«En mis primeros conciertos acompañando pensaban que el violín iba a ser lento y un tostón, y no, puedes tocar rock con el violín también»
Sin buscarlo, Marino Saiz ha acabado siendo el violinista de los cantautores que se mueven por Madrid: Andrés Lewin, Luis Ramiro, Marwan, Conchita, Tontxu, Alejandro Martínez o Fran Fernández han contado con sus servicios en disco o en directo. En paralelo, mueve un proyecto solista. Nos lo presenta Arancha Moreno.
Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: RODRIGO ALONSO.
Casi sin darse cuenta, Marino Saiz se ha convertido en el violinista fetiche de la canción de autor. Lo que empezó como un reto le ha llevado de boca en boca, hasta convertirse en habitual de Luis Ramiro, Tontxu, Diego Ojeda o Marwan. Llegó a los escenarios para acompañar canciones que, muchas veces, carecían de violín original. Ahora, pasa del escenario al estudio, y cada vez graba más violines para cantautores. Su último paso es lanzarse a la aventura como solista: además de acompañar, Marino tiene sus propias canciones y un mundo propio que ofrecer en directo. Le entrevistamos días antes de enfrentarse a su concierto más importante como solista, el próximo 11 de enero en Madrid. Acude con su inseparable boina, una mirada franca y un guión sin terminar.
Empieza desmintiéndome la biografía que he leído por ahí, esa en la que dices que has nacido en China, y que querías ser pastor y payaso.
[Risas] Hice una página web, pero no pensando en que iban a visitarla, y hay gente que se lo ha creído. Soy de Madrid, y lo de ser pastor y payaso, no va desencaminado. No reúno ovejas, pero gente sí, y soy un poco showman en los conciertos.
¿Y eso?
Lo he descubierto en los conciertos que he dado solo. Cuando acompaño a cantautores estoy totalmente condicionado a lo que ellos hacen. No sabía cómo iba a reaccionar yo mismo llevando un concierto, pero me sorprendí, y sorprendí a la gente.
¿Por qué cogiste el violín con siete años?
Comencé porque mi abuelo era violinista, y mi hermana era pianista, aunque ella lo dejó. Tenía inquietudes y elegí el violín. El aprendizaje al principio es bastante duro, difícil, pero fui constante, y seguí gracias a mi familia. Luego descubrí que se me daba bien y que tenía facilidad. Acabé la carrera, que son 16 años, hice el elemental, el grado medio, el superior… Y al acabar tuve la dicotomía de ver qué hacer: coger una beca, estar en orquestas o hacerme profesor. Y elegí ser maestro de primaria.
También tocas el piano.
Sí, en los conservatorios hay un instrumento optativo, y yo elegí el piano y estudié dos años. Tengo uno en casa y lo toco de forma autodidacta. Me considero músico antes que violinista, aunque con el violín es como mejor me expreso, como mejor transmito. A la gente le llega mucho y me ha dado la oportunidad de poder expresarme.
¿Por qué siente que expresas bien con el violín?
En las escuelas te enseñan a ser muy técnico, a aprender a que suene bien. Siempre he considerado que tengo bastante mundo interior, y veo el violín como una prolongación de mi cuerpo. Yo me muevo mucho y el violín me da mucha libertad para moverme. En las escuelas no te puedes salir de las partituras, y anhelaba poder improvisar, hacer mis cosas. Al meterme en el mundo de los cantautores, me dieron la oportunidad de poder hacer mis arreglos, acompañarles como yo quería, porque confiaban en mí, y descubrí que transmito mucho con el violín. Cuando tocaba el violín, era para emocionarme yo, pero cuando ves el «feedback» y la gente dice lo que le has hecho sentir, te planteas que estás moviendo cosas.
¿Cuál fue la primera vez que te estrenaste en un escenario?
No recuerdo el año, fue con un cantautor, Andrés Lewin. Yo estaba de profesor, con mi vida tranquila, y él escribió a sus fans diciendo que necesitaba un violinista. Una amiga mía, asidua a conciertos de cantautor, me animó. Fui a hacer la prueba y le gusté. Ese concierto fue de los momentos más bonitos de mi vida. Me sentí muy bien, con una sensación de libertad y con música de calidad. Dejé las orquestas, dejé el mundo más clásico y me trasladé a la música de autor.
