«Una noche soñé que ‘Mucho mejor’ [de Los Rodríguez] era un tango, ¡no sé por qué tengo esa clase de sueños!»
José (le llaman Jose, sin tilde) Nortes, en una década, se ha ganado un puesto de honor entre los productores españoles: Quique González, Ariel Rot, Sergio Makaroff o Miguel Ríos han sido algunos de sus «clientes»… Arancha Moreno habla con él.
Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: EVA LOSADA.
En La Cabaña Records, ahí es donde se refugia José Nortes cuando trabaja, y de ahí han salido multitud de discos brillantes. Entre otros, trabajos de Ariel Rot, Quique González y el mismísimo Miguel Ríos, que ha confiado en Nortes como director musical en su última etapa. Con él ha vivido momentos fantásticos y ha cumplido algún que otro sueño, porque a este productor y músico, soñar le ha dado sus frutos, como nos cuenta en esta entrevista. Tuvimos que aplazarla (nuestros coches estaban empeñados en ponernos dificultades), pero al final lo conseguimos. Fue a la hora de comer, en La Cabaña, aprovechando el descanso de la grabación de un grupo recién llegado, con Andy Chango rondando en la planta de arriba y a pocas horas de recibir al violinista Diego Galaz. Esta hiperactividad laboral la mantuvo también durante la entrevista: Nortes está en continuo movimiento, se mueve, se ríe y desprende energía sin parar. Aun así, fue, sin duda, la entrevista más en penumbras que hemos realizado en esta sección, esquivando el contraluz de la ventana y el árbol de enfrente, pelado y tenebroso, a lo Edgar Allan Poe. Quién me iba a decir que Nortes le iba a dar otro sentido a lo de «Músicos en la sombra»…
Basta estar contigo dos minutos para ver que no paras quieto, ¿a qué se debe?
No es algo calculado, me sale así. Un día subí a tocar con Los Madison, y después dijeron en un foro: “Ese José Nortes es politoxicómano” [risas], yo, que no he tocado las drogas en mi vida… A Txetxu (Altube, cantante de Los Madison) le decían que era un posturitas. El politoxicómano y el posturitas, ya nos hemos quedado con esos motes.
¿Eres nervioso en el escenario?
No creo que sean nervios, la música me produce ese comportamiento, el cuerpo lo exterioriza, no soy yo. A mí me encanta ver músicos así, aunque hay músicos que tocan sin mover una ceja y son un portento. El lenguaje corporal te hace tocar de una manera distinta, la energía la transmites. Y es contagioso: en la banda de Miguel Ríos pasa un poco eso, al principio todos estaban quietos, ahora, el parado soy yo [risas].
Cuéntame cómo has llegado hasta los estudios ‘La Cabaña’.
Como todo en la vida, casualidades. Hace diez años me llamó un amigo para hacer un grupo de versiones de King Crimson. El batería del grupo era César, que es mi socio ahora. Después de tocar tres o cuatro meses, empezamos a hacer proyectos juntos, y desde entonces no hemos parado. El primer disco que hicimos aquí fue «Pájaros mojados» [de Quique González], es un buen comienzo para que te den ganas de hacer más.
¿Habías producido algún disco ya?
Había producido los discos de The Bolivians, aunque no sé cómo nos dejaron, porque éramos unos chavales. A nosotros nos fichó Paco Martín, que estaba empeñado en que nuestro disco lo iba a producir Carlos Narea, hasta que Carlos vino un día al estudio y le dijo: “Pero Paco, ¡si los chicos lo hacen perfectamente solos!”. No sé qué bicho le picó que nos dejó hacerlo. También había producido otro, de un grupo que estaba en la misma discográfica que nosotros, que se llamaba Picassound. El cantante era buenísimo, creo que siguen en activo.
