que piensan lo que está pasando en el contexto de la canción, y tocan su parte. Normalmente tocan varios instrumentos. Yo toco el pedal steel, nunca lo tocaré muy bien, pero pensando en la canción puedo tocar cosas que van a funcionar, aunque sepa tocar tres acordes. Hago un poco eso con la guitarra. No toco tan bien, pero intento tocar lo que pienso que haría falta, y la virtud que tengo es que a veces coincide con lo que quiere el compositor.

Y a ti también te gusta componer.
En casa compongo y toco canciones, y me gusta mucho cantar. Empecé a componer mucho antes de planteármelo en serio, lo hacía pero no le daba importancia. Cuando llegué a Madrid quería tocar en giras, y después volví al camino anterior, a querer tocar canciones. Aunque veces me lo paso bien tocando con artistas. Hay gente con la que me sentiría más satisfecho tocando que haciendo mis propias canciones.

También tocas con Marlango.
Sí, llevo un par de años con ellos. Acaban de hacer un disco en castellano, tiene buena pinta. Tenemos muy buena relación, me lo paso muy bien tocando con ellos. Entré después del «Life in the treehouse».

Ahora estás trabajando en tu segundo disco, ¿por dónde vas?
Estoy acabando de grabarlo, queda mezclarlo y luego ver qué hago con él. No tengo ninguna idea. Cuando voy a entrar a grabar, pienso con quién quiero grabarlo. No sé ver más allá.

¿Muchos cambios respecto al anterior?
En todos los conceptos hay un paso enorme. Sé más cosas, aprendí algunas astucias más. Creo que las canciones están más claras, y el concepto. He sabido producirlo mejor y está más cerca de lo que a mí me gusta. Me siento con ganas de que la gente lo oiga.

¿Fechas?
No creo en plazos, ni en presentaciones. Estamos en un momento de liberarnos de esos clichés. Hay gente que sabe manejarse en las redes sociales, yo no sé, tengo que plantearme contratar a alguien porque sé que no voy a llegar hasta ahí. Pero bueno, me parece muy buen momento para la música. Nunca había oído tantas cosas interesantes en España, creo que hay un montón de gente haciendo buenas canciones. A lo mejor para escucharlas tienes que oírlas en Bandcamp, pero da igual, lo importante son las canciones, no es el formato ni cómo te llega. Este crack me encanta, equipara todo mucho. Hay gente que no tenía posibilidad de enseñar nada, y ahora puede enseñar cosas, y yo estoy encantado porque puedo oírlas. Soy mejor público que músico.

¿Próximos proyectos?
Terminar mi disco, hacer la gira con Marlango… Estoy tocando también con el proyecto nuevo de Nacho Campillo, Reyno, me parece genial lo que está haciendo. Y tiene valor, se ha desvinculado de todo: nadie sabe quién es Reyno, casi no tocamos ninguna canción de Tam Tam Go en directo… Está haciendo una cosa superorgánica. Esos son los proyectos que quiero empujar.

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