“En este país se ha hablado mal de los mercenarios, pero yo me quiero hacer una camiseta en la que ponga ‘mercenario’, porque es lo que soy. Te entregas en todo lo que haces, porque si no no estarías aquí, pero o te haces tu banda, o tocas con gente. Mercenario a mucha honra”
Paco Bastante es un nombre clásico de las cuatro cuerdas en nuestro país. Tras formar parte de Ciudad Jardín, ha tocado con casi todo el mundo: de Joaquín Sabina a Juan Perro, pasando por Bustamante. También ha compuesto para Quique González. Arancha Moreno lo entrevista.
Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: MANU RIVERA.
Son las ocho de la tarde. Estamos en la cafetería de una cadena estadounidense, con hilo musical de los años 50. Es el marco elegido (al azar) para conocer más de cerca la trayectoria de Paco Bastante. Bajista de Joaquín Sabina, de Juan Perro, de Miguel Ríos y de Estopa –entre otros– y coautor de canciones con Pancho Varona, y de la música de ‘La ciudad del viento’, de Quique González. Siempre trabajando, y defendiendo el concepto de mercenario a mucha honra: así se presenta Paco Bastante.
¿De dónde nace tu afición por la música?
Empieza con la música que escuchaba en casa. Mi padre ponía a Rafael Farina, pasodobles, La Banda del Empastre, villancicos flamencos… A mí me atraía mucho lo que pasaba por debajo de la melodía musical. En aquel momento no sabía que me iba a dedicar a tocar el bajo.
¿Cuándo cogiste por primera vez el bajo?
Quería comprarme un bajo cuando estaba en el instituto, oía a Deep Purple, Thin Lizzy, Led Zeppelin… Un compañero del instituto San Isidro, Luismi Baladrón [también bajista en la actualidad] tenía una banda, y empecé a ir a verles a los locales. Él me enseñaba las canciones que sacaba, y yo tenía claro que quería un bajo. Como era un poco caro, mis padres me compraron una guitarra española, pero Luismi tenía dos bajos y me dejó uno para empezar.
Así que fuiste autodidacta.
Sí, aprendí sacando temas, sobre el terreno. Creo que es la mejor manera de aprender. Quise entrar en el Conservatorio pero me quedé sin plaza. Me trajeron libros de Estados Unidos, uno de James Jamerson, el bajista de la Motown… Y ahí empecé a estudiar también un poco más.
¿Recuerdas tu primer bolo?
Recuerdo que tocamos en los Salesianos de Atocha, con dos amigos del barrio. También dimos uno en San Mateo 6, con una banda que se llamaba Doris Day. Luego estuve en los locales de General Perón, donde ensayaban Tino Casal, Los Secretos… Me llamaron para ensayar con Ciudad Jardín, un grupo muy respetado por el gremio. Cada vez que tocábamos en Madrid, estaba todo el mundo, el grupo tenía muy buenas críticas, sonaba muy bien, era un rollo muy original. Estuve con ellos cuatro años, hasta que en el 92, el batería Óscar Quesada, me preguntó si quería ir a tocar con Joaquín Sabina. Le contesté: “¿Me lo preguntas en serio?”.
Y empiezas a girar con Joaquín Sabina…
Sí, en la gira de “Física y química”. Habían hecho el disco, y Pancho [Varona] me contó que Joaquín estaba pensando en retirarse, estaba medio depre, pero unos conciertos en Argentina le devolvieron el ánimo. Empezamos a ensayar en los locales de La Nave.
Al incorporarte a la banda, ¿te sabías el repertorio?
No, no me lo sabía, no era la música que yo escuchara. En aquella época seguía con mis grupazos de los 70. Luego he aprendido a quererlo, Joaquín es un pedazo de autor.
Sabina siempre ha mantenido una banda bastante fija, ¿cómo te adaptaste?
Me adapté muy bien. Estuve tres días pensando que me estaban haciendo una prueba. Al tercer día, les pregunté cuándo se acababa la prueba, y Pancho y Antonio me dijeron: “¿Qué prueba? Ya estás dentro”. Con el tiempo, Joaquín me confesó que alucinaron cuando Óscar me propuso, porque era un tío que nunca hablaba, era muy tímido.
Antes los castings se estilaban más en vuestro sector…
La verdad es que no he tenido que hacerlos, e ido hilando trabajos, les he ido engañando muy bien [risas].
¿Crees que esas giras fueron tu mayor escuela?
Creo que la escuela heavy fue Ciudad Joaquín, fue donde me decían que había que hacer base, groove… Nos tirábamos cinco horas ensayando. Fue la primera gran lección que me dieron: saber estar en mi sitio. Hay que saber hasta dónde llega el rango de cada uno, y para que eso ruede no te puedes salir, tienes que estar en conjunción.
Así que tú también prefieres la base al virtuosismo.