Sí que habías estudiado producción musical fuera de España…
Sí, en Berklee. Preparado iba, pero una cosa es que vayas preparado y otra que te dejen, en esos momentos era mucho más difícil. Un título no te sirve para nada, lo bueno de Berklee es que estás expuesto a un montón de músicos alucinantes. Al batería de McCartney le veía en el Dining Room con la bandeja y me preguntaba dónde iba… Luego le he visto tocando con todo el mundo y no me lo podía creer. Si el nivel es muy alto, la competitividad hace que tú seas mejor. Ahora hay gente muy buena y muy preparada; ahora va a venir un chico que se llama Álex que lo he tenido como asistente en el disco de Miguel Ríos, es una máquina…
Antes de «Pájaros mojados» ya habías colaborado con Quique González, en «Salitre 48», ¿no?
Fue más obra de Carlos Raya. Carlos lo tenía muy claro, lo que pasa es que se metió en casa con un montón de cacharros que no tenía ni idea de cómo usar [risas], y empecé a echarle una mano. Entonces yo tenía un grupo, The Bolivians, y Carlos estuvo tres o cuatro meses con nosotros. Tocaba con nosotros, yo le echaba una mano con Quique… Ahí fue donde nos unimos realmente, donde se empezó a entrelazar todo. Además, Quique nos echó una mano muy gorda en «Pájaros mojados». En Universal querían poner a otro, pero él dijo que sin sus productores no iba a ningún sitio. Quique es muy noble, es superfiel, toda su carrera está llena de detalles así. Cuando se mete, se mete de lleno, te da cancha, confía… A mí me gusta currar con gente así, si no, no tiene sentido.
“El manager que descubrió a Melendi me trajo una maqueta suya y me pareció espantosa. Un día vinieron al estudio y no les hice ni caso. A los seis meses dio el pelotazo, ¡pero me trae sin cuidado!”
Hay quien acaba produciendo de forma intuitiva: probando cosas, sin preparación específica.
Producir es una cosa muy ambigua, es dirigir un equipo y no tienes que ser experto en un montón de cosas. Carlos Narea dirige el equipo de una manera alucinante, a lo mejor no es un experto en la parte técnica o musical, pero controla lo más importante, la visión de lo que se está haciendo. Lo importante es llegar al camino final, llegar con un buen disco, vale cualquier manera. Cualquiera puede ser productor si hace un buen disco, eso es lo que cuenta al final del día. Hay que ser psicólogo: comprender a un músico, guiarle… También dirigirlo, porque en los grupos hay peleas también. Sobre todo es un trabajo de psicólogo y de niñera.
Esa es tu manera, entonces…
Sí, yo no hago distinciones. Para mí es tan importante tocar un “la” en la guitarra, como tocar un ecualizador y hacer que suene de una manera determinada. Es todo para el mismo fin, para hacer música.
De hecho, tu carrera te ha llevado por todos esos sitios: guitarrista, ingeniero, productor, director musical…
Es el camino que llevo, creo que es el buen camino. Eres más completo si no dependes de otra persona para llegar ahí. Para mí es lo mismo estar aquí que subirme mañana al escenario. Es lo más rico, es divertidísimo, no sé por qué todo el mundo no hace eso.
¿Empezaste tocando la guitarra?
Cuando llegué a España con mi supertítulo no me comía un rosco, hice de guitarrista y compositor con mi grupo, estuvimos cinco años luchando, y cuando lo habíamos conseguido nos peleamos: yo había hecho una canción que había sido single, las del otro no… En ese momento no nos dimos cuenta de la gilipollez que estábamos haciendo. Cuando pasó eso, me desanimé un montón, no me apetecía empezar otro grupo, así que hice lo que había estudiado, producir.
¿Cómo empezaste a trabajar con Ariel Rot?
