“Giré con Amaral en su primer disco. Tocábamos en pueblecitos gallegos ante cien personas y Eva parecía que estaba cantando en el Madison Square Garden. Me daba la impresión de estar tocando con una Rocío Jurado en el buen sentido, con una artista con mayúsculas”
Productor, guitarrista, compositor, cantante… Josu García, mientras mantiene su proyecto personal, La Tercera República, ha compartido su tiempo con artistas de todo tipo: Amaral, Tequila y, ahora, en la banda de Loquillo. Arancha Moreno lo entrevista.
Una sección de ARANCHA MORENO.
Es difícil no conocer a Josu García, por su veteranía y su trabajo: es uno de los habituales del circuito madrileño. Parte de su tiempo lo pasa tocando en bandas de versiones, como Hot Legs y Ontario, y otra gran parte como productor, en el estudio de Alejo Stivel. Además, Josu es uno de los nuevos fichajes de la banda de Loquillo: está haciendo con él la gira de teatros. Quedamos en el Café Comercial, y nos sentamos ante dos cafés a charlar, justo antes de que se vuelva a meter en el estudio a grabar temas nuevos con Pablo Martín en su proyecto conjunto, La Tercera República.
No tengo claro de dónde eres: ¿vasco, aragonés o soriano?
Toda mi familia viene de Soria, pero yo nací en San Sebastián. Cuando tenía doce años, nos mudamos a Jaca, al pirineo aragonés, y después viví en Zaragoza muchos años. En realidad llevo veintidós años viviendo en Madrid, y no me siento muy atado a ningún otro sitio, la verdad.
¿En cuál de esos destinos te pilló la música?
El inicio fue en Jaca, en el 82 tenía un grupo que se llamaba Pócima, era un grupo psicodélico. Tenía 17 años, estábamos en plena movida pero no nos gustaba la música de entonces, sino la anterior. Era el típico grupete con el que tocábamos en pueblos. Como profesional empecé en Zaragoza, con Más Birras, un grupo muy mítico de allí, de rockabilly, del 89 al 92. Luego vine a Madrid y despegué.
¿Siempre tuviste claro que lo tuyo era la guitarra?
Sí, siempre. No estudié obsesivamente ni concienzudamente, me espantaba la palabra Conservatorio. Aprendí como se aprendía antes, tocando encima de los discos: te ponías un disco de Eric Clapton y te ponías a tocar encima hasta que creías que te salía como a él.
También tocaste en Fuera de la Ley, ¿cuándo fue?
Fue al llegar a Madrid, con Fernando de Diego. Lo conocí en Zaragoza y me animó a venir a Madrid. Los comienzos fueron duros, pero había proyectos. A la semana de llegar ya empezamos a tocar, y con los meses grabamos un disco, empecé a tocar en grupos de versiones para sobrevivir.
Por lo que veo, siempre has tocado en varias bandas a la vez… ¿Mucho escenario y mucha carretera, no?
Es el entorno natural para el músico, lo que te da el dinero en el bolsillo. Si no estás metido en una gira, o no acompañas a un artista importante, hay que ir sumando poquitos: tener tres o cuatro grupos de versiones. Así te garantizas que tocas dos o tres noches a la semana, y tu nevera puede estar, no llena, pero sí a la mitad.
¿Qué pasó después de Fuera de la Ley?
En aquella época me encontré con Alejo Stivel, grabamos el disco en su estudio, conectamos muy bien y me empezó a llamar como músico de estudio, me llamaba para grabar guitarras. Las colaboraciones fueron cada vez más intensas, y nos fuimos haciendo muy amigos. Llegó un momento en el que yo estaba en el estudio todo el día, y me encargó una producción, como productor asociado. Vio que tenía dotes para dirigir y que podía delegar en mí. El primer disco que hice como productor asociado fue el primero de La Oreja de Van Gogh.
¿»Dile al sol»? Fue un superventas…
Sí, fue un exitazo. Había muy poco presupuesto, y me ofrecieron elegir entre un dinero fijo, que era poco, o un pequeño royalty de ese disco. Yo, con mi proverbial intuición, pensé que el disco no iba a funcionar y elegí el dinero fijo. Si hubiera cogido un royalty, aunque fuera un 0,5%, hubiera ganado muchísimo dinero. Me equivoqué.
Después de trabajar con tantos grupos, ¿crees que detectas mejor esas cosas, o es imposible?