Por supuesto. Ahora tenemos un proyecto con Pablo Padilla, el guitarrista de David Bustamante, que ha hecho un disco con sus temas favoritos, y hay cosas complicadas, pero realmente yo me dedico a esto para hacer base. Hay que hacer el cemento para que el resto de los ladrillos se unan. Para mí, somos el pegamento, el tapajuntas.
Algo que a veces desconoce el público, esa labor fundamental de “tapajuntas”.
Sí, aunque los que nos dedicamos a esto no estamos aquí para marcar paquete. La gente va conociendo poco a poco más el bajo, pero el gran público conoce más a los bajistas solistas. Se podría hacer una franja sociológica de los bajistas, es importante el concepto de trabajar para la canción. Con una buena canción hay que hacer pocas cosas.
Con Pancho Varona has firmado varias músicas: ‘Ahora qué’, ‘Luna de plata’…
Sí, yo compongo gracias a Pancho, fue el primero que se fijó en mí en ese sentido. Yo tenía riffs hechos, tenía metida “grasa” en la grabadora, y cuando empecé a trabajar con ellos escuchó algo que había hecho, le gustó y empezamos a hacer cosas juntos. Hicimos ‘Todo a la mitad’ con un riff que tenía hecho, y una letra que tenía él. También tenemos una que se llama ‘Pájaros en la cabeza’, que nos hizo la letra Joaquín, pero está flotando, no está en ningún disco.
¿Y eso?
No sé. Joaquín nos preguntó de qué queríamos que hablase, y antes de contestarle dijo: “Ah, vale, de nada, ¿no? ”. Hizo una letra muy estética, de versos sueltos, la hizo en una noche, en un hotel en Almería, por lo menos ahí la empezó. Nos fuimos a grabarla tan contentos, pero no la cogió nadie, creo que la canción no está terminada, pero ahí está. Pancho y yo tenemos bocetos sin terminar, hubo una época en la que nos juntábamos más, tirábamos mogollón de cosas, habría que oírlas.
“Santiago Auserón tiene una pedrada de artista metódico que está muy bien, hay un punto de seriedad en todo que mucha más gente debería tener. A veces se pasa, pero es un tío que sabe lo que quiere en el momento, aunque quizá mañana no lo quiera”.
Una de las músicas más bonitas que has hecho es la de ‘La ciudad del viento’, de Quique González.
Muchas gracias. Es la canción de la que más orgulloso estoy. La letra es tan bonita… A cualquiera que le hubieran dado una letra así hubiera hecho una canción preciosa. ¿Quieres que te cuente la historia de ‘La ciudad del viento’?
¡Claro!
Yo estaba de gira con Juan Perro. Me llamó Quique, que estaba en Mallorca, y se presentó. Me dijo que le gustaba mucho lo que hacía y que le gustaría que hiciese un tema para su disco, que ya estaba casi terminado, y que le gustaría quedar conmigo y con Pancho. Yo le dije que iba a ser muy difícil que los tres nos coordinásemos, y al final me dijo que le guardaba dos letras a Pancho y dos a mí. Fue a verme a un concierto de Juan Perro, y me llevó ‘Salitre 48’ y ‘La ciudad del viento’. Me las dio después del bolo, en el camerino, las leí y le dije que me gustaban mucho las dos, pero que me diese ‘La ciudad del viento’, que iba a intentar algo. A los diez o doce días la maqueté, le llamé, vino a casa a escucharla y le encantó, me dio una brazo, lo vi muy emocionado. Quique es uno de los grandes, un artista necesario.
Hablabas de Juan Perro, ¿fue tu siguiente proyecto, después de Sabina?
Sí, hicimos la última gira sonera, de aires cubanos, y luego hice el disco “Mister Hambre” y la gira. Fue muy divertido. Santiago tiene una pedrada de artista metódico que está muy bien, hay un punto de seriedad en todo que mucha más gente debería tener. A veces se pasa, pero es un tío que sabe lo que quiere en el momento, aunque quizá mañana no lo quiera. Un día te está explicando lo que quiere hacer, y luego de repente hace un disco de jazz, te garantizo que esa no era la idea del disco que quería hacer, pero es parte de su hiperactividad. Es el artista con el que mejor me lo he pasado como bajista, es muy divertido y los temas son muy buenos, es un pedazo de compositor y cuida mucho a la gente de gira. Cuida tanto los detalles que te hace sentir un gran profesional.
También giraste con Estopa
Yo había grabado discos de Estopa, pero cuando me llamaron para la gira yo estaba con Juan Perro, así que les mandé a Luismi [Baladrón], ¡y al final ese año curró más que yo! [Risas]. Pero me alegro mucho por él. Cuando terminé con Juan Perro, me guardaron el sitio y me llamaron, estuve con ellos tres años de gira. Estuve con Estopa en la gira “Destrangis”.