¿Y cómo has llevado ese cambio?
Ha sido muy sencillo, siempre me consideré un poco oveja negra en las escuelas más estrictas, me salía del canon establecido, porque quería improvisar y hacer las cosas a mi manera. Cuando empecé a acompañar a cantautores me di cuenta de que mi forma de tocar el violín era perfectamente válida y no tenía que ajustarme a una técnica concreta.
Y el mundo de la canción de autor te atrapó, hasta circular de boca en boca.
Sí. Empecé con Andrés Lewin, luego me conoció Luis Ramiro, toqué con él y me conoció Marwan, Conchita, Tontxu, Alejandro Martínez, Fran Fernández…
“No hay muchos violinistas en la música de autor, creo que es porque cuesta mucho encontrar a músicos que no se ciñan a una partitura, que quieran aportar algo, que improvisen, se amolden, sepan tocar en un conjunto…”
Te has abierto un camino sin querer.
Sin buscarlo, siempre lo he dejado claro, no he llamado a cantautores para tocar con ellos. No hay muchos violinistas en la música de autor, creo que es porque cuesta mucho encontrar a músicos que no se ciñan a una partitura, que quieran aportar algo, que improvisen, se amolden, sepan tocar en un conjunto… Los instrumentistas son muy protagonistas y muchas veces tienen la sensación de querer estar en primer plano. En este tipo de música tienes que saber subordinarte, amoldarte.
Así que reúnes características más habituales entre solistas y bandas que entre las formaciones de clásica.
En el mundo clásico tienes una partitura, unas normas, unos llevan la voz cantante y el resto se subordinan. Creo que en el clásico hay un fallo: no se enseña a improvisar, no se le da importancia a crear, por eso a veces es tan difícil encontrar a alguien.
Dejar la partitura y aventurarse a ver qué sale, ¿da miedo?
A mí no me da miedo. Sí que hay ensayos donde fijas dónde puedes entrar o salir, pero con el violín tengo mucha confianza. Si notas que confían en ti y tú confías en lo que haces no hay problema. Cuando les vas conociendo, sabes a dónde van a ir mientras cantan, y te unes a ellos.
¿Eres habitual de algunos de ellos?
Sí, con algunos ha sido puntual, pero hay otros con los que toco de forma continúa: Andrés Lewin, Luis Ramiro, Marwan, Diego Ojeda, Tontxu, Fran Fernández, Patricio…
Y en canciones en las que no estaba pensado el violín, que no es tan habitual en los discos.
Sí, total. A partir de conocerles, he empezado a grabar violín en los discos que han ido haciendo: Marwan, Tontxu, Patricio, Fran Fernández, Diego Ojeda, Alejandro Martínez… Ya conocen lo que hago y me he incorporado un poco. En el nuevo disco que ha grabado en directo Andrés Suárez también me he encargado de hacer los arreglos de cuerda.
Estás siendo embajador del instrumento en la canción de autor, porque si no encontraran a alguien con tu perfil, a lo mejor no contarían con el instrumento en sus canciones.
Aparte de tocar en directo y grabar en el disco, también me encargo de hacer arreglos para cuarteto, trío: viola, chello, trombón, lo que sea. Ya empieza a ser algo con más peso, me da más seguridad, por eso me planteé hacer algo con mis canciones.
Porque tú también compones desde hace tiempo.
Sí, hacía mis canciones, aunque ahora lo hago más en serio: tengo muchas herramientas, he aprendido muchísimo. Cada uno de esos cantautores es un mundo, y yo no tengo nada que ver con ellos tampoco.
¿Y cómo son las canciones que haces?
Soy tripolar, tengo muchas facetas. Tienen mucha importancia las melodías, la instrumentación, los arreglos… Más que la poesía en sí. Le doy mucha importancia a transmitir con música. En algunas canciones uso mi voz como instrumento, no tienen letra, no tienen un mensaje concreto. Hay otras que pueden parecer más de cantautor, una historia a la que le he puesto música. Normalmente cojo el violín, hago una melodía cortita, la paso al piano, o al revés, luego le añado más violines, ideo la voz, incluyo letras que tengo guardadas o las creo…
¿Entonces, cuál es el protagonista de la canción?