Es muy difícil hacer un pronóstico sobre si un proyecto va a funcionar. Influyen mucho el azar y cosas extramusicales. Con mi entorno, gente que conoce muy bien la industria, gasto muchas horas en analizar cuáles son las razones de un éxito o de un fracaso, pero nunca se dan las mismas circunstancias. A veces es la suerte, a veces la gestión, la apuesta reiterativa de una compañía… Lo que sí tengo claro es que los criterios de calidad casi no sirven, nada funciona porque sea bueno o malo. Que algo sea bueno o malo es subjetivo, nadie está en posesión de decirlo.
Volviendo a tu trayectoria, yo te conocí con Pablo Martín en La Tercera República, lo que no sé es cuándo os conocisteis vosotros…
Conocer a Pablo es de lo mejor que me ha pasado en Madrid. Lo conocí en el 97, en una noche madrileña loca, era casi de día. Estábamos en un sitio donde se puede tocar la guitarra y comer a las siete de la mañana. Él estaba cantando una canción de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, un grupo que nos encanta a los dos, pero que no era demasiado conocido. Me senté a su lado sin pedir permiso, y me puse a cantar con él, fue un flechazo. Al día siguiente, pasados los efectos de la cerveza, nos llamamos para juntarnos y hacer algo. A las pocas semanas estábamos tocando versiones por ahí. Al principio pensamos hacer un disco con canciones suyas y canciones mías, pero Alejo [Stivel] nos propuso aparcar nuestras canciones, partir de cero y componer específicamente para ese proyecto. Y así lo hicimos.
¿Qué pasó con el primer disco de La Tercera República?
El primero salió en el 2000 y tuvo su relativo éxito: vendimos 10.000 copias, tuvimos dos números uno en Cadena Cien, dimos un montón de conciertos… En 2003 publicamos el segundo disco, pero entonces la compañía hizo varios fichajes importantes y dijo que no tenía tiempo para todo. Acabamos la relación contractual con ellos de forma amistosa pero con un poco de decepción. Cuando nos ficharon nos vendieron la idea de que lo nuestro iba a ser una carrera de largo recorrido, nos decían que éramos los herederos naturales de Los Secretos, querían hacer una carrera larga con nosotros, pero al segundo intento se acabó. Pero bueno, mientras hacíamos eso Pablo y yo seguíamos haciendo otras cosas.
Has ejercido durante mucho tiempo de productor. ¿Cuántos discos has grabado en este tiempo?
He grabado unos ciento cincuenta discos en veinte años, son muchísimos discos. No estoy en edad de mirar atrás, pero si lo hago me doy cuenta de que esos veinte años han sido la base de mi carrera, supongo que lo que haga a partir de ahora estará determinado por todo eso que hice. Tantos discos te dan una experiencia, es el activo más grande que uno tiene. He aprendido mucho, aunque he hecho cosas que luego no vuelvo a escuchar. Te implicas durante el proceso de grabación y lo haces tuyo, pero obviamente, entre tantos discos hay artistas que no son de los que más te gustan. Tienes que abstraerte de tus gustos personales, ser profesional, y poner tu talento al servicio de ese artista, sea cual sea.
Seguramente eso te ha hecho volverte más tolerante, abrir mucho más los oídos.
Por supuesto. Me gusta que me lo digas, he acabado con muchísimos prejuicios que tenía desde la adolescencia, y como todos los prejuicios son estúpidos. Obviamente, cuanto más se acerca a lo que a ti te gusta, estás en mejores condiciones para dar lo mejor de ti y sacar lo mejor de ese grupo, pero para mí ha sido un reto enfrentarme a cosas que en principio no me gustaban, música que no entendía o que no me entraba muy bien. Trabajar con gente tan dispar me ha hecho enterrar esos prejuicios, porque no llevan a ningún lado. Y me he sentido satisfecho y orgulloso de hacerlo. Si tuviéramos que trabajar solo en lo que nos gusta seríamos demasiado afortunados, y ya lo somos viviendo de lo que nos gusta.
¿De qué discos estás más orgulloso?
El primer disco de Los Peces me encantó, lo sigo disfrutando en casa, y lo pasamos muy bien grabándolo. También el primer disco de Rubia, aparte de tener cercanía personal me parece que el disco es una joya. Ha habido discos en los que el proceso es divertido, el resultado es bueno… Supongo que ha habido también discos para olvidar, pero por eso ya están olvidados.
Curiosamente, me has dicho dos voces femeninas, la de Clara (Los Peces) y la de Sara (Rubia).
En el caso de Los Peces, la responsabilidad estaba a medias compartida con Santi Comet, con el que además estoy trabajando ahora, en la banda de Loquillo. Pasamos muy buenos ratos, Santi es muy divertido.