Estopa fue un fenómeno masivo casi desde el principio. Debió ser un cambio grande, de intensidad de trabajo, ¿no?
Sí, Estopa tuvieron un éxito rotundo, descomunal. Depende de lo que quieras decir con intensidad. Estopa es un grupo de fervor, arrastran más masa, pero los conciertos de Juan Perro eran una pasada en el escenario, la poca o mucha gente que había gozaba mucho. Pero son públicos distintos. En aquella época todos queríamos tocar con Juan Perro, me gustaba desde Radio Futura, los temas estaban muy bien, era una banda de cuatro, muy crudos. Después de una época de programaciones y bandas con metales, dos percusionistas y bailarines, aparecía una banda de cuatro tíos nada más. Por tocar en bandas así es por lo que empecé.
¿Y de ahí pasaste a Pasión Vega?
Sí, estaba tocando con Anye, el batería de Estopa, y me lo propuso. Yo había grabado los discos de Pasión Vega, y con ella estuve cuatro o cinco años. Entre medias hice un par de giras con Miguel Ríos. Bueno, con Miguel estuve en la gira de los hologramas, la de las estrellas del rock latino, y la de “60mp3”.
Sí, otro veterano del rock en tu nómina: Miguel Ríos.
Miguel se cuida mucho, el tío, hace gimnasia antes y después de salir, hace bien. Con él muy bien, en aquella época el director musical era John Parsons, un guitarrista del copón y un tío muy majo. Mis giras con él fueron intercaladas. Hay artistas que tienen ese peligro, y luego se mosquean contigo. La exclusividad tiene un precio, yo toco el bajo, no vivo de Sabina, ni de Juan Perro, ni de Miguel Ríos, vivo de todos y de nadie en concreto.
Tu trabajo es tocar.
Somos «freelance». En este país se ha hablado mal de los mercenarios, pero yo me quiero hacer una camiseta en la que ponga «mercenario», porque es lo que soy. Soy del Atleti, pero no me creo los colores de nadie. Te entregas en todo lo que haces, porque si no no estarías aquí, pero esto va así: o te haces tu banda, o tocas con gente. Mercenario a mucha honra. ¿Las de las compañías no son mercenarios? Todos lo somos, pero no lo soy cuando compongo.
¿Qué le pides a un proyecto, para decir que sí?
Nunca he pedido nada, me ha llamado gente que me ha molado y he podido vivir de esto muy dignamente, no me puedo quejar. Pero ahora me pesa mucho quién está en la banda, porque al final es la gente con la que convives. Pido que el batería sea bueno, que es lo que más me importa a nivel técnico. Y que haya buen rollo.
Lo olvidaba: fuiste coproductor del primer disco de Amaral.
Sí, se lo propusieron a Pancho [Varona] y él me llamó. Fuimos a verles a un showcase que hicieron en Hard Rock y flipamos, las canciones estaban muy bien y Eva tiene una gran voz. Fue el primer disco de Amaral. Creo que pagamos en ese disco la falta de maduración, hay temas muy dispersos, no tiene la homogeneidad que tienen otros discos. Le echamos mucho cariño, pero hubo algunos problemillas. Ahora sí veo cosas que hubiera hecho de otra manera, pero cuando compartes una producción hay que estar de acuerdo.
¿Volviste a producir?
He hecho alguna cosita, no debo ser muy bueno porque no me llaman mucho. Produje a Alejandro Martínez, el primero que hizo, y también hice una cosa para una cantante alemana. Producir es un quebradero de cabeza tremendo. Tengo estudio casero, puedo hacer cosas.
Vamos terminando: trabajaste con Jorge Drexler.
Sí, me llamaron porque trabajaba con Marcelo Fuentes, gran bajista y gran tipo. Él no podía hacer seis fechas y las hice yo. Fue “Eco”. Coincidimos entonces con David Broza, que vino a España, y en un bolo él quiso venir a vernos. Terminamos el bolo de Drexler y nos metieron en una sala y estaban celebrando la pascua judía, y cenamos con ellos.
¿Nos dejamos a alguien?
Hice algunas cosas con Chavela Vargas, una gira con Sabina y Chavela, y a raíz de eso un “Séptimo de caballería” [programa de TVE] con ella, fue tremendo aquel programa. Es una pena, en aquella época podías ver muchas cosas en ese programa, y ver cómo sonaba la gente. Con Chavela fue la leche: eran canciones desgarradas de José Alfredo Jiménez, la mujer lo tiraba todo por la ventana, fue una experiencia estar y tocar con ella. Con Olga Román también estoy trabajando, y llevo tres años con Bustamante.
¿Con quién te gustaría trabajar próximamente?
Me apetece trabajar en mi proyecto, cuando tenga tiempo. Y contestando a tu pregunta, me gustaría volver a trabajar con Quique, hacer algo juntos.
¿Darle una “hermana” a ‘La ciudad del viento’?
¡Estaría bien!