A Ariel lo trajo David Bonilla, de Warner, es un genio, ojalá todo el mundo fuera como él. Acabamos «Pájaros mojados» y a los tres o cuatro meses me llamó David y me preguntó si quería currar con Ariel Rot. «Espera que me lo piense… ¡Sí!». Vino Ariel a probar e hicimos muy buenas migas, han pasado diez años y seguimos currando juntos. A raíz de eso, vas currando con otros artistas. Me quedé muy contento de haber metido la pata en algún sitio.
También has tocado con algunos artistas, al margen de producir, ¿no?
Sobre todo con Miguel Ríos, tocar con otros artistas de forma anecdótica: con Quique González, con Antonio Vega… Pero con Miguel ha sido muy especial, yo coordinaba el grupo, tenía una unión muy grande con el artista. Creo que sería muy difícil encontrarme una situación así. También es una experiencia que he vivido, ya me la he quitado, las voy tachando. Para mí ha sido un sueño, lo he pasado bomba.
¿Cuántos discos habéis grabado aquí?
No tengo ni idea, una media de tres por año, unos veintipico discos.
¿Y hasta llegar a Miguel Ríos?
Enlazando discos. Con Ariel el primero que hicimos fue «Lo siento, Frank», luego tuvimos toda la hecatombe de Quique, el de «Kamikazes enamorados», que era mi favorito. Hice cosas para M Clan, algún tema para «Sopa fría»; «Ahora piden tu cabeza», donde Ariel y yo nos empezamos a entender mucho más. Grabamos las bases en el estudio Eurosonic, con Bori Alarcón, un capo, un musicazo. Él estaba en los Bolivians, todos los discos los produje mano a mano con Bori, aunque no lo pusimos porque éramos unos inmaduros. Él es un productor afamado también, bueno, yo no lo soy [risas]. Bori trabajaba mucho con Nigel Walker y ahora se ha independizado, ha trabajado con Dani Martín, y con Amaia la de El Canto del Loco.
Amaia la excantante de La Oreja de Van Gogh, dirás…
Bueno, eso. ¡Es que no estoy muy puesto en eso!
¿Dónde conociste a Miguel Ríos?
Le conocí en «Ajuste de cuentas», el directo de Quique. Vino aquí a grabar ‘Te lo dije’, no podía estar el día de la grabación porque le daban un premio. A Miguel cada diez días le dan un premio de algo. Yo le puse un micrófono enorme, super especial, de los que usaba Michael Jackson. Él me dijo, “¿Esto qué es, la polla de King Kong? ¡Quítamelo ahora mismo!” [Risas]. Así nos conocimos, pensé que me gustaba ese estilo…
Tiene carisma…
Sí, y es tan gracioso que te mueres de risa. Luego grabamos «Dúos, tríos y otras perversiones» de Ariel, me encantó hacerlo. Hicimos una big band de ‘Lo siento, Frank’ y lo grabamos en Sevilla, en casa de Carlos Narea, ese disco fue muy bonito, con el equipo de «Rock and Ríos». Ariel estaba ahí en un momentazo. Bunbury cantó ‘Adiós carnaval’ y nos quedamos a cuadros. También vino Andrés Calamaro, no coincidió con Ariel porque tenía concierto ese día.
Fue un disco muy especial, ¿qué recuerdas de la grabación?
Una noche soñé que ‘Mucho mejor’ [de Los Rodríguez] era un tango, ¡no sé por qué tengo esa clase de sueños!, pero se lo dije a Ariel, y él me dijo: “Pero Jose, ¿cómo va a ser un tango, si es una armonía mayor?”. Yo le contesté “Tú eso lo arreglas enseguida”. Al día siguiente vino y lo había hecho, es increíble como lo dejó, la letra cobra otro significado, fue la mejor del disco. Él se fue de vacaciones a Buenos Aires y la grabó con un cuarteto allí, recomendado por Edu Makaroff, el hermano de Sergio, y la grabó con Javier Calamaro, el hermano de Andrés. La sigue haciendo, la hace con Tito Dávila…
Así que la versión tanguera de ‘Mucho mejor’ nació por un sueño que tuvo José Nortes…
Y por insistirle. También soñé que ‘Kamikazes enamorados’ era un foxtrot. No, eso no lo he soñado todavía [risas], hubiera sido una pesadilla, más que un sueño… Cuando estás todo el día haciendo música no tienes más remedio que soñar con ella. Eso es común, Keith Richards dice que compuso ‘Satisfaction’ en sueños, se levantó, lo grabó y se volvió a dormir. McCartney dice que ‘Yesterday’ también fue un sueño. Los suyos son mucho más productivos, los míos son más de aficionado.