Hablando de dúos: trabajaste con Amaral en sus comienzos.
Sí, ellos grabaron el primer disco y debieron tener alguna disputa con su productor, Pancho Varona, que les iba a formar la banda de acompañamiento. A Juan [Aguirre] lo conocía de Zaragoza, cuando estaba en un grupo que se llamaba Días de Vino y Rosas, y a Eva [Amaral] la vi alguna vez, cuando tocaba la batería en un grupo. Me pareció curioso, porque en España se ven pocas chicas que toquen la batería. Un día me llamaron y me citaron precisamente aquí, en la terraza del Café Comercial. Me dijeron que les gustaría que tocase la guitarra con ellos y que les buscase un bajista y un batería. Busqué a una bajista, mi amiga Laura Gómez Palma, y a un batería, Daniel Parra, que tocaba con Los Ronaldos. Giré con ellos con su primer disco. En aquella época, que aún no les había llegado el éxito, tocábamos en pueblecitos gallegos ante cien personas y Eva parecía que estaba cantando en el Madison Square Garden, me daba la impresión de estar tocando con una Rocío Jurado en el buen sentido, con una artista con mayúsculas.
Es un animal de escenario, Eva Amaral.
Totalmente, en el escenario es una auténtica bestia. Tiene una energía descomunal, es muy imponente. Estar con ella en el escenario te electrifica, te contagia esa energía tan potente. Seguimos manteniendo mucha amistad.
“Tocar con Loquillo es jugar en primera. Te hace pensar que algo tendrás, para que te llamen. Parece que en mayo arrancaremos la gira de verano”.
Hace unos años te llamaron para la vuelta de Tequila. ¿Cómo fue aquello?
Sus amigos más cercanos le preguntábamos a Alejo cómo podía llevar décadas sin subir al escenario. Se lo decíamos Carlos Tarque y yo, los tres hemos viajado mucho juntos, como los tres jinetes del Apocalipsis. Durante estos veinte años, intermitentemente, he visto a gente venir al estudio de Alejo con cheques en blanco para que pusiera a Tequila en marcha. Pero surgió cuando surgió, Alejo creyó que había llegado el momento, se lo propuso a Ariel [Rot] y dijo que sí, y a partir de ahí fue todo un torbellino. Cuando yo empecé en el 82 hacíamos versiones de Tequila, quién me iba a decir a mí que tantos años después yo iba a ser un componente de Tequila y que iba a tocar ‘Rock and roll en la plaza del pueblo’ con Alejo y Ariel. Yo era superfan, en mi generación era imposible escaparte a la magia que tenían.
Un sueño adolescente cumplido.
Totalmente, a Mac Hernández le pasó lo mismo que a mí. El resto de músicos, Dani Griffin y Mauro Mietta no eran de aquí, pero para nosotros, salvando las distancias, fue como si un músico londinense de repente entra en los Rolling Stones. Lo pasábamos muy bien en el escenario, el repertorio era demoledor, un hit tras otro. Las canciones de Tequila las siguen tocando las orquestas, se siguen oyendo en la radio… El grupo desapareció pero las canciones han sobrevivido.
Y eso que fueron compuestas por chavales que rozaban los veinte años.
Sí, 17 o 18 años tenían entonces, pero funcionaban igual, el efecto era inmediato. Por lo demás, todo lo que hay en torno a las giras ya no es como antes, salir de gira antes estaba más asociado a salir después también, pero llega un momento que llega a cansarte. Pero viajar en la furgo sigue siendo divertido.
Hablando de productores: también has trabajado mucho tiempo con Fernando Polaino, y en su día hiciste coros para Los Lunes.
Sí, tenemos una larga amistad y una estrecha colaboración. Ellos hicieron coros también en ‘Bienvenido al club’, una canción nuestra. Polaino es un personaje imprescindible en la música española, está dotado con la varita mágica del talento, tiene un talento musical muy difícil de encontrar en estos tiempos, objetivamente es así.
Mencionabas también a Carlos Tarque, con el que compartes ahora Hot Legs, ¿habéis compartido más proyectos?
Sí, antes teníamos los Rollers, durante cuatro años abríamos el chiringuito de enero a marzo, fechas en las que no hay giras, y hacíamos veinte actuaciones, un torrente de rock and roll, la misma filosofía que tenemos ahora con Hot Legs: canciones que nos gustan para pasarlo bien. Lo que pasa es que ahora, con una banda con miembros de tanto tirón como Rubén y Leiva [Pereza], vamos a sitios en los que encima ganamos dinero. Si nos llaman, nos hacen una buena propuesta y todo el mundo puede, vamos a donde sea, y el efecto Leiva-Rubén-Tarque allá donde vamos es increíble.