El conjunto. Habitualmente son cuerdas y piano, una agrupación muy clásica pero con sonoridades que no son clásicas y metido en un contexto que no es clásico. Es una combinación un poco extraña, de grupos como Rufus Wainwright o Radiohead, grupos que no son cantautor, ni clásico…
Esa es tu parte moderna.
Sí, el combinar instrumentos clásicos en un mundo y en un contexto que no es clásico. En los acordes, arreglos y melodías se nota de donde vengo. Yo he encontrado el punto de engranaje perfecto, y he encontrado con el apoyo de las salas, mis amigos cantautores… Marwan me animó mucho.
Y un mundo poco competitivo, en la canción de autor.
Hay competitividad como en todos sitios, pero yo no me considero cantautor, me considero músico. Mi sueño es tener un espectáculo, un show: baile, coreografía, luces, coro, orquesta…
Por cierto: también le das importancia al vestuario, porque suele ser llamativo: boina, tirantes…
Sí, una vez me puse una boina, que está vieja porque no encuentro otra igual, y siempre la llevo, y me creé mi estilo propio: chaleco, americana, tirantes, boina, pantalones pitillo… Para el nuevo quiero romper, a ver si sorprendo.
¿A ti te gusta romper siempre?
Sí, me gusta sorprender, creo que la gente quiere cosas diferentes, pasárselo bien o llorar a moco tendido, pero ver cosas diferentes. Creo que eso es un poco la estrella que tengo, el carisma que hace que la gente se enganche.
Has tocado dos veces en solitario, y ahora haces un tercer concierto, el 11 de enero en Galileo Galilei (Madrid). ¿Qué ha pasado en cada uno?
Como maestro de ceremonias hice un primer concierto acompañado de cantautores, a los que iba llamando al escenario. El segundo fue igual, pero con más presencia mía, y en el tercero que voy a hacer es un concierto mío, acompañado de músicos, y algún cantautor caerá. Todavía no sé todos los músicos que vendrán, en función de la disponibilidad, porque busco calidad. Adán Latonda estará al piano, y luego amigos míos del mundo del conservatorio, y algún invitado, como Fran Fernández, que presenta disco al día siguiente. El resto vendrán a verlo: Luis Ramiro, Diego Ojeda…
Tocar un viernes en Galileo es una cita muy importante.
Es un regalazo. Yo me he montado en el carro sabiendo el colchón que había, en Galileo hice mi debut: mi primer concierto acompañando a Andrés Lewin, mi primer concierto acompañado de cantautores y ahora mi primer concierto solo.
¿Y para cuándo un disco?
No me he movido nunca a nivel de discográficas, quiero tener claro quién me lo va a grabar, qué tipo de sonoridad le quiero dar… Pero este año será seguro, espero que el siguiente concierto sea presentación del disco. A partir de este mes, me meto.
¿Y la docencia?
Tengo dos vocaciones, la música y la docencia. Soy monitor de tiempo libre, voluntariado… Pero si me fuese muy bien en la música, decidiría la música. Por ahora compagino.
¿Pasarás de la canción de autor al rock, si surge la oportunidad?
No me lo he planteado nunca, pero si llegase un grupo de rock que me guste y que me de la opción de acompañarles, lo haría encantado. Y al jazz también.
Cada vez hay más cuerda y más vientos en el rock: se cambia la estructura clásica bajo-guitarra-batería…
Es una estructura sin sentido, un instrumento clásico se puede encajar perfectamente con muchas otras músicas. En mis primeros conciertos acompañando pensaban que el violín iba a ser lento y un tostón, y no, puedes tocar rock con el violín también.
¿Lo vas a hacer el día 11?
Sí, la gente va a descubrir muchas cosas, mi faceta como instrumentista al violín, piano y guitarra, los arreglos con el cuarteto que tengo, alguna sorpresa… Va a ser variado y muy intenso. No tengo terminado ni las canciones que voy a hacer, ni con quién voy a tocar, ni la ropa que voy a llevar, pero bueno, así soy yo.
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