Y luego empiezas a trabajar codo con codo con Miguel Ríos.
Me llamó en el verano de 2008 para hacer «Solo o en compañía de otros», me pilló grabando «La hora de los gigantes», de Coque Malla. Coque debía estaba harto de mí, conseguí meter su disco para que lo grabásemos, y luego le dije que me había llamado Miguel Ríos y le pregunté si podíamos aplazarlo. Se enrolló un montón, se portó genial, lo movieron un mes y gracias a eso nos juntamos aquí. Ellos llevaban la dirección musical, yo les ayudé en sonoridad, a mí me encantó el disco.
¿Y cómo montaste la banda de Miguel?
Pensé cuál era la banda de ensueño favorita, y les llamé a todos: a Luis Prado, a Boli de Señor Mostaza… A Dani Griffin le conocí al llegar de EE.UU., hicimos un grupo, y cuando fuimos a hablar con el productor, él nos dijo que teníamos que hacer temas como Police. El cantante le contestó “¿Tú te crees que si yo fuera Sting iba a estar aquí hablando contigo?”. Después de esto y otras cosas se quemó y dejó la música, pero yo le volví a llamar para «Ahora piden tu cabeza» de Ariel, y volvió. Fliparon con él. Llamé también a Javi Pedreira para las guitarras, es supercreativo. El primer tema fue ‘Donde pongo la vida pongo el fuego’. Ahí nos dimos cuenta de que iba ir todo hacia delante.
Mucho nivel en la banda, ¿qué os unía?
Todos éramos muy fans de Miguel. De hecho, con Luis Prado pasó algo gracioso, se vino desde Valencia con los discos de Miguel, para que se los firmase. Cuando íbamos en el coche, iban los dos atrás, sentados juntos, y el disco de Miguel asomando, como mirándoles. Fue surrealista. La banda se montó sola, pero ellos son tan buenos que duraron dos días, y cuando llegó Fito y Fitipaldis, que necesitaban bajo y batería nuevos, nos los quitaron… Pero me alegró por él, toca con musicazos. Él es un encanto, si entras en su camerino con todo el mundo, él se levanta a saludarte y a darte dos besos. En un parón de Fito repesqué a Dani Griffin, y la banda acabó como la planteé al principio. Es difícil mantener a un equipo de tanta gente, y no era una cosa muy intensa, hemos hecho quince bolos al año.
Pero muy potentes…
Sí, eso es genial para el artista, pero para los músicos es más difícil.
Debe ser increíble que un músico que lleva toda la vida, como Miguel Ríos, te escoja como productor y director de su última etapa musical.
Ha sido muy bonito, ha habido mucha unión. Él está en una forma alucinante. Pensaba que era una pena que fuera el final.
Si es que éste es el final…
En eso no me hace caso. Yo se lo propongo, pero tiene que salir de él. Es un intérprete alucinante. Y tiene confianza. Él lo tiene superclaro, a veces le propones algo y te dice que no. He aprendido cosas de él, chorradas como el orden de un setlist, que él tiene muy claras, y luego ves la reacción en la gente y lo entiendes. Eso lo tienen los grandes músicos, saben por dónde quieren ir, pero te dejan campo. Miles Davis era así, cuando tienes a alguien muy bueno a tu lado, el que parece que es bueno es el que está en el centro.