Ahora mismo estás en un proyecto importante: eres guitarrista en la gira de teatros de Loquillo.
Sí, me llamó José Lapuente, mánager de Loquillo y amigo mío desde hace muchos años, y me propuso participar en esto. Nunca había trabajado con él. El otro día, Loquillo me decía que José lleva mucho tiempo dándole el coñazo conmigo. Y ahora me dice que no me voy de ahí ni de coña, así que supongo que seguiré en verano. Es una oferta a la que no puedes decir que no: tocar con Loquillo es de las pocas cosas que me faltaban en el currículo, es un grande entre los grandes. La gira en teatros ha sido muy bonita, artísticamente es algo muy especial, yo entré como nuevo pero para ellos también era nuevo hacer este formato. Tocar con él es jugar en primera. Te hace pensar que algo tendrás, para que te llamen. Parece que en mayo arrancaremos la gira de verano.
Y mientras tanto, ¿más proyectos?
Sí, Ontario, un trío de versiones con Toni Brunet, un grandísimo guitarrista, y Jacobo Serra. Hacemos versiones con armonías vocales, y muy pocas guitarras. Jacobo Serra es un cantautor con el que vamos a intentar grabar un disco. Es un poco el Rufus Wainwright español, un tío con un talento excepcional, muy original. Compone y canta en inglés, lo cual puede ser un obstáculo, porque en España a priori lo es, hay cosas que funcionan pero no es lo más habitual. Estoy arreglándole los temas, Toni y yo le estamos echando una mano. Y con La Tercera República volvemos al estudio. Vamos a grabar cuatro temas nuevos y los vamos a incluir en un recopilatorio que tendrá tres o cuatro temas de los discos anteriores. Es emocionante volver a grabar canciones nuevas con Pablo. Es un proyecto que no queremos enterrar, nos ha dado muchas alegrías.
Es vuestra niña bonita…
Sí, nuestro proyecto, lo queremos mimar. Probablemente ya haya cumplido su ciclo vital, es difícil que haya alguien que apueste ahora por un proyecto que no funcionó hace años, pero nos da igual, queremos que siga vivo.
¿Autoeditado, será?
Lo va a sacar Peer Music, que es donde editamos las nuevas, pero la distribución la va a hacer Warner, porque los masters anteriores son suyos, y BMG, porque la editorial de las canciones anteriores pertenece a ellos. Es una especie de entramado con varias empresas, un Gürtel [risas]. Empezamos hoy a grabar, en cuanto te deje a ti me voy al estudio.
Antes de irte, ¿alguna vez has escrito canciones para otros?
Sí, algunas las he colocado y otras no. Algunas inconfesables, por cierto. Me pidieron que compusiera para Paulina Rubio y le hice un traje a medida, aunque al final no la cogieron. Para mí fue un ejercicio tremendo, ponerme en la piel de un compositor de Miami rimando locura con cintura. En ese tipo de artistas he compuesto varias cosas, no lo haría para mí, pero es divertido. Hice una canción para Verónica, y otra para Bea, dos chicas de OT. También una para José Flores, sobrino-nieto de Lola Flores, aunque con este chico no pasó demasiado al final. Tampoco descarto hacer canciones para un proyecto en solitario, creo que se va acercando el momento.
¿Tienes alguna idea?
No te voy a decir que me vea como un crooner, porque es demasiado pretencioso, pero sí como un artista que cuenta las cosas desde la tranquilidad. La voz me ha bajado varios tonos, ya no puedo cantar esas canciones impetuosas, me apetece algo más reposado, muy orgánico, con contrabajo, piano… Te diría tipo Tom Waits. Contar cosas como el que está en la mecedora del porche de su casa. Pero me haría falta ahorrar dinero y estar un año sin trabajar, componiendo sin presión. Irme a una casa en el Pirineo y volver con un puñado de canciones buenas, y llamar a mis amigos y grabar un buen disco.
En el porche de una casa… ¿Americana, como tus raíces?
[Risas] Sí, no es una imagen muy española. La americana es la música que más me gusta. También la música anglosajona, yo oí a los Beatles a mediados de los 70 y me voló la cabeza. Aún recuerdo una vez que iba en el coche con mi padre, oyendo la radio, y sonaron los Rolling: oírles me cambió la vida, decidí que eso era lo que quería hacer.
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