¿Cuántos discos le has grabado?
El de ‘Memorias de la carretera’ («Solo o en compañía de otros»), un directo para la gira y uno para Médicos sin Fronteras que quedó muy bonito. Ahora tenemos el concierto de Sevilla, el último que dio, y es un escándalo cómo está interpretado. No sé si se va a editar, pero espero que salga en DVD, molaría muchísimo. Ese es el último concierto que dio.
¡Yo tengo recortes de prensa de Miguel Ríos anunciando su última gira hace tres años!
[Risas] Sí, la gira era la última, pero duraba tres años.
A lo mejor tiene despedidas tan largas porque no se tiene que ir…
Yo creo que sí, si vende tantas entradas es porque quieren verle. Eso de la última gira es un clásico del rock, el primer concierto al que fui en mi vida era la última gira de los Rolling Stones, y fue en el 82. Si esa es la manera de vender los tickets en este país, habrá que hacerlo así. Es el lado del «business».
¿Y en México cómo fue?
Fue alucinante, el primero que tocamos fue en Durango, en la prueba de sonido tocamos para unos cowboys, llegabas y estabas en un western. Creo que pensaban que tocábamos corridos, y cuando empezamos a tocar se fueron todos. El de México es un público muy cariñoso, muy naïf, son muy hospitalarios. El concierto de Guanajato fue muy especial, ese sí que fue el último. Aunque el 26 tocamos en la cárcel de Navalcarnero.
¿Qué más has hecho últimamente?
El disco de Carlos Vudú, son muy buenos, y estoy con Los Madison. Hice los dos de Sergio Makaroff, el último se estiró un poco porque empecé con la gira y tuvimos que parar, me tuvo que esperar, pero le quedó muy bien. Ahora empezamos a hacer el siguiente en abril, creo que va a ser el mejor de los tres. Lo haremos con Ariel, Griffin y Candy (Caramelo), que está de director musical de Andrés [Calamaro], y es buenísimo. También produje el acústico de Coque. Creo que Coque y Ariel han crecido mucho como cantantes, están en un nivel muy alto.
¿Cómo es un día de trabajo de José Nortes?
Ahora vienen Autostop, un grupazo, son tan jóvenes que el cantante no puede venir porque está de exámenes. Al principio vienen con menos confianza, pero en cuanto me conocen se les cae el mito. Luego tenemos que acabar con Andy, viene Diego Galaz… Y el mastering del disco de Los Madison, que estamos haciendo con un profesor de Berklee. Luego necesito descansar, ¡me voy a Panamá! Llevo tres años superespídicos, sin vacaciones.
¿Sueles escuchar tus trabajos después?
Sí que me gusta, pero no tengo mucho tiempo. Me encanta escucharlos, los hacemos para eso. Eso de no escuchar los discos lo dice Dylan, y ni me lo creo. No los escuchas porque estás en otra, estás más adelante, es como una expareja… A no ser que hayas acabado muy mal.
¿Algún disco del que te sientas especialmente orgulloso?
Sobre todo de momentos. Los discos de Ariel me flipan, y con Miguel también. Es muy difícil, es imposible elegir. Cada disco es una película distinta.
¿Con quién te gustaría trabajar, dentro de esa lista en la que tachas cosas?
Santiago Auserón, aunque lo veo difícil… Pero bueno, seguro que hace muchos discos que me van a encantar.
Perfecto, creo que podemos terminar así, entonces…
Bueno, no te he contado la historia de Melendi…
Es verdad, algo he leído, ¡cuenta!
El manager que nos llevaba a The Bolivians, Gabino, descubrió a Melendi. Me trajo una maqueta y me pareció espantosa. Un día vinieron al estudio y no les hice ni caso. A los seis meses dio el pelotazo, ¡pero me trae sin cuidado! Lo importante es hacer lo que te guste y ser feliz.